domingo, 28 de junio de 2015

Valle-Inclán

Luis García Montero | InfoLibre | 28 Jun 2015


Al hablar de sí mismo, Valle-Inclán hizo lo que todas las personas. Pero hay que admitir que exageró de una forma maravillosa. Fue un maestro de la teatralización y empezó por él mismo. Así lo demuestra la admirable biografía La espada y la palabra. Vida de Valle-Inclán (Tusquets, 2015), publicada por Manuel Alberca. Su trabajo minucioso permite desmontar muchas leyendas extendidas por el autor, sus amigos y sus críticos. Nos permite también conocer la realidad histórica de unos de los escritores españoles más admirables del siglo XX.

Feo, católico, sentimental, absurdo, brillante, a veces hambriento, muchas veces acomodado, pendenciero, orgulloso, rey de tertulias y de duelos, de la espada y la palabra, buen padre, ciudadano extravagante, genial escritor, susceptible, injusto, precipitado, bohemio sin abismos, trabajador infatigable, serio al llevar las cuentas de su casa, cargado de contradicciones, elaborador de su propia fábula: don Ramón María del Valle-Inclán.

Valle-Inclán se quedó manco por un bastonazo en una pelea sórdida de café, una estupidez suya y de Manuel Bueno. La vida hubiese contribuido a su leyenda haciéndole perder el brazo en una batalla, un duelo o una aventura con fieras en una selva americana. 
La desgracia no fue quedarse sin brazo, sino sacrificarlo en una historia estúpida, poco digna, un dolor que humillaba en vez de engrandecer el corazón.

Son paradojas de las invenciones y la realidad. Resulta llamativo que un escritor de ideología tradicionalista como Valle-Inclán pudiese escribir obras como Luces de Bohemia o Los cuernos de don Friolera. Pero el tradicionalismo y la creatividad artística renovadora nunca han sido incompatibles. Lo demuestran en muy distintas épocas casos como los de Quevedo o de T. S. Eliot.


Enemigo de los caciques españoles en México, enemigo de Primo de Rivera, pacifista, partidario del divorcio como derecho cívico aunque se convirtiese en un problema para él, sublimador de ideales socialistas, solidario con los represaliados de la Revolución de Asturias, la verdad es que el descubrimiento del vacío de su viejo tradicionalismo lo condujo a escribir una obra radical y también a establecer amistad con los sectores más avanzados de los años republicanos.

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