miércoles, 27 de junio de 2018

Machirulo en el ´Diccionario’


  • Soledad Puértolas propone que la palabra machirulo entre en el Diccionario



Fernando Vicente
¿Es usted un machirulo? ¿Se lo han llamado alguna vez? ¿Se lo ha dicho a algún hombre? La palabra en cuestión no está en el Diccionario de la Lengua Española, de hecho, su web remite a “cachirulo” como entrada más parecida, pero ello no quiere decir que no se use. Las últimas ocasiones en que personajes públicos la han puesto en su boca han sido la senadora argentina Cristina Kircher, que así tildó en Twitter a su sucesor en la presidencia del país, Mauricio Macri, a finales de mayo. Unos meses antes, la diputada de Podemos Irene Montero, en los pasillos del Congreso, calificó así a un colega del PP por su actitud.

El guante de una palabra que está en la calle lo ha recogido este martes la académica Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947): “He propuesto a mis colegas de la Academia que el Diccionario incluya el término machirulo”, ha dicho Puértolas, que entró en la RAE en 2010 y ha recibido, entre otros galardones, el Planeta y el Anagrama de Ensayo.

Puértolas esbozó la posible definición de este término, que a nivel popular se asocia al de machista. “Esa clase de hombre no es exactamente un macho alfa, un semichulo que quiere ser dominante”, y matizó: “Es una palabra que tiene un tono irónico, hasta a veces con cierta ternura, y responde a la nueva versión del macho prototípico”. La escritora y articulista agregó que su propuesta, lanzada hace aproximadamente un mes, sigue los procesos habituales de estudio, en este caso en la comisión de Neologismos de la RAE, a la que ella pertenece junto a otros siete académicos. Fuentes de la RAE han informado de que la decisión "puede llevar años". Los académicos lo pueden proponer y en la propia comisión se decide si se apoya o se desecha. "Los criterios que se tienen más en cuenta son la frecuencia de uso, que debe ser de varios años, y que haya una dispersión geográfica del término, que no solo se use en España". Continúa en El País


lunes, 25 de junio de 2018

El fútbol es una novela


  • Se escriben muy buenos libros de fútbol. El problema es dar con ellos


Juan Villoro

[…] Las pasiones piden ser contadas. No hay modo de guardar silencio ante la conquista del campeonato o una derrota de último minuto. Sin palabras, el juego pierde trascendencia. Pensemos en dos goles célebres que cayeron en el mismo partido. Maradona engañó al árbitro anotando con el puño. La picardía se convirtió en mito cuando la bautizó como “la mano de Dios”; posteriormente, convirtió el gol legítimo más brillante de la historia y el Negro Enrique, que le había cedido el balón en media cancha, le dijo durante el abrazo: “¡Te di un pase de gol!”. El fútbol necesita ser dicho.

Diego Quijano y Lino Escurís
Esto no implica que deba ser leído. Las masas que llenan las tribunas no se caracterizan por su curiosidad intelectual. Cuentan anécdotas, insultan, tienen corazonadas, confiesan temores y les ponen apodos a los jugadores sin pensar que participan en una operación narrativa.

A su manera, el fútbol es una novela. Tiene la extensión, la trama de conjunto, las peripecias incidentales, los predicamentos morales, las contradicciones de carácter y el populoso reparto de un Balzac que hubiese decidido situar su Comedia humana en la hierba. Tal vez por eso mismo no abundan las grandes novelas sobre el tema. Hay poco que inventarle a una liga que llega en capítulos. Ahí están, por supuesto, Fiebre en las gradas, de Nick Hornby; Especies protegidas, de Ferran Torrent; El regate, de Sergio Rodrigues, o Soñé que la nieve ardía, de Antonio Skármeta. Pero lo más importante de esos textos no es lo que ocurre en el estadio, sino en la vida que los circunda.

Acaso el fútbol se preste más para indagarle misterios a través del cuento, como han demostrado Gonzalo Suárez, Osvaldo Soriano, Eduardo Sacheri, Roberto Fontanarrosa y tantos otros.

Hasta ahora, la zona más fecunda para abordar el juego ha sido la crónica. El partido transcurre al compás de la narración de los rapsodas del micrófono, pero eso nunca es suficiente. Hay que volver a narrar lo sucedido. El lunes, los periódicos amanecen dichosamente abultados por noticias que todo el mundo conoce pero que emocionan tanto o más que el partido. […]

¿Es posible entender la vida en la Tierra sin analizar el entretenimiento mejor repartido en el planeta? Eduardo Galeano, Vicente Verdú y Manuel Vázquez Montalbán indagaron en forma precursora la mitología popular que determina los domingos de la especie.

Actualmente se escriben muchos y muy buenos libros de fútbol. El problema es dar con ellos. […]. La reflexión sobre el deporte ha ganado prestigio, pero los autores juegan en campos de tierra a los que no llegan los ojeadores de los grandes clubes. Menciono algunos títulos recientes, conseguidos por casualidades cercanas al milagro. Continúa en Babelia

sábado, 16 de junio de 2018

Otra mujer en la vida de Cervantes


  • Magdalena Enríquez, una persona clave y desconocida hasta la fecha en la vida de Cervantes




Cervantes pasó por La Puebla de Cazalla (Sevilla) y desde hace años le sigue la pista José Cabello (La Puebla de Cazalla, 1962), el archivero del pueblo. Gracias a eso ha aportado las últimas novedades biográficas más significativas sobre el autor. En su sencillo y oscuro despacho de la biblioteca municipal, Cabello trata de desentrañar pistas. Lo hace pegado al archivo, donde guarda documentos carcomidos y difusos en los que queda constancia del paso de Cervantes por la zona. “Por aquí anduvo entre el 21 de febrero y el 28 de abril de 1593. Su obligación era recaudar trigo para hacer bizcochos”. No en el sentido actual y esponjoso. Más bien mazacotes de harina que se conservaran en largas travesías con que alimentar a la armada invencible.

José Cabello
Una de las mejores maneras de desentrañar esos pozos negros de su biografía consiste en cercar a quienes lo rodeaban. Cabello, además del rastro de Cervantes, ha seguido el de su círculo más próximo en Andalucía. Y así es como ha llegado a una pista interesante. Si no cobraba por adelantado, a la hora de hacerlo debía mostrar confianza ciega en alguien que lo hiciera por él. Así es como se encontró con lo siguiente: “¿Qué hacía una mujer, de nombre Magdalena Enríquez, yendo a por los 19.200 maravedíes que le correspondían en su nombre y con un poder notarial?”.

De esta manera aparece una persona clave y desconocida hasta la fecha en la vida de Cervantes. “Era una mujer fascinante. ¿Por qué aparece como una gota de agua en el océano que es su vida? Confianza entre ambos existía. Mucha”. Vivía en la calle Bayona de Sevilla, que comunicaba con las gradas de la mancebía. Era bizcochera. Fabricaba grandes cantidades para la armada”.

Controlaba o al menos tenía acceso a los números de Cervantes. Pero hay algo que también la conecta con las letras e induce a pensar aún más en una íntima proximidad: “En 1592 su firma indica que era prácticamente analfabeta”. Un año después estampa documentos con una caligrafía cristalina. “¿Quién fue su maestro?”, se pregunta Cabello.

Más datos de su biografía. Controlaba el gremio bizcochero, muy en alza por las provisiones a la armada. Era de confianza de algunos influyentes en el área como Cristóbal Bermúdez, que le da poderes para hacer negocios. Era una experta en cobros. Viva, perspicaz, eficiente. “Se casó a los 11 años con un hombre junto al que tuvo siete hijos y al que años después describió como viejo y pequeño. Contrajo segundas nupcias con otro, Francisco Montesdeoca, también hábil para hacer dinero. Pero en ámbitos dispares. Además del pan, tenía navíos, boticas y un prostíbulo”, asegura el investigador.

Y así es como Magdalena Enríquez irrumpe en una de las biografías más enigmáticas y fascinantes de la Historia de la Literatura Universal… Otra mujer que añadir a la lista de un hombre que se encontraba más cómodo entre ellas que con los de su mismo sexo. Extracto de la pieza de Jesús Ruiz MantillaEl texto completo en El País