miércoles, 14 de septiembre de 2016

La feliz resurrección de los fantasmas

Ilustración de Ana Juan
Los fantasmas siempre han encontrado un resquicio para fascinar al ser humano. “Aunque existen ejemplos de relatos de fantasmas ya en el siglo XVIII, como La aparición de Mr Veal (1706), atribuido a Defoe, el momento de mayor esplendor coincide con el periodo de auge cultural vivido durante la época victoriana en Inglaterra, en la segunda mitad del siglo XIX”, recuerda Juan Luis González, uno de los editores de Valdemar, especializado en el género. Grandes escritores han alentado esos miedos.

Sombras en España
España no ha gozado de una gran tradición literaria. “Por varios siglos de rechazo eclesiástico de todo lo fantástico, que compite con lo sobrenatural, un rechazo muy influyente en el mundo llamado culto...”, lamenta José María Merino. Pero el escritor y académico destaca ejemplos: en el siglo XVII, Posada del mal hospedaje, de Lope de Vega, o el “convidado de piedra” que se lleva a El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina; en el XIX, Maese Pérez el organista, o el personaje que regresa de El monte de las ánimas, de Bécquer; en el XX, las Crónicas del sochantre, de Álvaro Cunqueiro; o Pedro Páramo, del mexicano Juan Rulfo…”.

No es un género fácil al contar con dificultades para que sus relatos sean creíbles, revela Cristina Fernández Cubas. Aunque, agrega la narradora, “pueden resultar auténticas joyas. Y hasta donde la memoria me alcanza, considero las Leyendas de Bécquer y algunos cuentos de Pedro Antonio de Alarcón y Emilia Pardo Bazán auténticos hitos en este mundo oculto. Mundo siempre presente entre los autores de América Latina”.

Metamorfosis en el siglo XXI
Esas narraciones de desvelos han estado conectadas con la moda, y la moda de lo gótico se ha convertido en nicho, explica Roger Clarke, autor de La historia de los fantasmas: 500 años buscando pruebas (Siruela). Para este investigador “lo que la gente ha querido son diferentes clases de fantasmas que parecen cumplir diversas funciones. Ahora es la vuelta de fantasmas a la usanza del XIX, pero se les ayuda a aceptar que están muertos y a seguir adelante, en lugar de interrogarlos sobre el más allá”.

El arquetipo se ha entrelazado con el de los zombis y los vampiros. Para Merino, “los zombis representan a una mayoría inerte y desmemoriada, capaz de cierta radical y golosa antropofagia, y el vampiro pertenece a una sanguinaria especie que simbólicamente define muy bien ese mundo de corrupción sin escrúpulos que crece alimentándose del patrimonio colectivo para empobrecernos a todos…”.

Historias indisociables de la psicología y la cultura, afirma González. Parece, añade el editor, que “los miedos colectivos suelen encontrar su expresión y su catarsis en este tipo de ficción”. Cita, entonces, a David J. Skal y su ensayo, Monster Show (Valdemar), “donde muestra cómo ha cambiado el cine y la literatura de terror desde los años treinta del siglo XX, y la evolución de los miedos”.

Esa metamorfosis de los fantasmas se aprecia, sobre todo, en la industria audiovisual, como se leerá este otoño en El Imperio del Mal. El cine de terror norteamericano post 11-S (Valdemar), de Antonio José Navarro. “La industria cinematográfica explota la inspiración de los géneros literarios”, aclara Baltasar. Y agrega: “El artificio industrial con sus imitaciones destruye el fundamento de la ficción: la sospecha de que ahí se alberga algo más verdadero, algo que nos concierne vitalmente. Justo lo que no encontramos en la industria del entretenimiento”.

En el siglo XXI hay dos clases de fantasmas, asegura Rafael Argullol: “Los que se mueven en el resquicio de almas errantes y los náufragos que deambulan por su cuenta. Estos segundos son consecuencia de nuestro tiempo de perfiles y referencias poco nítidas. En otras épocas, quien andaba perdido tenía recursos como una ideología, una religión, una filosofía o un pensamiento colectivo que le encausaba. Hoy, la ausencia de esos referentes nos ha convertido en seres deslizantes. Estamos infirmitas a la deriva”.

La procesión de fantasmas no cesa. El penúltimo, desvela Argullol, “procede de las confusiones entre la realidad y la fantasmagoría. Esa especie de espectro de mundos virtuales en que vivimos ha creado una forma de vivir el fantasma”.

Fragmento del texto de WINSTON MANRIQUE SABOGAL. Se puede leer completo en El País


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