domingo, 19 de octubre de 2014

Diccionario nuevo

La RAE y 22 academias de la lengua publican el diccionario con más entradas (93.111)

Tiene más americanismos (19.000) y es el más depurado de sexismo



José Manuel Blecua, director de la RAE
La nueva edición del diccionario fue presentada el jueves 16 de octubre en la sede de la RAE por José Manuel Blecua, director de la Academia; y los académicos Álvarez de Miranda y Humberto López Morales, secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española.

La 23ª edición (la última fue en 2001), más polifónica y policéntrica que nunca, llega justo para cerrar con broche la celebración del tricentenario de la Real Academia Española (RAE). Es la suma de varias modificaciones que se han hecho estos 13 años. Una obra con varios cambios en su fondo y forma, asegura Pedro Álvarez de Miranda, académico y director del proyecto. “Aspira a ser panhispánico, ha eliminado muchas entradas y depurado acepciones, tiene novedades en su presentación con un esfuerzo en la modernización lexicográfica, más claridad en la organización interna gramatical referida, por ejemplo, a las acepciones, marcas sobre origen de la palabras o si es despectivo, malsonante o coloquial, y que, por primera vez, se imprime en papel semibiblia”.

¿Será el último diccionario en papel? Álvarez de Miranda dice que no lo saben porque todavía “le puede quedar cierto futuro, aunque sea minoritario. Si hay un número considerable de personas que lo quieran ¿por qué no hacerlo? Pero la edición electrónica, vigente desde 2003, se seguirá actualizando como se ha hecho desde 2004. A comienzos de 2015 se podrá consultar en Internet.

Se trata de una obra cuyo embrión data de 1726 cuando la RAE, creada en 1713, editó el primer volumen del Diccionario de Autoridades que concluyó en 1739. Hasta que en 1780 nacería el primero de la serie del Diccionario de la Lengua Española o Diccionario de la Real Academia (DRAE), que registró 46.000 artículos. Desde entonces se han publicado 23: tres en el siglo XVIII, diez en el XIX, ocho en el XX y dos en lo que va del siglo XXI.

La Academia, insiste Álvarez de Miranda, es notaria de la realidad, no la crea, y no juzgan el empleo del lenguaje: “Es un tema que siempre está sobre el tapete y no podemos ceder a todos los requerimientos que se hacen en nombre de lo políticamente correcto porque sería falsear la realidad”. Recuerda que la lengua sirve para muchas cosas, entre esas la descalificación, la denotación de realidades negativas. “No podemos edulcorar la lengua para así edulcorar una realidad que no siempre es dulce y que tiene sus aristas negativas. El lexicógrafo que registra palabras de este tipo no está bendiciéndolo ni incitando a nadie a nada. Se limita a cumplir con su obligación: reflejar la realidad de la lengua”, explica el académico.  “Había definiciones mejorables y es lo que hemos hecho, pero eso no quiere decir que el resultado sea un producto absolutamente aséptico y ajustado a los cánones de una corrección política extrema ni mucho menos”.

Entre las acepciones más polémicas y retocadas se encuentran algunas de las siguientes palabras: de femenino han desaparecido los adjetivos débil y endeble. De masculino desaparece, varonil y enérgico. (Sin embargo, en los artículos de débil y fuerte se señala que hay sexo débil y sexo fuerte). De gallego se elimina la definición de tonto y tartamudo. De gozar la acepción de “conocer carnalmente a una mujer”. De huérfano, que antes se refería a una persona menor edad a quien se le había muerto el padre y la madre o uno de los dos, “especialmente el padre”, se ha quitado esa coletilla. De rural se ha eliminado la acepción de “inculto, tosco, apegado a cosas lugareñas”. De chusma, que estaba definida como conjunto de gente soez, se ha cambiado por “conjunto o multitud de gente grosera o vulgar”.

Entre las que se conservan están judiada. 1. Coloquial. Mala pasada o acción que perjudica a alguien). Gitanada. f. Trapacería. Sudaca, conserva la marca de despectivo, coloquial y España que tenía desde 2001 para referirse a los sudamericanos. En el caso de marica se reordenaron las acepciones, se quitaron unas palabras y se incorporaron otras y se aclara que es malsonante y despectivo, aunque ahora puede continuar la polémica. Antes una de las acepciones decía: Hombre afeminado y de poco ánimo y esfuerzo. Ahora dice: 1. Femenino. 2. Dicho de un hombre: Apocado, falto de coraje, pusilánime o medroso. 3. Dicho de un hombre homosexual.

Una de las acepciones que “más guerra dio”, dice Álvarez de Miranda, fue incorporar la segunda de matrimonio para recoger el matrimonio entre parejas del mismo sexo.

PALABRAS DE AMÉRICA

19.000 acepciones

Esta es la seña de identidad más global de esta 23ª edición del Diccionario de la Lengua Española que alcanza un total de 19.000 artículos o palabras procedentes del continente latinoamericano y el mundo hispano de Estados Unidos. Las condiciones mínimas para ser aceptadas era básicamente que dicha palabra o acepción fuera usada en por lo menos tres países. De lo contrario podía haber una inflación de americanismos que ya están contenidos en el Diccionario de Americanismos publicado en 2010 (tiene 70.000 entradas y 120.000 acepciones). Tras la palabra propuesta por una o varias de las 22 academias estas debían sustentar y documentar su uso. Una vez la palabra quedaba fijada, la RAE la envió a las academias respectivas para que la ratificaran o hicieran las enmiendas respectivas.

Entre los americanismos aceptados están:
amague. (De amagar). m. 1. Arg., Bol., Méx., Par. y Ur. Indicio o señal de algo que finalmente no llega a suceder. ‖ 2. Ec., Guat., Nic. y P. Rico. Gesto que indica la intención de hacer algo.
amigovio, via. (Fusión de amigo y novio). m. y f. coloq. Arg., Méx., Par. y Ur. Persona que mantiene con otra una relación de menor compromiso formal que un noviazgo.
apunamiento. (De apunarse y -miento). m. Arg., Bol. y Chile. mal de montaña.
basurita. (Del dim. de basura). f. Arg., Chile, Ec., Guat., Hond., Méx., Nic., Pan., Par., Ur. y Ven. Partícula de suciedad, especialmente la que se introduce en el ojo.
bicicletería. f. Arg., Par., Perú y Ur. Establecimiento donde se venden o reparan bicicletas.




domingo, 12 de octubre de 2014

Las reglas del misterio

Antonio Muñoz Molina

La isla mínima, de Alberto Rodríguez
El enigma policial es una forma narrativa perfecta, tan cerrada sobre sí misma como un soneto, o como una sonata clásica de piano, tan reiterativa y tan flexible como el blues. El enigma policial suele suceder en la contemporaneidad de su escritura, y por lo tanto acarrea de manera natural todos los materiales de lo inmediato y lo cotidiano, pero al mismo tiempo su forma procede de algunos de los arquetipos narrativos más antiguos y más universales: el cuento del tesoro perdido, el del héroe errante que ha de descifrar acertijos sucesivos y superar pruebas gradualmente más difíciles. Como cualquiera de los géneros de la literatura popular y del cine, el enigma policial (el thriller, el pollar, el giallo, el film noir: un indicio de su atracción es la variedad y la belleza de los términos que lo nombran) ha de atenerse a normas muy estrictas, casi todas ellas codificadas por Edgar Allan Poe en Los crímenes de la calle Morgue: un hecho atroz, casi siempre un asesinato, sucedido en circunstancias extrañas, por un culpable que ha desaparecido dejando solo algunos indicios muy dudosos; un investigador muy inteligente, con dotes de observación muy superiores a quienes lo rodean, con alguna rareza en su carácter, porque él mismo también es un misterio; un proceso de búsqueda guiado por la agudeza del detective, que atraviesa en su indagación diversos escenarios y medios sociales, y va encontrando a su paso enigmas añadidos, sospechosos posibles, y superando peligros, algunos de ellos mortales; una solución a la vez rotunda y sorprendente, que deje maravillado al espectador o al lector, al trastornar por completo sus expectativas.

El texto completo en El País


El anglicismo depredador


Los anglicismos, galicismos y demás extranjerismos no constituyen en sí mismos un mal para el idioma. Ahí está “fútbol”, por ejemplo, que viene de football y se instaló con naturalidad mediante su adaptación como voz llana en España y aguda en América. “Fútbol”, eso sí, llegó a donde no había nada. Se supo adaptar a la ortografía y a la morfología de nuestro idioma, y progresó por él: “futbolístico”, “futbolero”, “futbolista”… Y venció ante una alternativa formada, sí, con los recursos propios del idioma pero que llegó más tarde (balompié).

Sin embargo, nos invaden ahora anglicismos que tenían palabras equivalentes en español: cada una con su matiz adecuado a su contexto. Ocupan, pues, casillas de significado donde ya había residentes. Y así acaban con algunas ideas y con los vocablos que las representaban. Se adaptarán quizás al español en grafía y fonética, pero habrán dejado antes algunas víctimas.

Llamamos a alguien “friki” (del inglés freak) y olvidamos “chiflado”, “extravagante”, “raro”, “estrafalario” o “excéntrico”. Necesitamos un password y dejamos a un lado “contraseña”, o “clave”. Se nos coló una nueva acepción de “ignorar” (por influencia de to ignore) que desplaza a “desdeñar”, “despreciar”, "desoír", “soslayar”, “marginar”, “desentenderse”, “hacer caso omiso”, “dar la espalda”, “omitir”, “menospreciar” o “ningunear”. Olvidamos los cromosomas de “evento” (algo “eventual”, inseguro; que acaece de improviso) y mediante la ya consagrada clonación de event se nos alejan “acto”, “actuación”, “conferencia”, “inauguración”, “presentación”, “festival”, “seminario”, “coloquio”, “debate”, “simposio”, “convención” y otras palabras más precisas del español que se refieren a un “acontecimiento” programado. Ya todo es un evento, aunque esté organizadísimo.

Elogiamos el know-how de una empresa y no recordamos “conocimiento”, “práctica”, “habilidad”, “destreza”, “saber hacer”. Se estableció “chequear” (de to check) y arrinconamos “verificar”, “comprobar”, “revisar”, “corroborar”, “examinar”, “controlar”, “cotejar”, “probar”… y tantos otros más adecuados en cada situación.

Se extiende ahora la palabra fake para descalificar un trabajo que falta a la verdad; y eso deja en el tintero expresiones como “manipulación”, “engaño”, “falsificación”, “embuste”, “farsa” o “patraña”. En los espacios sobre talentos musicales nos presentan a un coach, voz que se propaga en detrimento de “preparador”, “adiestrador”, “profesor”, “supervisor”, “entrenador”, “tutor”, “instructor”, “asesor”, “formador”...

Y en los últimos tiempos se expande entre los entendidos en la Red el anglicismo españolizado “banear”, que se relaciona con banns (amonestaciones) y to ban (prohibir). Su raíz no anda lejos del sustantivo “bandido” y del verbo “bandir”. El bandido era buscado a través de un “bando” (de ahí la palabra, con la que también se vinculan “contrabando” y “contrabandista”); y “bandir” equivale en su etimología a “proscribir”. Así pues, una persona “baneada” en Internet (porque insulta, calumnia, miente, altera el diálogo o usa palabras soeces) es alguien a quien se proscribe.

No pasa nada si pronuncian “banear” quienes se entienden con ese vocablo. Sí tendrán un problema si a causa de ello olvidan otras palabras más certeras para la ocasión: “vetar”, “expulsar”, “excluir”, “apartar”, “desterrar”, “sancionar”...


La riqueza de nuestro lenguaje depende de lo que decimos pero también de lo que dejamos de decir... y por tanto perdemos. El problema no es que lleguen anglicismos, sino que se rodeen de cadáveres.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Rafael Chirbes gana el premio Nacional de Narrativa por 'En la orilla'

  • El jurado dice que es "una novela de extraordinaria construcción literaria"
  • El autor achaca el éxito del libro a "la desolación del país"
  • La novela de Chirbes también recibió el Premio de la Crítica 2014


RTVE.ES / EFE 07.10.2014
Rafael Chirbes
El escritor valenciano Rafael Chirbes ha sido galardonado con el premio Nacional de Narrativa, dotado con 20.000 euros, por su libro En la orilla (Anagrama), según ha informado la Secretaría de Estado de Cultura.
El jurado ha valorado que se trata de "una novela de extraordinaria construcción literaria, que tratando de la realidad actual, no se limita al realismo, mostrando una riqueza formal y recursos poéticos que lo trascienden".
El premio, que concede el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, reconoce la mejor obra de narrativa publicada en 2013 en castellano o en cualquier de las otras tres lenguas oficiales del Estado.
El jurado que ha fallado este martes el premio ha estado presidido por María Teresa Lizaranzu y formado, entre otros, por Carme Riera, José Luis Vicente Ferri, Julia Otxoa, Carmen del Riego, Angel Basanta, Javier Rodríguez Marcos y Javier Merino, ganador de la pasada edición.
La novela de Chirbes ya ha recibido también este año el Premio Nacional de la Crítica 2014, en la categoría de novela, además del Premio Francisco Umbral al Libro del Año.

Un autor reconocido

Rafael Chirbes (Tavernes de la Valldigna, Valencia, 1949) estudió Historia Moderna y Contemporánea en Madrid, y durante algún tiempo se dedicó a la crítica literaria y posteriormente a otras actividades periodísticas, como las reseñas gastronómicas y los relatos de viajes.
Su primera novela, Mimoun (1988), quedó finalista del Premio Herralde de Novela, y su obra La larga marcha (1996) fue galardonada en Alemania con el Premio SWR/Die Bestenliste Prize. Con esta novela inició una trilogía sobre la sociedad española desde la posguerra hasta la transición, que se completa con La caída de Madrid (2000) por el que recibió el Premio de la Crítica Literaria Valenciana, y Los viejos amigos (2003).
Con Crematorio (2007), novela sobre la evolución política y moral de una generación, recibió el Premio Cálamo Libro del Año (2007) y el Premio de la Crítica de Narrativa (2008). Su continuación En la orilla (2013) es considerada como la novela definitiva sobre la crisis.

lunes, 6 de octubre de 2014

Alberto Méndez, el luminoso destello del escritor furtivo

Un congreso en la Universidad de Zúrich rescata, diez años después de la muerte del autor de Los girasoles ciegos, la magia del libro que ganó el Premio de la Crítica y el Nacional de Narrativa (2005)




Alberto Méndez
En el amable otoño neoyorquino de 2005 estaba con un grupo de amigos, muy relevantes en el mundo de la edición, cuando sonó mi teléfono móvil: acababan de premiar con el Nacional de Narrativa a Alberto Méndez, por Los girasoles ciegos(Anagrama). Hacía un año que Méndez había muerto. No pudo, ni siquiera, atisbar el unánime reconocimiento a un escritor descomunal. Nunca el Premio Nacional de Narrativa, el más importante galardón, se había concedido a un autor fallecido. Nunca al autor de una sola obra. Nunca a un escritor absolutamente desconocido. Ante mis balbuceos lacrimosos preguntaron con delicadeza quién era Alberto Méndez. El más importante escritor desconocido, sigue siéndolo diez años después de su muerte, con un libro que no solo es un continuo éxito editorial en Europa, sino que además es un texto de culto, traducido y reeditado en más de 11 idiomas.

Los personajes, las historias y la escritura de Los girasoles ciegos son los propios de un genial escritor, de un enérgico fabulador. Pero esa energía solo pudo ser trasvasada a su escritura en el tramo final de su vida. 
Afortunadamente, en los últimos ocho años de su vida pudo entregarse a una escritura intensa, cuando encontró, al fin, Las Brañas. Rematando una colina desde la que podía verse el mar, reconstruyó una casona con una sensibilidad, delicadeza y elegante confortabilidad que la hacían inolvidable. Desde primeras horas de la mañana se entregaba a la escritura. Un cigarrillo y un café era todo lo que necesitaba para dejar el sueño y encontrarse lúcido. Nuestras conversaciones podían prolongarse hasta altas y alcohólicas horas de la noche, pero casi con el amanecer Alberto ya estaba trabajando. Escribía, corregía, desechaba, volvía de nuevo. Su instinto de escritor era tan versátil como exacto.
El mar, el ozono marino le daba una serenidad especial. Era un buen nadador y un excelente pescador submarino.
Creía que la literatura debía hablar de la condición humana y del esplendor, tantas veces oculto, de la vida. Necesitaba que las historias fuesen reales para dar esa consistencia y fragilidad única a sus personajes. Toda su literatura está envuelta por una enigmática compasión. A mí me parece que esa es la clave de una escritura que al cabo de los años sigue atrapando con una atracción abisal a lectores de diferentes generaciones y culturas.
El último viaje largo que hicimos juntos fue explorando las villas de Palladio entre los canales del Véneto. El hermetismo férreo con el que Alberto llevaba los avances de Los Girasoles, comenzó a abrirse tumbados los dos en una pradera de la Villa Rotonda. Ya no hablaba de personajes y relatos sino de un libro en el que estos se mezclarían como en un retablo, en el que las escenas, las figuras, el propio estilo pictórico sería necesario para que conformasen un todo. Me confesó que el relato uno y el tres estaban terminados, el dos a falta de una última corrección y el cuatro muy avanzado. Todo su arrojo en cualquier tema, se transformaba en timidez celosamente defensiva con su escritura. Por fin me dejó leer un montón de folios. Aquellas páginas eran escritura con mayúsculas, gran, gran literatura.
Cartel de la película basada en la novela
de Alberto Méndez
No me cansaba de pedirle un último esfuerzo, el cuarto relato, el final de Los Girasoles. Urgencia porque estaba ante la obra maestra del amigo hermano ya seriamente enfermo. A comienzos de 2003 la enfermedad avanzaba, Los Girasoles finalizados, pero él se resistía a dar el último paso. Creía que nadie le recordaba, que su escritura era marginal para los cenáculos críticos y además, estaba agotado por su día a día y su noche a noche tan dolorosas. Entregó el manuscrito a Herralde, que a las 48 horas había leído Los Girasoles, quería firmar el contrato para editar inmediatamente. Alberto revivió durante unos meses. Hacía planes de futuro pero ya solo podía dar pequeños paseos.
El libro estaba en las librerías a comienzos de 2004. El boca a oído comenzó a funcionar. Cada lector de Los Girasoles no podía dejar de recomendarlo con una convicción emocionada. Solo firmar ejemplares en la Feria del Libro era ya un trabajo agotador.
Murió a finales de diciembre de 2004, menos de un año tras la edición del libro. “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” afirmaba Wittgenstein. Ahora el mundo de Alberto Méndez, inabarcable y luminoso, es el que está en sus Girasoles Ciegos.


domingo, 5 de octubre de 2014

Palabras en busca de diccionario

 5 OCT 2014

Miles de palabras seguirán existiendo aunque no figuren en el nuevo Diccionario, que ya llega. Pero casi todos hemos caído alguna vez en la calamidad de decir “esa palabra no existe”, cuando el mero hecho de haberla oído certifica lo contrario.

El lexicón académico dejará fuera muchos términos cuyo uso, sin embargo, no suena extraño. Si alguien dice “esto es cabreante” no se nos ocurrirá corregirle: “Cabreante no está en el Diccionario”; aunque no esté (que no está). Se trata de una creación legítima, igual que “ilusionante” o “escuchante” (ambas entran ahora) o “murmurante” (que sigue fuera); formas todas ellas derivadas de “cabrear”, “ilusionar”, “escuchar” y “murmurar” (y que se han llamado “participios presentes”, “participios activos” o “adjetivos verbales”). No estarán algunas en el Diccionario, pero sí en la gramática. Porque la lengua tiene recursos creativos. Si de “anónimo” deriva “anonimato”, ¿cómo no dar validez a “seudonimato” a partir de “seudónimo”?

El idioma nos sirve para comunicarnos, y todas sus herramientas son buenas o malas en función de los interlocutores. Muchos vocablos expresan lo que tanto el emisor como el receptor entienden; y su ausencia del Diccionario no les resta eficacia.

“Pifostio” tampoco ha entrado en el nuevo Diccionario, y sin embargo miles de lectores entenderán la oración “se montó un pifostio”. Y no figuran igualmente “trantrán” (“ese camarero trabaja al trantrán”, es decir, sin correr demasiado, dejándose llevar) o “bocachancla”, expresión inventada para definir a la persona charlatana, indiscreta, cuya boca se abre y se cierra como la chancla en su chasquido contra el pie.


El Diccionario, pues, no debe ser la única referencia para criticar el empleo concreto de una palabra. También se ha de analizar si las personas a quienes nos dirigimos la entenderán o no. 

Un poema de Lorca en una caja fuerte

 Madrid 5 OCT 2014

Federico García Lorca
La noticia dio la vuelta al mundo. Poco antes de fallecer, el crítico de arte, Juan Ramírez de Lucas carta(Albacete, 1917-Madrid 2010), legó a su familia para que lo publicase la documentación que acreditaba su relación con Federico García Lorca y que incluía un poema inédito y un manuscrito en el que vertió su drama personal: los avatares de un joven enamorado de un escritor en la cima del éxito. Cualquier novedad relacionada con la vida y obra del poeta granadino salta todas las alarmas del público y de los estudiosos de su obra pero la crisis editorial, la indecisión política y la división de una familia que no sabe qué hacer con esa herencia relentizaron que esos documentos se hicieran públicos. La carta que escribió Lorca desde la Huerta de San Vicente y el 
Juan Ramírez de Lucas
poema inédito dedicado a “Juanito” o “el rubio de Albacete” se guardan a buen recaudo en una caja fuerte. Han transcurrido cuatro años de la muerte del destinatario de la misiva, en la que el poeta le pedía que fuera fuerte y tratara de convencer a sus padres para que respetaran sus ideas, pero pocas cosas se han movido desde entonces. Durante meses, los documentos fueron analizados por expertos y hubo ofertas económicas para publicarlos pero no llegó a cerrarse ningún contrato. La crisis económica y la situación del mercado editorial tiraron por los suelos los adelantos lo que obligó a la familia de Ramírez de Lucas a replegarse en espera de mejores tiempos. Fuentes próximas a la familia, que delegó ofrecer su versión a este periódico, aseguran que aunque lentamente los papeles podrían estar moviéndose de nuevo.


El texto completo en El País