miércoles, 2 de octubre de 2013

Nuevo Diccionario Histórico del Español en la Red

oEl País1 OCT 2013


El Nuevo Diccionario Histórico del Español —cuyo avance se ha hecho coincidir en estos días con la celebración del tercer centenario de la Academia—- se define como una obra “relacional”, que descubre los vínculos entre las distintas formas y los diferentes significados. La novedad reside en el cambio de los medios, pero también en el método. Ya no se trata de avanzar con papel y bolígrafo, sino con potentes ordenadores; y no por orden alfabético, sino por familias léxicas; no se busca tanto la extensión como la profundidad. El resultado sólo estará disponible en la Red (www.rae.es, a partir del enlace “Fundación Rafael Lapesa”).

Construir un diccionario histórico requiere —también hoy— de una paciencia infinita, porque las palabras se anudan unas a otras y a veces la cuerda que las enlaza no se termina nunca. El cañón denominado “lombarda” (seguramente porque procedía de Italia) se transformará a partir del siglo<TH>XV en “bombarda”, y de ahí saldrán luego “bombardear”, “bombardero” o “bombardeo”, y hasta se llegará regresivamente a dotar a “bomba” de la acepción de “proyectil”, distinta de aquella que servía para garantizar el riego. De modo que un fino cordel anuda a la lombarda, al avión que bombardea, al que lanza las bombas y al que se apunta a un bombardeo; mientras que por otro lado se enlazan la bomba hidráulica y quien la maneja, que ya no es un bombardero sino un bombero. El fuego y el agua se intercalan en la historia de la palabra.

“Ahora”, explica José Antonio Pascual, “estamos metidos de lleno en el campo de los instrumentos musicales y en el de los instrumentos de guerra. También llevamos ya estudiado un grupo importante de palabras referidas a las enfermedades; y estamos empezando con lo que podríamos llamar conceptos intelectuales, que suponen un verdadero reto. Y tenemos hechas en borrador una serie de voces de recipientes".
Para ello, Pascual y Mar Campos Souto —su mano derecha, profesora de la Universidad de Santiago— trabajan codo con codo con tres lexicógrafos, dos en la Academia y otro en en el Instituto de Investigación de San Millán de la Cogolla (Cilengua). Eso sí, muy apoyados por un pequeño grupo de informáticos de la Academia. Nada que ver con los 140 filólogos que dedicó Francia durante 50 años a elaborar su diccionario histórico. El presupuesto del proyecto español ha sufrido además un notable recorte, al pasar en 2011 de 800.000 euros a unos 200.000, dinero con el que se pagan las licencias informáticas, el equipo investigador (ahora más reducido) y el personal de apoyo.


Con todo, este pequeño grupo aspira a estudiar a medio plazo unos 50.000 lemas; y sus integrantes sueñan con que algún día verán definidos unos 100.000 (el Diccionario contiene cerca de 90.000 vocablos del uso actual). En el corto plazo se han propuesto dejar listos 25.000 lemas, que formarían un tejido ya bien trabado para describir una parte importante de la historia del léxico del español. Leer más

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