- El régimen retrasó 15 años la entrada de obras maestras de una generación de autores que marcó una era
- La dictadura no tocó ni una línea a García Márquez
Vargas Llosa, Carlos Fuentes, García Márquez y José Donoso, en los 70 |
Después de que en 1967 el franquismo prohibiera la
publicación de Cambio de piel, de
Carlos Fuentes, Seix Barral recibió la noticia de que tampoco podría editar en
España —como era su intención— Rayuela,
la novela de Julio Cortázar que había visto la luz en Argentina de la mano de
Francisco Porrúa en su sello Sudamericana.
El año anterior, el escritor chileno Luis Harss había
presentado a ambos escritores junto a otros ocho más en Los nuestros, un libro de entrevistas que trascendería por anunciar
el que iba a ser nuevo canon de la literatura latinoamericana. La obra de Harss,
que anticipó una revolución clave en la literatura en castellano, cumple este
año medio siglo. La dictadura retrasó, sin embargo, casi 15 años la llegada a
España de algunos de los autores del boom,
aunque a otros, como a Gabriel García Márquez, no les hicieron cambiar nada en
sus textos.
Los censores franquistas, que evaluaban si cada libro
atacaba “a la moral, a la Iglesia o al Régimen” “aconsejaron” suprimir ocho
páginas de Rayuela en 1967, según consta en los correspondientes documentos que
guarda el Archivo General de la Administración.
Los inmorales Buendía
También se retrasó la publicación en España de Carlos
Fuentes. Aunque en 1966 llegaron 17.000 ejemplares de La muerte de Artemio Cruz, los censores ya habían rechazado otras
tres obras suyas. Los intentos en 1960 de la editorial Hispano Americana de
exportar a España 50 ejemplares de La
región más transparente y otros tantos de Las buenas conciencias fueron rechazados. La primera novela fue
tachada en el informe de la censura de “atea, [con] alusiones políticas
contrarias al régimen, [y] descripciones fuertemente lascivas”; la segunda
presentaba a “personas religiosas como hipócritas, […] y con frases
inconvenientes y escenas de burdel”. Hasta 1973 y 1975, respectivamente, ambas
obras no llegaron a España. Una demora similar padeció Pedro Páramo, de Juan Rulfo, rechazada en 1955, cuando se publicó:
“Hay descripciones crudas de situaciones inmorales”. Hasta 1969 no se pudo leer
en España.
Portada de la primera edición de Cien años de soledad |
La llegada de Manuel Fraga en 1962 al Ministerio de
Información propició una mínima apertura con la Ley de Prensa de 1966. “Se
suprimió la censura previa y se podía publicar lo que se quisiera, pero el
franquismo reservaba el derecho a parar las tiradas si creía que una obra era
ofensiva. Los editores siguieron mostrando los libros para no imprimir uno y
luego ver cómo se paralizaba. En esos años, se siguieron censurando muchas
obras”, recuerda Xavier Ayén, autor de Aquellos
años del boom.
Pese al franquismo, la audacia de las editoriales permitió
que muchas novelas tachadas entrasen de contrabando. Miguel Visor, distribuidor
y librero desde 1959, rememora cómo colocaban los libros prohibidos en la parte
baja de las cajas de importación, ocultas por obras sí permitidas: “No había
librería que no tuviera una sección pirata. Estas novelas las teníamos
escondidas y las vendíamos a gente de confianza”.
Los censores no molestaron, en cambio, a García Márquez. Su
primer libro en España fue La mala hora,
en 1962, pero no sería hasta la publicación en 1967 de Cien años de soledad cuando se editaría en amplias tiradas. El
censor señaló en su informe que la historia de los Buendía no suponía problema
político ni ideológico alguno, aunque “moralmente, presenta un ambiente en el
que predomina la inmoralidad”. El censor autorizó su edición y escribió: “Como
novela, muy buena”.
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