viernes, 28 de abril de 2017

Sola en la sala

Eskarnia y Gloria Fuertes



Eskarnia utiliza la letra de dos poemas de Gloria Fuertes:

En las noches claras
En las noches claras,
resuelvo el problema de la soledad del ser.
Invito a la luna y con mi sombra somos tres.

Y no sé por qué
Estoy triste... y no sé por qué;
he bebido amor,
                         y aún tengo sed.
Estoy sola... y no sé por qué
quisiera saberlo,
                          mas no lo diré...
Estoy sola y no sé por qué,
quisiera besar,
                        y no sé a quién.
Estoy enamorada... y no sé de qué.
Quisiera saberlo...
                             y no puede ser.

Estoy triste y sola... 

miércoles, 26 de abril de 2017

Gloria a la poesía, al humor y al juego Gloria

  • El centenario del nacimiento de Gloria Fuertes está consiguiendo quitar lo velos que cubrieron su poesía, incluso su persona. 


Juan Jorganes Díez
Nuestra sociedad mantiene, entre otros, dos conflictos seculares que no acaba de resolver: la igualdad de la mujer y el respeto por la risa. O los desprecia o le provocan apuros, problemas. Si una mujer escribe poesía en un Parnaso y alrededores repletos de hombres, si el humor aparece con frecuencia en sus versos, si, además, una parte de su obra la dirige al público infantil y juvenil sin prejuicios y triunfa en un medio tan del vulgo como la televisión, entonces tendrá garantizado un lugar por los márgenes de la historia de la literatura o en los pies de página de alguna tesis. Esa mujer es Gloria Fuertes.

Las celebraciones de efemérides con números redondos como los centenarios tienen sus cosas buenas. Por ejemplo, se habla durante unos meses de literatura, se reeditan obras descatalogadas o se reaviva el recuerdo de un escritor o de una escritora.  A veces se consiguen conmemoraciones tan originales como la del centenario del nacimiento de Buero Vallejo en 2016 sin que viéramos una obra suya en la cartelera.

El centenario del nacimiento de Gloria Fuertes está consiguiendo quitar lo velos que cubrieron su poesía, incluso su persona. Se reedita toda su obra y se elogia a la poeta sin veladuras desde las portadas de los suplementos literarios.

Gloria a la poesía

Asombra al leer sus Obras incompletas (Cátedra, 1999) la complejidad de su poética tanto por los temas como por la riqueza formal, desde la vanguardia del Postismo, póstumo ismo surgido en tiempos de posguerra en España, a la tradición popular. Nunca abandonó ni la vanguardia ni lo popular, pues mantiene el atrevimiento propio de la vanguardia a lo largo de su obra y los recursos tan queridos de la poesía popular: la rima, el humor, coloquialismos, apelaciones al lector, o recursos tan característicos como el paralelismo o la repetición. Esta alianza entre la vanguardia y lo popular la relaciona con dos glorias de la gloriosa Generación del 27 (Alberti y Lorca), y no la abandona en los poemas dirigidos al público infantil y juvenil.

Lo sorprendente, tan querido de la vanguardia, lo popular, que surge casi espontáneamente, y la ausencia de ñoñería, tan abundante en la mala literatura infantil, explican su éxito entre esos lectores que añaden la lengua y la poesía a su lista de juegos desde que empiezan a manejar las primeras palabras.

Su larga vida poética atraviesa también las zonas en las que se manifestaba la poesía social, que personalizamos siempre con los nombres de Gabriel Celaya y Blas de Otero, dos glorias más de nuestra literatura. Es la única mujer que participa en el libro colectivo Poeti spagnoli per la libertà (Roma, 1972). Los editores quisieron homenajear a las Comisiones Obreras, sindicato entonces clandestino, como la inmensa mayoría del país. España, vista como anomalía de la Europa democrática, recibía un apoyo internacional mediante el ensalzamiento de una “organización de clase que es la vanguardia de la lucha por la libertad, la justicia y la paz”, tal como se lee en el prólogo.

Que nadie se asuste pensando que va a tropezar con odas a los Alekséi Stajánov spagnoli o con sonetos a Marcelino Camacho. Veintitrés escritores entregan un poema (dos, en algún caso), según su criterio. Gloria Fuertes envía ´Telegramas de urgencia escribo´. Estos son los primeros versos del poema: “Escribo, más que cantar cuento cosas. / Destino: La Humanidad. / Ingredientes: Mucha pena / mucha rabia / algo de sal”.

Por sus versos encontraremos pobres (“pobres de mil oficios no estáis solos / aquí un poeta os canta, / luego vendrán más”), niños flacos (“El niño no crece, / ni juega con nadie. / El niño no muere, / ni vive ni nada”), trabajadores (“El albañil llegó de su jornada / con su jornal enclenque y con sus puntos”), labradores (“Labrador, / ya eres más de la tierra que del pueblo”). Ella también trabaja. En el poema ´Nota autobiográfica´ escribe: “Luego me salió una oficina, / donde trabajo como si fuera tonta”.

La Gloria que merece ahora toda nuestra atención no es un camaleón que se adapta a la moda literaria del momento, ni pierde su personalidad en bandazos que buscan los focos que atraen a las polillas escribidoras. Representa, sin que se rompan las costuras de sus versos, sin que pierda su nombre y apellido, la tradición y la poesía del siglo XX.

Al humor y al juego, Gloria

El humor no se lleva bien en esta parte del mundo en la que desde sus textos sagrados, en el comienzo de los tiempos, aprendió que para ganarse el pan, es decir, para sobrevivir, había que sudar. Las leyes educativas que no incluyan la palabra esfuerzo en su preámbulo, y por aquí y por allá, no merecen el nombre de tales, de manera que mencionar aquello de enseñar deleitando acarrea menosprecio o el diagnóstico de alguna patología. Sobre los peligros de la risa ya nos advirtió Jorge de Burgos, personaje de El nombre de la rosa. Su discurso resumía el pensamiento católico medieval.

Hasta que los románticos no convierten a don Quijote en un personaje serio, un idealista, la novela cervantina no dejaba de ser un éxito… de risa. El humor sarcástico de Quevedo se acerca más al castigo que al divertimento. El Gracioso, personaje de la comedia del Siglo de Oro, es una extraña aportación del teatro castellano a la dramaturgia, que se puede entender porque las obras se dirigían a un público multitudinario, popular. En la literatura popular el humor ha circulado con libertad incluso cuando el pueblo carecía de ella. En la literatura popular Gloria Fuertes encuentra también el uso humorístico de la rima, que ella sabe manejar graduándola desde la ironía a la carcajada.

La poesía de Gloria Fuertes contiene humor y juego. Por lo tanto, bastaba con colgarle el sambenito de escritora de la sección infantil y juvenil con el título de reina o emperatriz para alejarla de cualquier canon poético digno de consideración.

Juega constantemente con las palabras: con sus significados, con sus sonidos, con los efectos de la repetición, de las estructuras paralelas y, por supuesto, con la rima. El juego llama nuestra atención y nos divierte. No cae en el alarde, que solo consigue una atención fugaz, porque le importa el mensaje (“más que cantar cuento cosas”). No busca el chiste por el chiste, ni demostrar cuan ingeniosa escritora tenemos la suerte de disfrutar.

El humor nos distancia de lo que se cuenta o de lo que nos sucede, nos da perspectiva. Según el grado o el tipo de humor, simpatizamos con los hechos o con la persona que los narra o protagoniza o los rechazamos. Esto último nos sucede con la caricatura o el sarcasmo, pues la ofensa y el maltrato nos llevan a la antipatía.

Con humor basado en la sorpresa inicial (“Gloria Fuertes nació en Madrid / a los dos días de edad”) escribe su ´Nota autobiográfica´. No faltarán los juegos con el significado de las palabras: “fue muy laborioso el parto de mi madre / que si se descuida muere por vivirme”; “A lo nueve años me pilló un carro / y a los catorce me pilló la guerra”; “Quise ir a la guerra, para pararla, / pero me detuvieron a mitad de camino”; “estoy más sola que yo misma”. En este y en tantos otros poemas nos llamará la atención el lenguaje sencillo, a veces coloquial, y nos acercará a esa mujer nacida tras un parto difícil, atropellada por un carro, la guerra y la soledad, porque es más fácil vivir con una persona bienhumorada que con una malhumorada.

Como los desgarros de la vida y del amor, como las interpelaciones angustiosas a ese Creador que no responde, como el compromiso social y el miedo a la soledad no faltan en la obra de Gloria Fuertes -temas que tienen el reconocimiento de la seriedad y la circunspección académicas-, la desconsideración a su obra solo puede explicarse por los prejuicios que se apuntaban al iniciar este artículo: mujer, humor y juego.

Vivir sin respetar las convenciones sociales no es fácil. Se complica la vida si te ha tocado una guerra y has perdido la guerra y en la guerra a un hermano, más aún si esa guerra la gana e impone su ley a sangre y fuego la ideología más retrógrada sustentada en el catolicismo más rancio. Y si eres una mujer poco convencional y, además, escribes y, además, no vuelves tu cara al sol de la Victoria, entonces… “Sé escribir, pero en mi pueblo, / no dejan escribir a las mujeres”. “Vivo pobre. / Duermo en casa. / Viajo en Metro”.  “Compro libros de viejo / me meto en las tabernas, / también en los tranvías, / me cuelo en los teatros / y en los saldos me visto. / Hago una vida extraña”.

La televisión le trajo éxito y popularidad. Eran otros tiempos ya, pero con los mismos prejuicios que desde la noche de los tiempos aún perduran. Ella inicia un poema proclamando que “Soy sólo una mujer y ya es bastante”, en el que expresa sus deseos frustrados: “quisiera haber sido delineante / o delirante Safo sensitiva / y heme, / aquí, / que soy una perdida / entre tanto mangante”, quiso “ser capitán, sin arma alguna, / depositar mis versos en la luna / y un astronauta me pisó la idea”; ella acaba el poema con este verso: “Soy sólo una mujer y ya es bastante”.


También te pueden interesar: 
Phyllis: el gran amor de Gloria Fuertes, publicado en XL Semanal.
Gloria Fuertes se hace mayor a los 100 años, publicado en infoLibre.

miércoles, 19 de abril de 2017

Juan Ramón Jiménez, el pasajero cabreado

  • Juan Ramón protagonizó una áspera historia de reclamaciones a raíz de un viaje trasatlántico realizado, recién casados, junto a su esposa desde Nueva York a Cádiz



Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez,
el día de su boda en Nueva York
(2-31916)
En los archivos de la Compañía Trasatlántica, la empresa de vapores que cubría el trayecto entre ambas ciudades, se guarda la relación epistolar protagonizada por el poeta a raíz de una reclamación "excesiva", según la empresa, que realizó en 1916 por el deterioro sufrido por su equipaje en el viaje. Hace unos años, el escritor Juan Ignacio Varela Gilabert investigó estos papeles que bajo la apariencia de un intrascendente conflicto entre una poderosa compañía naviera y un pasajero insatisfecho desvelan la particular personalidad del poeta.

A su llegada a Cádiz en el vapor Montevideo, el 21 de junio de 1916, la pareja recién casada es toda felicidad, pero algo molesta al poeta hasta hacerle retrasar el regreso a Madrid y buscar un notario para emprender una reclamación. Las ropas que estaban guardadas en el baúl de viaje han llegado inservibles a causa de una filtración de agua.

El agente en Cádiz de la Compañía Trasatlántica, Carlos Barrie, envía un informe al presidente de la naviera, Claudio López Bru, marqués de Comillas, buen amigo de Raimundo Camprubí, padre de Zenobia. Las frases del representante desvelan el carácter huraño del poeta. "La forma en que se presentó el señor Jiménez fue violenta, dejándose decir que él tenía la culpa por viajar en vapores que no eran de pasaje, sino cargueros y otras frases por el estilo (…) El señor Jiménez me parece que tiene un carácter vidrioso y desagradable". Y añade unas palabras del sobrecargo: "Dice que desde que entró a bordo el señor Jiménez, conoció que era uno de esos pasajeros que tienen que proporcionar disgustos en la travesía".

El sobrecargo de la compañía aseguró que ningún otro equipaje había resultado afectado y que no se habían producido problemas de filtración en el viaje. Y argumentaba que la verdadera causa se debió a que "el señor Jiménez llegó al muelle para embarcar en los momentos en que estaba  lloviendo torrencialmente y su baúl venía en el techo del coche que los conducía".

¿Fue efectivamente así? En el archivo de la naviera está la respuesta airada del poeta ya en Madrid: "Usted sabe bien que los bultos de bodega se entregan, para esos vapores, la víspera de la salida de los barcos. El día en que yo llevé, en automóvil, mis baúles, hacía un sol espléndido. Es cierto que llovió el siguiente, pero mi equipaje no pudo sufrir, por mi culpa de tal aguacero".

La siguiente reacción del autor de Platero y yo fue enviar una nueva reclamación, detallando los gastos ocasionados. "Después de un aprecio minucioso, sacamos un perjuicio de 4.000 pesetas por baúles, trajes de señora y caballero, pieles de señora, sombreros y zapatos de señora (de baile y de vestir) todo lo cual ha quedado inutilizado por el agua salada".

Sin embargo, la indemnización por deterioro o extravío de equipaje en el reglamento de pasajeros de la naviera estaba estipulado en 500 pesetas. En el estudio de Varela Gilabert se comparan precios para calibrar la reclamación y subrayar cómo el poeta exageró la cantidad.: "Tres mil quinientas gana al año un catedrático en plaza procurada por oposición. Un buen traje estaba entre las setenta y las noventa pesetas y un buen abrigo entre las ciento cincuenta".

El marqués de Comillas prefirió renunciar a una batalla con una gran figura de las letras y aprobó el pago. El representante de la naviera accede con pesar: "Nuestro señor presidente, por razones especiales, ha dispuesto que se satisfagan al señor Jiménez las 4.000 pesetas que reclama". Ganó Juan Ramón a la poderosa Compañía Trasatlántica una batalla que desvela su carácter "vidrioso y desagradable".






miércoles, 5 de abril de 2017

Las mujeres del silencio

  • Dos realidades tan opuestas como la soviética después del triunfo en la Segunda Guerra mundial y la española tras el triunfo franquista con algo en común: el silencio de las mujeres.


El Premio Nobel de Literatura de 2015 concedido a la periodista bielorrusa Svetlana Aleksiévich reconoció una obra que no se basa en la ficción por primera vez desde Winston Churchill (1953). Sus libros construidos con las derrotas cotidianas, crónicas y testimonios, la han enfrentado al poder de Moscú.

El premio puede confundir porque literatura y periodismo no tienen en común más que el correcto uso del idioma, y el segundo ha de detenerse donde empieza la ficción literaria o, precisamente, la literatura. Aunque ese paso lo dio el conocido como nuevo periodismo y acabó creando obras como A sangre fría, desde hace mucho tiempo nadie concluye ese libro sin pensar que ha leído una novela de Truman Capote. Lo literario hace olvidar lo periodístico.

                Se pueden encontrar vínculos entre esa vieja escuela del nuevo periodismo y lo que Javier Cercas llama novela de no ficción, que marca diferencias con la recreación novelada de hechos reales. Aleksiévich, “historiadora del alma”[i], escribe “la historiografía de los sentimientos”[ii] basándose en los recuerdos de miles de mujeres. Los recuerdos no son historia –dirán los historiadores-, tampoco literatura –dirán los literatos-. Aleksiévich responde: “Simplemente son la vida, llena de polvo y sin el retoque limpiador de la mano del artista”[iii]. Es decir, periodismo.

Pero nos importan poco los criterios de la Academia sueca al conceder sus premios  (a una periodista en 2015, a un cantautor en 2016), y no tratan estas líneas de señalar la frontera definitiva entre ficción y no ficción o entre literatura y periodismo, o entre historia y recuerdos, sino de relacionar dos realidades tan opuestas como la soviética después del triunfo en la Segunda Guerra mundial y la española tras el triunfo franquista con algo en común: el silencio de las mujeres.

Silencios rotos en la victoria

En su libro La guerra no tiene rostro de mujer, Aleksiévich recoge los recuerdos de cientos de mujeres que combatieron en el Ejército Rojo durante la Segunda Guerra mundial como francotiradoras, tanquistas, cirujanas, guerrilleras, comisarias políticas, zapadoras, enfermeras o armeras, entre otros puestos, con distintos cargos militares.

El testimonio de quien vive la guerra en el campo de batalla no nos acerca al héroe ni a la trascendencia histórica de la victoria o de la derrota. Nos trae la presencia continua del miedo, del horror, de la muerte y la trascendencia vital de sobrevivir, casi siempre, contra todo, contra los demás, contra sí mismo. Un punto de vista individual, restringido.

Las descripciones de las batallas en Guerra y paz nos aproximan al caos del frente o de la huida. No sabremos nada de los hábiles o torpes movimientos de tropas, vistos desde lo alto de una montaña o en una maqueta sino el caos del frente de batalla, las consecuencias de las órdenes de los generales (dolor y muerte) y, a veces, el contexto trivial en el que se tomaron. Un punto de vista también restringido, aunque suene extravagante aplicarlo a una obra de más de 1.000 páginas.

Ese punto de vista tiene dos enemigos: el historiador, por razones obvias, y la propaganda, que glorifica la guerra, magnifica la victoria o convierte la derrota en heroica efeméride. La palabra del soldado (hombre o mujer) o se convierte en enemiga de la patria victoriosa cuando habla del sufrimiento en la guerra, del miedo y de la muerte, o se convierte en letra del himno patriótico cuando forma parte de la exaltación de la sangre derramada y, sobre todo, de la victoria.

La victoria elige a sus héroes o, mejor dicho, el poder que gestiona la victoria selecciona a los héroes apropiados.  Héroes, en masculino, porque:
Todo lo que sabemos de la guerra, lo sabemos por la “voz masculina”. Todos somos prisioneros de las percepciones y sensaciones “masculinas”. De las palabras “masculinas”. Las mujeres mientras tanto guardan silencio.[iv]

El recelo inicial a que las mujeres participaran en la guerra, a que formaran parte del Ejército Rojo se manifestó con todo el menú habitual que se presenta para impedir el acceso de la mujer a actividades tradicionalmente ejercidas por los hombres. Las mujeres tuvieron que enfrentarse, como en cualquier tiempo, a las dificultades del no, primero, del rechazo, después, a la falta de medios adecuados (uniformes, higiene), a burlas y acoso sexual, al machismo siempre.

Superaron todos los inconvenientes, ejercieron las tareas militares más diversas y fueron reconocidas con galones y medallas, pero:  
Al principio nos escondíamos, ni siquiera enseñábamos nuestras condecoraciones. Los hombres se las ponían, las mujeres no. Los hombres eran los vencedores, los héroes; los novios habían hecho la guerra, pero a nosotras nos miraban con otros ojos. De un modo muy diferente… Nos arrebataron la victoria, ¿sabes? Discretamente nos la cambiaron por la simple felicidad femenina.[v]

Aleksiévich añade a la crónica oficial masculina las voces silenciadas, las voces de las mujeres calladas. Este añadido la ha enfrentado con el poder que conserva la historia oficial. Seguramente también con la compleja sociedad actual heredera de la URSS. “Recordar asusta, pero no recordar es aún más terrible”, afirma una de las mujeres entrevistadas.

Silencios rotos en la derrota

“Para que las experiencias de las mujeres no queden envueltas en silencio”, leemos en las primeras líneas del prólogo del libro de Fernanda Romeu, El silencio roto[vi]. Ante el rechazo de varias editoriales, la autora tuvo que pagar la primera edición en 1993. Romeu recoge testimonios de mujeres que lucharon contra el franquismo. A diferencia de Aleksiévich, no se limita a hilvanar declaraciones de mujeres sino que escribe un libro de historia con abundantes fuentes primarias.

La represión franquista se extendió desde el inicio del golpe militar hasta la muerte del dictador en 1975, 39 años después. Y más allá, porque, primero, hasta las primeras elecciones democráticas (junio de 1977) no cesó la intervención del aparato represivo del Estado franquista; segundo, al no depurarse, aunque reformado, continuó ya bajo el poder democrático; y tercero, hasta el día de hoy España mantiene una oprobiosa lista de miles de personas desaparecidas (más de 7.000 tiene registradas con nombre y apellidos el Foro por la Memoria en su página web). No existe una lista semejante en la historia europea, quizá no lo encontremos en la historia universal. El final de la guerra no coincidió, pues, con el final de la persecución del enemigo, ni con su caza, captura, muerte y olvido. Otra desgraciada singularidad de la patria.

La facción victoriosa del ejército ocupó su propio país. Con la ayuda de una parte de la sociedad y con el fervor de la Iglesia católica, mantuvo la vigilancia de una población bajo una causa general durante décadas y bajo sospecha siempre. La represión no distinguió nunca entre hombres y mujeres, milicianos y milicianas, niños y niñas, ancianos o ancianas. El castigo lo heredaron los hijos e hijas, nietos y nietas, primos, sobrinos y demás familia, como se detalla en las esquelas. Tampoco olvidaron a los amigos, ni a los matrimonios mal casados bajo las leyes republicanas, según el nuevo régimen nacionalcatólico. 

Las mujeres cayeron en esa extensa red represiva de todas las formas posibles, e iniciaron y protagonizaron la resistencia contra el franquismo también de todas las formas posibles. El testimonio de las mujeres se convierte en fuente de análisis histórico para Romeu porque ha sido “una herramienta familiar que las mujeres utilizan espontáneamente en su vida cotidiana”[vii]  y por la escasa información de la participación de las mujeres militantes en la lucha clandestina que contiene la documentación de sus propios partidos. De nuevo el silencio. Las luchadoras de toda la vida hablan por primera vez no solo ante una interlocutora extraña sino ante ellas mismas, que escuchan su propia voz contando su historia y la de otras.

Si durante la guerra y la resistencia hicieron de todo, en esta última debe destacarse el protagonismo exclusivo que tuvieron las mujeres en las tareas de supervivencia, como casi siempre (si hubiesen sido los hombres los encargados de esa tarea vital, lo llamaríamos logística y nos sonaría estúpidamente más digno, más heroico). En el monte y en las cárceles apoyaron a la guerrilla, al compañero o la compañera huidos y, hasta la ley de amnistía, a familiares condenados o a grupos represaliados durante la lucha clandestina. Su apoyo no cesó en las casas donde malvivían los restos de unas familias humilladas, ofendidas y perseguidas.

“La sociedad patriarcal dominante no hacía distingos de ideologías”[viii], escribe Romeu una línea antes de recoger el testimonio de una mujer que recuerda su situación al salir de la cárcel:
La mayor parte de los hombres que han salido de la cárcel aún con cierta edad han podido reanudar su vida; pero una mujer con cierta edad no tenía ninguna probabilidad de reanudarla.[ix]

Otra forma de silencio.




[i] Svetlana Aleksiévich: La guerra no tiene rostro de mujer. Debate. 2015.
[ii] Svetlana Aleksiévich: Obra citada.
[iii] Svetlana Aleksiévich: Obra citada.
[iv]Svetlana Aleksiévich: Obra citada.
[v] Svetlana Aleksiévich: Obra citada.
[vi] Fernanda Romeu: El silencio roto. El Viejo Topo. 2002.
[vii] Fernanda Romeu: Obra citada.
[viii] Fernanda Romeu: Obra citada.
[ix] Fernanda Romeu: Obra citada.

martes, 4 de abril de 2017

Aunque tú no lo sepas. La poesía de Luis García Montero



















Aunque tú no lo sepas. La poesía de Luis García Montero

'Crowdfunding'

Esta palabra inglesa está formada por tres segmentos: crowd, que puede significar “muchedumbre” o “colectivo”; el nombre común fund, que se traduce por lo general como “fondo” o “fondos” en su sentido económico; y el sufijo -ing, que sirve, entre otras funciones, para formar sustantivos que reflejan una acción. Por todo ello, cabe traducir crowdfunding como “financiación colectiva”.

Pero “financiación” se puede usar lo mismo para el caso de sufragar los gastos de un amigo que para la inversión en una empresa; y por eso la equivalencia mejor en español en lo referente a las microdonaciones políticas quizás sea “colecta”.

“Colecta” se define en el Diccionario como “recaudación de donativos voluntarios, generalmente para fines benéficos”, y por tanto se puede aplicar a todo tipo de causas (civiles o religiosas) a beneficio de alguien o de algo. En cambio, “cuestación” se ha ceñido a la caridad: “Petición o demanda de limosnas para un objeto piadoso o benéfico”.
A esas dos opciones cabe añadir “micromecenazgo” si se trata de aportaciones a fondo perdido con interés cultural; y “microinversiones” si se busca un término que evoque una financiación de la que se espera retorno. Quizás un poco largas ambas palabras, sí, pero sin duda de mayor facilidad prosódica y de mejor escritura que crowdfunding para la mayoría de los hispanohablantes.


Ese anglicismo, como tantos otros, sirve para formar un léxico pretendidamente moderno. Extracto del artículo de Álex Grijelmo publicado en El País

Microfinanciación (colectiva), alternativa a crowdfunding, publicado en la Fundación del Español Urgente (Fundéu)