lunes, 27 de marzo de 2017

33 palabras en español complicadas de pronunciar incluso para los españoles

La jerga médica y científica está llena de términos casi imposibles de pronunciar: electroencefalografista, desoxirribonucleico o dimetilnitrosamina, por citar solo tres. Pero es que, sin irnos a los tecnicismos, el español, este idioma rico, bello y tan inspirador, presenta decenas de palabras de uso habitual que incluso a nosotros, los propios hispanohablantes, nos resultan tremendamente complicadas de vocalizar con soltura.

Las razones son variadas. Por un lado, como apunta Carmen Pérez Araujo, logopeda del centro ISEP Clínic Madrid, si no hay un problema físico y sabemos pronunciar todos los sonidos, “la complicación reside en las combinaciones que se producen, porque cuantas más consonantes seguidas, más difícil nos resultará la palabra. Como transgresor, Israel o monstruo”. Por otro lado, a la hora de vocalizar con destreza, la dificultad de la palabra puede presentarse por el hecho de usarse con muy poca frecuencia. “La palabra transportista tiene dificultad porque algunas de sus sílabas están formadas por muchas consonantes; mientras que caleidoscopio presenta más complicación por su escaso uso que por los fonemas o sonidos que contiene”, especifica la propia Pérez Araujo.

Rebuscando entre esas voces que suponen un auténtico martirio, incluso para el más refinado castellano, hemos querido saber por qué palabras más o menos sencillas acaban siendo alteradas y mal dichas; por qué metacrilato puede ser una bomba de relojería en un discurso; esparadrapo, el desencadenante de nuestra mala imagen como oradores, y pasteurizado, en caso de que no prestemos atención a la articulación, acabe con nuestra paciencia y la de nuestro oyente.

Las trampas de la mente
Debemos tener presente los mecanismos, a veces tramposos, del cerebro. Falsas identificaciones de una palabra con otra, por ejemplo, pueden empujarnos a cometer torpezas incluso en términos muy sencillos. De muestra, el misterioso caso de viniste. ¿Por qué decimos mal algo aparentemente tan fácil? “Es un problema de analogía morfológica con la segunda persona vienes y que entra dentro de la estimación social de la forma vinistes a la que la norma actual considera vulgar y que considera que no debe utilizarse”, explica el académico Blecua. Que quede claro: la segunda persona del singular del pretérito perfecto simple del verbo venir no es vinistes ni veniste, sino viniste.

La lista de palabras mal dichas y aquellas que se convierten en puro trabalenguas es larga: ventrílocuo, idiosincrasia, institucionalización, cronómetro, antihistamínico…

El nivel cultural
Bien por un escaso nivel intelectual del hablante o por el entorno en el que nos hallamos, también se puede meter la pata, y hasta el fondo. Por ejemplo, se puede llegar a decir esparatrapo en vez de esparadrapo solo porque las últimas sílabas de la primera versión suenan a algo familiar; y, quizás, haya a quien el término correcto le resulte totalmente desconocido.

Por otra parte, habría que contar con los malos hábitos que hemos ido adquiriendo y que nunca hemos corregido. “Puede ocurrir que la primera vez que se escuchó una palabra se hizo lo que llamamos una discriminación auditiva, es decir, no procesamos la palabra exacta como era, sino que se hizo una aproximación a cómo se dice porque los fonemas a nivel auditivo son muy similares, se sustituye uno por otro y se acaba interiorizando como si la palabra estuviera bien dicha. Suelen ser fallos que se extienden no solo al individuo, sino a su entorno. Por ejemplo: palacana en vez de palangana; furboneta en vez de furgoneta; cocreta en vez de croqueta; y abuja en vez de aguja. "Esto nos puede ocurrir al escuchar una palabra por primera vez, tanto cuando somos niños como, incluso, ya de adultos”, advierte la experta logopeda.

Hay abundantes ejemplos de estos errores: idiosincracia en lugar de idiosincrasia, midicina por medicina; acituna por aceituna; pediórico por periódico; o tortículis en lugar de tortícolis. Más en El País


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