Francisco Rico
Ilustración de Fernando Vicente |
El Quijote […]
confronta las dos grandes direcciones de la […] novela, en principio autónomas:
una antigua, inmemorial, la otra sustancialmente moderna.
La antigua se centra en el relato de sucesos y pasiones
extraordinarias, protagonizado por personajes que reúnen perfecciones de todo
orden y se mueven en escenarios inaccesibles para el común de las gentes, a
menudo con elementos fantásticos o sobrenaturales, en un mundo de nítidas
jerarquías y fronteras entre el bien y el mal. Cervantes ha empezado justamente
su carrera con una de las variedades de esa especie, La Galatea (1585), en la línea de la fábula pastoril de filiación
clásica asociada con el relato sentimental de la tardía Edad Media. Y su última
obra serán Los trabajos de Persiles y
Sigismunda (1617), con su incesante despliegue de peripecias (raptos,
naufragios, maravillas...) que complican el destino de los dos jóvenes y
modélicos enamorados.
Al margen de esa tradición milenaria, desde el siglo XVI
fluye independientemente otra modalidad de escritura: las ficciones que se
presentan como relatos de hechos reales, efectivamente acaecidos; cuya acción
se desarrolla entre las cosas y personas de la vida diaria, y que adoptan las
formas corrientes en los escritos del mundo real: cartas, memorias, biografías,
relaciones, crónicas..., unas veces en primera persona, como en el Lazarillo de
Tormes o en la picaresca […].
Pues bien: la historia de la novela es la historia de la
confluencia del antiguo ideal romancesco y una narrativa moderna inspirada por
la ficción pseudo-real […]. La culminación del proceso sólo se alcanza cuando
la estética más prestigiosa en los siglos XIX y XX acoge en su marco y
superpone a título de iguales la ficción pseudo-real, los simulacros de prosa
de hechos reales, y las especies de ficción que hasta entonces había tenido
como propias el establishment
literario. Pero todo ese proceso está prefigurado ya en el Quijote: el Quijote
adelanta, contiene y en medida importante inventa (no temamos decirlo: inventa)
no ya la novela, sino la historia de la novela.
Por otra parte, la novela se nos presenta hoy como la forma
por excelencia híbrida, polifónica, […]: el género de géneros, el cajón de
sastre donde se mezclan y conviven todas las modalidades literarias y
expresivas. El Quijote, a la altura
de su tiempo, concuerda sustancialmente con esa concepción de la novela que
llegó a formarse el siglo XX.
Extracto del artículo de Francisco Rico. El texto completo en El País
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