viernes, 4 de agosto de 2017

¿Cómo vas a gobernar bien si hablas andaluz?

  • El cónsul español en Washington ha sido destituido por un comentario ofensivo que había hecho en su Facebook sobre el atuendo y la forma de hablar de la presidenta de Andalucía. 


¿Cuánto hay de sesgo económico en la crítica social a un acento? Cuando explico a mis alumnos la historia de la lengua española, tengo ineludiblemente que acercarme a esa pregunta. Los castellanos prestigiaron el modelo toledano de hablar mientras Toledo fue influyente. Si los españoles de hoy dicen aún que el modelo de buen hablar español está en Valladolid y en Madrid es porque ambas han sido capitales de España. El hecho de que en Sevilla surgieran en el siglo XVI fenómenos hoy tan extendidos por América como el seseo o la desaparición de vosotros tiene que ver con la capacidad de disidencia lingüística frente a la corte que tuvo la cabeza de Andalucía en la fértil época del comercio indiano, cuando en el puerto de Sevilla atracaban los barcos de América. A mayor capacidad económica de un lugar, más prestigio lingüístico tienen sus rasgos. La gente empieza a hablar distinto, inicia un cambio en la lengua, pero solo consiguen difusión hacia arriba y terminan llegando al habla estándar los fenómenos que resultan prestigiosos porque están respaldados por un núcleo de poder económico o social.

Todos hemos imitado el acento de algún hablante de español alguna vez. La cuestión con el andaluz, sin embargo, rebasa la de los otros acentos que enriquecen la pronunciación (y también la gramática y el léxico) del español general, ya que ha sido tristemente común utilizarlo como arma de denigración al adversario político (¿cómo vas a gobernar bien si hablas andaluz?), como rasgo identificativo de una clase social baja (la asistenta de la serie de turno es siempre andaluza) y como forma de hablar incapaz de usarse para contenidos serios (aunque seas Premio Príncipe de Asturias, si hablas andaluz, lo que dices es gracioso). ¿De quién es la responsabilidad de estos hechos? Seguramente los andaluces hemos consentido demasiado y seguramente las instituciones han consentido demasiado: hasta lo que sé, es la primera vez, con el cese de este cónsul tan sin gracia, que se castiga políticamente a quien menoscaba la forma de hablar andaluza, y hay que felicitar al ministro de Asuntos Exteriores, el jerezano Alfonso Dastis, por la determinación ejemplarizante de su decisión.

Claro que en el español de Andalucía hay rasgos que tienen poco prestigio, y los primeros que los consideramos vulgares somos los propios andaluces, que los usamos en los entornos informales y no en la tribuna pública. He impartido miles de horas de clase en la Universidad de Sevilla hablando con el acento que tiene una sevillana de mi edad, y en ese acento va incluida la alteración de la s, pero no el rotacismo (alcalde > arcarde) que seguramente empleo cuando estoy relajada en un ambiente amistoso. Por cierto, también me entendían en las universidades de Tubinga y Oxford los alumnos extranjeros a los que di clase, que agradecían notablemente que alguien les hablase en la norma de pronunciación más próxima a América, a donde miraban (más que a España) como horizonte profesional. En el andaluz, como en otras variedades, hay un estándar más o menos tácito, que es el que en general emplean políticos y periodistas cuando hablan en público.

No tienen cabida en el estereotipo andaluz que algunos se empeñan en perpetuar el primer gramático del español, el sevillano Nebrija, ni los ocho premios Nobel de Literatura (de once) que proceden de la zona donde se habla la norma meridional (América o Andalucía).


Extracto del artículo de Lola Pons Rodríguez,profesora de Historia de la Lengua en la Universidad de Sevilla, publicado en El País.

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