lunes, 8 de agosto de 2016

Cervantes, un raro en España

Eduardo Arroyo
Eusebio Lázaro
[...] Cervantes fue y es un raro en España. Hace poco, y ya adentrados en esta mortecina conmemoración de su muerte, he oído, en boca de diversas personas (algunas, escritores de mérito), el dictum de que Cervantes fue un perdedor, un fracasado. Ignoro el modo, la medida, en que se pueda basar tan contundente sentencia sobre una de las vidas más misteriosas y, ciertamente apasionantes, de esa época difícil. Tal vez, sea un reflejo del concepto de éxito o fracaso que se ha impuesto en nuestra economía liberal, tal vez un nuevo ejemplo de la incomprensión que la figura de Cervantes despertó siempre entre algunos críticos de su obra (aunque, por fortuna, han surgido en los últimos tiempos nuevos análisis y estudios con mayores alcances). Cervantes vivió para acumular la vida que precisaban sus obras y obtuvo mayor fama en vida que cualquiera de sus contemporáneos. Conoció de primera mano los ambientes de todas las clases sociales y de todas las categorías morales. De ahí que pudiera después, en sus obras, mostrarnos el espejo, realista, sí, pero envuelto en el vaho ambiguo y en la multitud de capas que la realidad puede ocultar.

Naturalmente aquí, en la España que defendió y sufrió, fue ninguneado y, hasta hace relativamente poco, al lego Cervantes (lego: falto de formación o ciencia), se le reconocía el talento casi como un azaroso precipitado que cuajó en el Quijote; al resto de su obra, magnífica y adelantada, se la clasificaba de menor (Menéndez Pelayo y otros), cuando no se calificaba al autor mismo de persona vulgar y sin interés. Unamuno expresa bien ese sentir tan incongruente y tan español: “¿No hemos de tener por el milagro mayor de Don Quijote el que hubiese hecho escribir la historia de su vida a un hombre que, como Cervantes, mostró en sus demás trabajos la endeblez de su ingenio?”. Algo más entendió Ortega de lo que no se entendía de Cervantes al decir en sus Meditaciones al Quijote: “¡Cervantes (…) se halla sentado en los elíseos prados hace tres siglos y aguarda, repartiendo en derredor melancólicas miradas, a que le nazca un nieto capaz de entenderle!”.


No, no creo que Cervantes fuera un perdedor (tal vez en el juego) ni un fracasado; no al menos en su inmenso propósito literario, que logró ver plasmado en otras lenguas y geografías; pienso más bien, a la luz de la respuesta de muchos de sus ilustres colegas, que fue claramente un maltratado, un raro en España, un hombre capaz de guiar su mirada y su pensamiento de la manera más libre posible, a contrapelo de su época, y, en cierta manera, de las que han ido sucediéndose. Pruébalo la disposición general de su país ante el IV Centenario de su muerte.

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