sábado, 30 de julio de 2016
miércoles, 27 de julio de 2016
13 óptimas palabras con la O
La letra O en el alfabeto egipcio tenía la forma de un ojo
mirando de frente, en un dibujo que los fenicios simplificaron. Inicia el 1,58%
de las palabras del diccionario, siendo la decimoséptima, aunque aparece un
8,68% de las veces en cualquier texto, si no tenemos en cuenta el orden. De
hecho, es la tercera letra más frecuente después de la E y la A.
Obliterar. Anular, tachar, borrar. En medicina, obstruir o
cerrar un conducto o cavidad.
Oblito. Cuerpo extraño olvidado en el interior de un
paciente durante una intervención quirúrgica.
Ocal. Dicho especialmente de algunas frutas, como la pera y
la manzana: Muy gustosas y delicadas.
Occiso. Muerto violentamente.
Oclocracia. Gobierno de la muchedumbre o de la plebe.
Ojienjuto. Que tiene dificultad para llorar.
Onicofagia. Costumbre de comerse las uñas.
Opado, da. Presumido (vano, orgulloso). Dicho del lenguaje:
Afectado, redundante e hiperbólico.
Ortoepía. Arte de pronunciar correctamente.
15 libros que tu hijo adolescente debe leer (aunque tú desearías que no)
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domingo, 24 de julio de 2016
7 palabras nada ñoñas con la Ñ
Ilustración: Luis Demano |
Esta letra es muy poco frecuente: en cualquier texto,
aparece 0,31 veces de cada 100, solo por encima de la X, a la W y a la K.
Comienza aún menos palabras, el 0,09%.
Eso sí, lo compensa con una historia interesante. En la Edad
Media ya se representaba el sonido de la ñ con dos enes seguidas. En los
monasterios, los monjes dieron con una solución para economizar letras y
esfuerzo, poniendo una pequeña línea sobre la n. Esta tilde o virgulilla,
explican en Curiosidario, “representaba a una n pequeña y ‘achatada’”. Y añade
que “lo mismo sucedió en portugués con «an» y «ã»”.
La ñ fue motivo a principios de los 90 de una riña entre el
Gobierno español y la Unión Europea, debido a la exigencia comunitaria para que
España no prohibiera importar ordenadores sin esta letra. En 1993, se salvó
esta medida gracias al Tratado de Maastricht, “que admite excepciones de
carácter cultural”.
En España, desde 2007 se pueden registrar dominios en
internet que incluyan una ñ, como por ejemplo españacultura.es, del Ministerio
de Educación, Cultura y Deporte.
Y ya, sin más dilación, pasamos a estas palabras que pueden
ayudar a ganar alguna partida de Scrabble. Ocho puntos vale. Ocho.
Ñagaza. Añagaza (señuelo para coger aves).
Ñapa. Añadidura, especialmente la que se da como propina o
regalo.
Ñaque. Compañía ambulante de teatro que estaba compuesta por
dos cómicos. También, conjunto o montón de cosas inútiles y ridículas.
Ñiquiñaque. Persona o cosa muy despreciable.
Ñoño. Dicho de una cosa: Sosa, de poca sustancia. Dicho de
una persona: Sumamente apocada y de corto ingenio.
El neoespañol de aeropuerto
Los viajes de estas fechas dan ocasión de toparse con el
neoespañol de la navegación aérea. Por ejemplo, “overbooking” (sobreventa,
saturación), “slot” (permiso, hueco), “business” (preferente), “low cost”
(barato), “finger” (pasarela, manguera), “hub” (nudo), “tomar tierra”
(aterrizar), “doméstico” (interior) o “abordar” (embarcar).
Puede que uno de los primeros términos que salgan a su
encuentro en el aeropuerto tenga que ver con la facturación de las maletas, que
llegarán hasta el avión mediante lo que ahí se llama “handling”. Quien sepa
inglés no encontrará problemas en traducirlo ("manejo",
"trato"), quien tenga experiencia aeroportuaria deducirá de qué se
trata y quien sienta alguna pulsión cultural de aprecio a su propia lengua se
preguntará si no se podría llamar a eso “maletería”, de perfecta formación pero
de escaso uso.
El viajero oirá poco después que tienen preferencia de
embarque “los adultos viajando con niños”. Ese gerundio le sonará extraño;
porque en su lenguaje habitual habría dicho “los adultos que viajen con niños”;
y si habla inglés pensará quizás que alguien expresa con palabras castellanas
lo que piensa con sintaxis ajena.
Una vez en el aparato, tal vez lea este aviso colocado ante
su asiento: “Abróchese el cinturón mientras esté sentado”. Algo imposible de
cumplir, claro. El adverbio de tiempo “mientras” implica duración, por tanto,
la literalidad del aviso significa que debemos abrocharnos el cinturón
continuamente durante todo el rato en que estemos sentados, algo insoportable
en un vuelo de ocho horas. Así pues, a la idea de duración le convendría un
verbo también durativo: “Mantengan abrochados sus cinturones mientras estén
sentados”.
viernes, 22 de julio de 2016
La vida en juego
Donde pongo la vida pongo el fuego
de mi pasión volcada y sin salida.
Donde tengo el amor, toco la herida.
Donde pongo la fe, me pongo en juego.
Pongo en juego mi vida, y pierdo, y luego
vuelvo a empezar, sin vida, otra partida.
Perdida la de ayer, la de hoy perdida,
no me doy por vencido, y sigo, y juego
lo que me queda; un resto de esperanza.
Al siempre va, mantengo mi postura.
Si sale nunca, la esperanza es muerte.
Si sale amor, la primavera avanza.
De Sin esperanza, con
convencimiento (1961)
Literatura ‘queer’
- La literatura gay existe como etiqueta de producción, y también como canal de expresión de un universo fantasmático que representa una experiencia de disidencia
- Utilizar esta categoría es una manera de dar carta de naturaleza a las posibles (plausibles) relaciones entre escritores homosexuales en términos de creatividad
Alberto Mira
Alberto Mira |
El escritor Gore Vidal siempre cuestionó que el deseo
homosexual fuera una posición que marcase la creatividad y por lo tanto rechazó
con sarcasmo la etiqueta “literatura gay”. […] Vidal no está solo en su rechazo
hacia la idea de que exista una literatura gay (y “existir” es un término más
problemático que “literatura” o “gay”): en nuestro país escritores que no
tienen problemas de armario como Luisgé Martín, Álvaro Pombo o José Luis
Collado han justificado una distancia similar frente al término. A menudo esta
corriente justifica su posición mediante dos lemas: “no me gustan las
etiquetas” (preferido por escritores homosexuales) o el legendario “la
literatura no es gay ni heterosexual, es sólo buena o mala” (favorecido por críticos
heterosexuales).
Pero también existe gente como Edmund White, Tom Spanbauer,
Luis Antonio de Villena o Eduardo Mendicutti, que no ven problema alguno en
etiquetar y, aunque sus propuestas sean distintas, explicar los términos en que
se propone la etiqueta: escritores gais, sugieren, perciben el mundo de una
manera que no puede sino colorear la literatura que producen. Etiquetar no es
proponer esencias, es llamar a las cosas del mundo; hay que perder el miedo a
las etiquetas, devolverles un carácter precario y abierto; las cosas pueden
tener más de un nombre y ningún nombre agota lo que la cosa es. Aunque sus
libros no sean solo gais (ningún libro es “solo” nada), son, inevitablemente,
literatura gay. Algún otro caso como Jeanette Winterson se inició promocionando
su lado “gay” para, cuando obtuvo éxito comercial, intentar una calculada
distancia. Y es cierto que las grandes editoriales prefieren esquivar la
etiqueta porque está en su lógica llegar “a todos” y saben que lo gay puede
alienar a parte del público, mientras que las editoriales especializadas la
abrazan. Al final parece ser que de lo único que hablamos aquí es de
posicionamiento en el mercado y de estrategias de venta. No es el único modo en
que se puede hablar de literatura.
[…] La literatura gay existe sin duda como etiqueta de
producción y de consumo, y también existe como canal de expresión de un
universo fantasmático que no es heterosexual, que representa una experiencia de
disidencia y que, además, mira la heterosexualidad desde fuera. […]
El binarismo homo/hetero es central en el imaginario
cultural. Dada la importancia de los modelos heterosexuales en la construcción
de nuestros fantasmas, apostar por fantasías o modos de desear alternativos no
es cosa baladí. No hablamos simplemente de temática, es también cuestión de
mirada, del lugar desde el que se escribe, de la comunicación con un lector
que, idealmente, no tiene por qué ser homosexual. Esto no implica que la
literatura homosexual sea necesariamente una etiqueta rígida. En El público, de Federico García Lorca,
hay una obra homosexual dentro de una obra de vanguardia que asimila la óptica
surrealista (o viceversa: a veces las prioridades del crítico no son las del
autor). Que se acepte que “vanguardia” o “surrealismo” son etiquetas útiles
para el estudio de la obra pero que se evite situarla en estructuras
emocionales homosexuales de los años treinta sólo puede ser resultado de
prejuicios.
www.trentqueercollective.com |
Por otra parte, un significante en una novela puede tener más de un
sentido. Las protagonistas femeninas de ciertas obras de Álvaro Pombo no están
ahí necesariamente porque Pombo sea homosexual, pero dada la prominencia de las
identificaciones con modelos femeninos por parte de autores de la tradición
homosexual, resulta fructífero leerlas en esos términos y probablemente hay
algo que une la experiencia del escritor con su decisión de crear esos
personajes y articular sus voces. Aunque sólo el análisis puede proporcionar
respuestas, no es lícito descartar la hipótesis de que la decisión de Pombo
pueda relacionarse, en cierto modo, con decisiones similares de Tennessee
Williams, Todd Haynes, Pedro Almodóvar, Reiner Werner Fassbinder (su Petra Von
Kant, Maria Braun o Veronika Voss) o Truman Capote. O nuestro Ángel Vázquez,
autor de La vida perra de Juanita Narboni,
una gran novela sobre una mujer locuaz al borde de un ataque de nervios. Hablar
de “literatura gay” es una manera de dar carta de naturaleza a las posibles
(plausibles) relaciones entre Pombo y Vázquez en términos de creatividad, es
establecer cierta conexión entre ellos a partir de fuentes de inspiración.
Es verdad que más allá de cuestiones esencialistas, las
dificultades para aceptar la etiqueta están implícitas en el propio término
“gay”: politizado, reduccionista, que no recoge (ni lo pretende) toda la
experiencia más allá de los (también reduccionistas) patrones de la
heterosexualidad oficial. Para muchos hoy en día “gay” es sinónimo absoluto de
“homosexual”, pero la historia es algo más compleja. […]. Así, Edmund White, Larry Kramer, Andrew
Holleran, Luis Antonio de Villena o Mendicutti serían claramente escritores
gays mientras que la etiqueta es mucho más problemática cuando se aplica a
Lorca, Patricia Highsmith, Oscar Wilde o Jean Genet, dado que adquiere
prominencia en determinadas circunstancias y a partir de cierto momento.
En este sentido las acusaciones de reduccionismo están
plenamente justificadas. Pero, ¿y si, al menos provisionalmente, llamamos las
cosas de otro modo?. […] ¿Y si proponemos un término que permita incluir sin
reparos a Highsmith, Lorca, Cernuda, James, Proust, Gide, Genet, Winterson,
Pombo, Juan Goytisolo o Vidal al tiempo que White, Mendicutti, Terenci Moix o
Kramer? El caso es que ese término existe. Desde los años noventa del siglo
pasado, las limitaciones de “gay” apuntadas se superan a través del concepto
“queer”, que introduce Teresa de Lauretis como intento de identificar
(etiquetar al fin) modos no heterosexuales de identidad y deseo. Se refiere a
identidades que no se ciñen al modelo heteronormativo mayoritario, que no acaban
de encajar en las fantasías sobre sexualidad que se promueven por defecto.
[…] La literatura de la experiencia queer no tiene por qué tener contenidos explícitamente queer. La poesía de Vicente Aleixandre
necesitaría atención desde esta perspectiva utilizando marcos que visibilicen
(en lugar de ocultar) el significado de su excentricidad, y estudios sobre Hart
Crane muestran atisbos de una experiencia queer
recodificada hasta resultar casi invisible. Otras veces, se ha manifestado como
lucha o como trauma, pero también como triunfo: para muchos identificarse con
“eso”, con lo abyecto, fue, hasta antes de ayer, una verdadera revolución
vital, que ha dado lugar a una voz determinada, con una especificidad literaria
que se manifiesta en corrientes sentimentales o estéticas. Conceptos como
traición o abyección en la obra de Jean Genet son incomprensibles si no se
tiene en cuenta esta lucha, y el análisis de la lucha de Gore Vidal por
encontrar un final adecuado para La
ciudad y el pilar de sal no se entiende si no entramos a fondo en las
dinámicas sobre representación de lo queer
en la América de los años cuarenta.
[…]
Todo escritor consciente de su evolución y de sus sinapsis
con la cultura dominante (que incluye configuraciones de la sexualidad y el
deseo) tendrá que negociar sus tensiones, su yo frente a lo otro. Y la
negociación llevará, a menudo, a las mismas cuestiones, que acaban siendo lugares
comunes de esa experiencia queer (y
me centro aquí en la experiencia masculina): teatralización, matrocentrismo,
identificación con posiciones femeninas (especialmente la diva o la “mujer
fuerte”), esnobismo, ironía camp, parodia, énfasis en el estilo, transgresión […].
Podemos reconsiderar cómo llamamos las plasmaciones de esta
excentricidad, y queda dicho que llamarlo “literatura gay” puede no ser lo más
oportuno. Pero resulta innegable que creamos desde una posición, que esa
posición está marcada, entre otras cosas por el género, que nuestra experiencia
dentro del entramado de género en una cultura es parte central de nuestras
vidas y que, por supuesto da lugar a temas y estilos en la práctica artística
que son compatibles con otras corrientes. Por volver a lo dicho, si se puede
hablar de “literatura surrealista”, al fin y al cabo un movimiento generado a
partir de un cambio de perspectiva hacia las implicaciones de la realidad,
ciertamente podemos llamar “literatura homosexual/gay/queer” a los textos que reconocen ciertas corrientes culturales y
emocionales que divergen de mitologías y promesas de la visión ortodoxa basada
en la heterosexualidad.
Extracto del artículo de Alberto Mira. El texto íntegro en InfoLibre
viernes, 15 de julio de 2016
15 notables palabras con la N
Ilustración: Luis Demano |
La letra N proviene de la letra semítica nûn, que
representaba la imagen de una serpiente, al igual que en los jeroglíficos
egipcios. Está al inicio del 1,46% de las palabras del diccionario, siendo la
decimoctava en el ranking. Eso sí, en el total de un texto, su frecuencia es
mayor: un 6,71%, siendo la sexta letra más usada en español. Más incluso que la
M.
Narina. Cada uno
de los orificios nasales externos.
Nefando. Indigno,
torpe, de que no se puede hablar sin repugnancia u horror.
Nefario.
Sumamente malvado, impío e indigno del trato humano.
Nefelibata. Dicho
de una persona: Soñadora, que no se apercibe de la realidad.
Nefología.
Estudio de la evolución y movimiento de las nubes.
Nemoroso.
Perteneciente o relativo al bosque. También, cubierto de bosques.
Nictálope. Dicho
de una persona o especialmente de un animal: Que ve mejor de noche que de día.
Y, también, casi lo contrario: Dicho especialmente de una persona: Que tiene
dificultad para ver de noche o con luz escasa.
Noctívago.
Noctámbulo.
Niquiscocio.
Negocio de poca importancia. Cosa despreciable que se trae frecuentemente entre
manos.
Nonada. Cosa de
insignificante valor. Nada.
Numen. Deidad
dotada de un poder misterioso y fascinador. Cada uno de los dioses de la
mitología clásica. Musa (inspiración del artista).
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Más en El País
Excursiones al pasado
- Ya se trate de romanos en China o de samuráis en Sevilla, todo cabe en una novela histórica
Carlos García Gual
Tal vez el verano sea un buen momento para leer novelas
históricas. Las vacaciones animan a hacer excursiones a otros tiempos y, a
falta de otra máquina más eficaz para los viajes a otras épocas, uno puede
recurrir a lecturas de intriga para periplos imaginarios a escenarios de vivaz
colorido y atractivos personajes. El escenario, que aquí no es sólo un decorado
más o menos extraño, sino la evocación animada de otro marco histórico, resulta
casi tan importante como la trama misma, aunque sea ésta lo que determina que
la novela atrape o no al lector. Los aficionados a este género tienen algunas
novelas recientes que invitan a reencontrase con temas y figuras de un pasado
reconstruido en tramas de extraordinario dramatismo muy distintas entre sí.
El cruce entre la novela histórica y la de aventuras (otras
veces la policiaca) suele dar excelentes relatos. El samurái de Sevilla, de
John J. Healey, es un claro ejemplo. En 1614, a Sevilla llega una embajada de
nobles japoneses, en un temprano intento por poner en contacto las dos culturas
lejanas e impulsar la difusión de la fe católica y el comercio en el Extremo
Oriente. En ella está el samurái Shiro, protagonista de lances de espada y
amores ardientes en la sociedad sevillana y en la corte de Felipe III (el rey
tiene un buen papel en el relato). Healey narra muy bien los episodios de una
trama que bordea el melodrama romántico. La evocación de esa sociedad
tradicional y esa atmósfera de la antigua Sevilla, con sus tipos nobles y sus villanos
y sus apasionantes damas, está muy lograda. Tanto el ritmo y el colorido
emotivo como la ágil construcción del relato invitan a leerlo con fervor y de
un tirón.
Con La legión perdida cierra Santiago
Posteguillo la trilogía que ha dedicado a la época imperial de Trajano. Este
tercer tomo renueva sus caminos y escenarios inmensos, desde Roma hasta la
Mesopotamia del imperio parto y al imperio chino, relata las aventuras viajeras
de varios personajes e impone una tensión frenética a sus escenas, tanto de
espectaculares batallas como en los trágicos encuentros personales.
También El hijo de César evoca la Roma
clásica. Octavio, proclamado “hijo de César”, que heredó el poder y se
convirtió en “Augusto”, es el protagonista de esta magnífica trama epistolar.
John Williams publicó esta novela con gran éxito en 1972. Es una recreación
tersa y admirable animada por las voces de los primeros actores de una época
trágica y trascendental: Cicerón, Bruto, Casio, Marco Antonio y algunas figuras
femeninas revelan su intimidad por medio de sus cartas, redactadas con gran
finura psicológica.
Mientras, José Luis Corral, acreditado maestro del relato
histórico, vuelve al espacio y la época que conoce más a fondo: la España de
los Reyes Católicos. Los Austrias. El vuelo del águila
tiene como protagonista indiscutible a Fernando de Aragón. En una dinámica
serie de diálogos, la trama evoca con buen ritmo los vaivenes y conflictos de
unos tiempos turbios de honda agitación: la muerte de Felipe el Hermoso,
intrigas en torno a la loca reina cautiva, Cisneros, el Gran Capitán,
conflictos con Francia y los berberiscos, el fracaso de Fernando de lograr un
hijo de su nueva y joven esposa…
Por su parte, El impresor de Venecia, de Javier
Azpeitia, nos introduce en la Italia renacentista, donde la joven imprenta va
mostrando —desde finales del siglo XV— su poder de difusión cultural. Azpeitia
es un buen conocedor de ese ambiente y un narrador de muy ágil estilo, de modo
que su recreación de ese ambiente libresco y de esa sociedad —robo de
manuscritos, trucos mercantiles, fervores epicúreos, damas cultas y lances
eróticos— resulta enormemente atractiva.
sábado, 9 de julio de 2016
23 magníficas y meritorias palabras con la M
Ilustración: Luis Demano |
La letra M procede de la letra fenicia mem y del jeroglífico
egipcio que simbolizaba el agua. Es la sexta letra en número de palabras
iniciales: el 6,1%. En cuanto a su frecuencia en cualquier texto, hay 3,15 emes
por cada 100 letras, siendo la decimotercera letra más frecuente.
Macarelo. Hombre pendenciero y camorrista.
Machucho, cha. Dicho de una persona: Entrada en años. Dicho
de una persona: Juiciosa y experimentada.
Mador. Ligera humedad que cubre la superficie del cuerpo,
sin llegar a ser verdadero sudor.
Mainel. Barandilla de una escalera.
Malsín. Cizañero, soplón.
Mamacallos. Hombre tonto y pusilánime.
Mandria. Apocado, inútil y de escaso o ningún valor.
Mareta. Movimiento de las olas del mar cuando empiezan a
levantarse con el viento o a sosegarse después de la borrasca. Rumor de
muchedumbre que empieza a agitarse, o bien a sosegarse después de agitación
violenta. Alteración del ánimo antes de agitarse violentamente, o cuando ya se
va calmando.
Maula. Dicho de una persona: Tramposa o mala pagadora. Dicho
de una persona: Perezosa, inepta, que no cumple con sus ocupaciones o no vale
para ellas.
Metemuertos. En el teatro, hombre encargado de retirar los
muebles en los cambios escénicos. También, entremetido, servidor oficioso e
impertinente.
Misoneísmo. Aversión a lo nuevo.
Morigerado, da. Bien criado, de buenas costumbres.
Mogrollo. Gorrón (que vive a costa ajena). Sujeto tosco y
que no tiene cortesía.
A ver quién traduce esto (2): 14 expresiones que solo entendemos los españoles
Elena Horrillo
¿Por qué en casi todas las frases hechas en español
referirse a la izquierda es algo negativo salvo en la expresión “tener mano
izquierda”? Esa lógica pregunta se hacía una de las alumnas francesas de
Alberto Buitrago, autor del libro Diccionario
de dichos y frases hechas y profesor de español para extranjeros en la
Universidad de Salamanca. Se le escapaba la excepción de esta locución que nace
del toreo, donde el diestro toma el capote con la zurda.
“En el fondo este tipo de expresiones son las que distinguen
a un buen hablante de una lengua, el hecho de que sepas utilizarlas y sobre
todo que seas capaz de encajarlas en el contexto adecuado”, asegura Buitrago
que, además de recogerlas en su libro, las enseña en sus clases por
considerarlas fundamentales. Para hacerlo, es imprescindible ponerlas “siempre
en contexto y muchas veces jugando con el sentido literal”. Las confusiones,
cuenta, son muy habituales; no es lo mismo estar hecho polvo que echar un polvo,
y es que encajar estas frases correctamente es un verdadero reto que hay que
tomarse con paciencia y humor.
A buenas horas,
mangas verdes
Es una de las expresiones más oídas por los impuntuales,
vistan del color que vistan. Se utiliza para decirle a alguien, no solo que
llega tarde, sino que lo hace completamente a destiempo, cuando la película ya
ha empezado, el bar ha cerrado o cualquiera que sea el propósito de la cita ya no
tiene ningún sentido. Para averiguar su origen hay que remontarse a tiempos de
los Reyes Católicos y conocer a los cuadrilleros de la Santa Hermandad,
considerados uno de los primeros cuerpos policiales organizados de Europa. Su
uniforme se componía de un chaleco de piel y una camisa verde por lo que se les
conocía como mangas verdes y su fuerte no era precisamente llegar y pillar a
los delincuentes in fraganti.
Cada palo que aguante
su vela
Según la definición de un Diccionario Marítimo Español de 1861, este modismo se refiere a “que
cada uno desempeñe su encargo, por grave que sea, sin querer echarlo a hombros
ajenos”. En lenguaje marítimo, señalaba que los distintos palos que hay en una
embarcación deben sujetar sus correspondientes tipos de vela y no otros.
De higos a brevas
Esta expresión es la forma frutícola y un poco enrevesada de
decir de tarde en tarde, apuntando al tiempo que pasa entre que una higuera dé
brevas -finales de junio- y que ofrezca higos -finales de agosto-. Porque sí, ambos
frutos salen del mismo árbol solo que en diferentes cosechas; la breva son
higos que no llegaron a madurar la temporada anterior y se mantuvieron
aguardando los primeros calores del año.
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