miércoles, 19 de diciembre de 2018

´La casa de Bernarda Alba´ es la historia de Frasquita Alba


  • La casa de Frasquita Alba en la realidad, la de Bernarda en la literatura, ha sido restaurada y se suma a los lugares lorquianos de Granada



La casa de Bernarda Alba es la historia de Frasquita Alba, sus hijas, sus criadas y José Benavides —Pepe, El Romano, en el drama literario—, casado con una de esas hijas y vuelto a casar con otra años después. Todo ocurrió en el pueblo granadino de Asquerosa, ahora Valderrubio, a principios del siglo XX. Allí se trasladó Lorca siendo un niño de 8 años y allí vivió entre 1906 y 1907. Posteriormente, volvería algunos veranos de su infancia y juventud. Y así, pared con pared a la casa de su tía Matilde, según contó el escritor a un amigo, “vivía doña Bernarda, una viuda de muchos años que ejercía una inexorable y tiránica vigilancia sobre sus hijas solteras. Prisioneras privadas de todo albedrío, jamás hablé con ellas, pera las veía pasar como sombras, siempre silenciosas y siempre vestidas de negro”. Aquella casa, la de Frasquita en la realidad, la de Bernarda en la literatura, ha sido restaurada y desde esta semana se suma a los lugares lorquianos de la provincia de Granada. La historia de Bernarda, de sus ocho años de luto y el recorrido teatral de ese drama quedan ahora a la vista del público que la visite.

La casa de Frasquita Alba ha sido restaurada y forma
parte de los lugares lorquianos de Granada
La historia de Bernarda Alba nace de la necesidad del joven Lorca de fisgonear en las conversaciones de sus vecinos para entender por qué viven en un “infierno mudo y frío en ese sol africano, sepultura de gente viva bajo la férula inflexible de cancerbero oscuro”, contó Lorca a Carlos Morla Lynch. Y elemento fundamental en ese fisgoneo, en esa necesidad de comprender, es el pozo medianero que compartían los Alba y la tía Matilde. Un pozo, entonces sin agua, según el poeta, al que bajaba él de joven porque desde allí oía las conversaciones del otro lado. “Para espiar a esa familia extraña cuyas actitudes enigmáticas me intrigaban”, explicó Lorca. Ese pozo, hoy ya con agua, forma parte del nuevo centro lorquiano de Valderrubio, inaugurado por la presidenta de la Junta de Andalucía y con la sobrina nieta del poeta, presente y “llena de emoción” en un acto que redondea la llegada del legado lorquiano a Granada.

Paco Reina, escritor de Valderrubio y especialista en Lorca, explica por qué el joven dramaturgo era visitante frecuente de la casa de la tía Matilde. Aquel pueblo no era entonces un lugar en el que la oferta cultural saciara las necesidades de Lorca. Pero en casa de su tía Matilde estaba, afortunadamente, su prima Isabel que, en lo que podía, saciaba esos deseos de Federico enseñándole música y a tocar la guitarra. Y, probablemente en esas sesiones, Federico se asomaba a ese pozo compartido a escuchar las conversaciones de los Alba. Y a buen seguro que lo que escuchaba era impresionante, porque lo recordó hasta dos décadas después cuando escribió la obra, en 1935. Hacía ya, además, más de una década de la muerte de Frasquita Bernarda Alba. Recuerdos impresionantes y vividos, porque la obra fue escrita en pocos meses. El poeta fue asesinado en agosto de 1936. Nunca llegó a ver representada la obra.

Se estrenó en 1945 en Buenos Aires con gran éxito. La buena relación entre las familias se cortó tan pronto como tuvieron conocimiento del estreno y del contenido de la obra. La nieta de Frasquita e hija de José Benavides demandó sin éxito a los herederos del poeta y pidió su retirada de librerías y teatros. La obra tardó años en estrenarse en España. Más en El País

lunes, 17 de diciembre de 2018

La palabra "puta" fue un eufemismo


Álex Grijelmo
La palabra “puta” (en latín, putta) se convirtió hace siglos en sustituto biensonante de “mujer pública” […]. De tal forma, su significado original de “niña” o “muchacha” desapareció para contaminarse con el que pretendía reemplazar.

Fragmento de la Madonna Sistina, de Rafael Sanzio,
conocido como I putti de Raffaelo
¿Así que “puta” fue un eufemismo?

Pues sí. Esto suena sorprendente hoy en día, salvo que se conozca, o se intuya, la teoría del dominó que formuló el lingüista norteamericano Dwight Bolinger […].

Según esa formulación, las palabras que sustituyen a otras que nos suenan mal (aunque se refieran a lo mismo) tienen una vida limitada porque son sustituidas a su vez tras absorber la fuerza peyorativa de la anterior.

Hemos presenciado muchos casos así en los últimos decenios, al nombrar realidades que preferiríamos que no existiesen. Por ejemplo:

• La palabra “viejos” quedó sustituida en el lenguaje políticamente correcto por “ancianos”, que a su vez se volvió negativa. Llegó entonces “personas de la tercera edad”, que reemplazamos ahora por “personas mayores”.

• Los “países subdesarrollados” se convirtieron en “países del Tercer Mundo” o “tercermundistas”, hasta que eso se consideró un insulto. Así que decidimos denominarlos “países en vías de desarrollo”, locución que empieza a sustituirse por “países emergentes”.

[…]

• Los “mongólicos” recibieron con esa palabra una designación descriptiva, que se tornó perversa. Surgió entonces “subnormales”, impulsada por las propias asociaciones de familiares: “Asociación de Familiares de Niños y Adultos Subnormales” (Afanias). Años más tarde se debió sustituir en el lenguaje correcto por “retrasados” o por “deficientes”, más tarde por “insuficientes mentales” o “discapacitados psíquicos”, y finalmente por “niño con síndrome de Down” o, ahora, “un Down”.

• El juego de los eufemismos desechó en su día los términos “tullidos” y “lisiados” para elegir “inválidos”, pero el efecto dominó aportó “minusválidos”, y luego “disminuidos” y más tarde “discapacitados”. [...] El texto íntegro en El País

martes, 30 de octubre de 2018

La literatura de los niños perdidos en la frontera


  • Obras que cuentan las historias de los menores centroamericanos que emigran solos a EE UU y de los emigrantes que sobreviven en los campos de refugiados en Europa



Entre mayo y junio de 2014 llegaron a la frontera que separa México de Estados Unidos alrededor de 80.000 menores. Ninguno de ellos iba acompañado. Algunos de ellos fueron deportados en 20 días, cuando hasta hacía no demasiado el gobierno estadounidense daba a esos niños en busca de cobijo, en busca de un futuro, de una no muerte segura como la que les esperaba en su país – en El Salvador, Honduras, Guatemala –, dos meses. El guardián, esto es, el familiar que podía pedir su custodia en Estados Unidos, tenía entonces dos meses para buscarse la vida: un abogado y pruebas de que si el niño volvía a su país, corría peligro. Pero la Administración Obama redujo esos meses a 20 días. “Obama no fue un buen presidente en términos migratorios”, dice Juan Pablo Villalobos. 

De hecho, a él le llamaron de una ONG ese año, 2014, para que se personara en la frontera y contara lo que estaba pasando. “Querían un libro con el testimonio de una niña que había viajado con su mejor amiga desde Centroamérica”, cuenta. Pero una vez estuvo allí, la familia no quiso que la niña hablara. Su mejor amiga había muerto intentando llegar a la frontera. La asesinaron en México. Villalobos entrevistó a otro par de chicos. Publicó un relato en inglés y en español. Al poco, su editor estadounidense le llamó para preguntarle si estaría interesado en hacer un libro con historias de esos niños. La voz del niño narrador de Fiesta en la madriguera le convertía en la persona ideal para hacer algo así. Transformar sus historias en literatura. Darles un carácter poderosamente universal.

 “No creo en el activismo literario, es decir, no es lo mío. Yo me acerqué a las historias de estos chicos con pudor, buscando mi lugar. ¿Cómo iba a contarlas? De la única manera que sabía. Iba a condensarlas, a acercarlas a la ficción. Porque eso es lo que sé hacer. Sé escribir. Como escritor me debo al texto, y ya se encargará el texto de producir los efectos que deba producir”, dice Villalobos. Está hablando del libro que resultó de aquellas charlas: once momentos de las odiseas de diez niños centroamericanos que lograron alcanzar Estados Unidos, y que se leen como una única historia hecha pedazos, o las piezas de un rompecabezas con final feliz. ¿Su título? Yo tuve un sueño (Anagrama). Continúa en El País

  • Otros títulos:

Valeria Luiselli Los niños perdidos (Sexto Piso)
Maylis de Kerangal Lampedusa (Anagrama)
Jenny Erpenbeck Yo voy, tú vas, él va (Anagrama)

lunes, 22 de octubre de 2018

Y el libro en papel no murió en 2018


  • Hace 10 años los gurús de la Feria de Fráncfort, el mayor evento editorial del mundo, vaticinaron que este sería el año en que el ‘ebook’ vencería al soporte físico. Estaban muy equivocados

Cuando la Feria de Fráncfort despertó en 2018, el libro de papel seguía ahí. Y no como el recuerdo de un dinosaurio, sino en el centro del sector. En 2008, una macroencuesta de la organización entre mil editores de 30 países marcó 2018 como el momento en que el libro electrónico superaría en volumen al negocio tradicional. Así tituló este diario, recogiendo la conclusión del informe, a cinco columnas: El libro digital ganará al papel en 10 años.
Y no. El futuro ya está aquí y la profecía no se ha cumplido. Ni de lejos. No solo lo que parecía un ascenso imparable se ha frenado sino que, amén de ver hasta cierta recuperación del papel, habría dado signos de leve retroceso en sus tierras de promisión por excelencia, EE UU e Inglaterra.

Las movedizas cifras del ebook muestran que en los últimos cinco años las ventas en EE UU han caído un llamativo 10,8%, dejando su trozo del pastel en un 23%. Un estudio sobre 450 editoriales ya fijaba en ese 10% el descenso solo en 2017 respecto al año anterior, si bien no contabilizaba las operaciones de Amazon, que aseguraba que sus ventas sí seguían subiendo. En la Europa continental, el ebook nunca supera el 10% del mercado. Alemania (un 8%) y Holanda (6,6%) tiran de un asténico sector: en España, un 5,1% según la Federación de Gremios de Editores; en Italia, un 4%; en Francia, un 3,1%. Solo Inglaterra alcanza los dos dígitos: un 15%. Tampoco grandes mercados potenciales de otras latitudes, como Brasil (7%), dan mayores alegrías.

En este contexto, el sector más afín al papel ha pasado al contraataque. “El ebook es un producto estúpido; es lo mismo que un libro impreso, pero electrónico, no es para nada creativo”, se descolgó en febrero Arnaud Nourry, consejero delegado de Hachette, sexto conglomerado editorial del mundo. “Ha funcionado porque es hasta un 40% más barato que el de papel, pero tenía un techo”, sostiene. “El ebook no ha mejorado la experiencia lectora, no ha aportado nada más allá de la compra inmediata, que es más barato y que llevas muchos libros en un mínimo espacio”, añade Carmen Ospina, directora de marketing y desarrollo de negocio de Penguin Random House Grupo Editorial. Los estudios parecen darle la razón: salvo en Alemania, las ventas más altas de ebooks son en julio y diciembre, fechas de vacaciones.

“El ebook va encontrando su dimensión natural, espacios y momentos; los gadgets tecnológicos tampoco han ayudado con grandes innovaciones para ampliar las posibilidades del texto”, apunta el analista del sector y periodista Ed Nawotka, que abre un foco psicosocial: “Uno de cada cuatro compradores de libros en EE UU, que sube a un 37% entre los 18 y 24 años, declara que le gustaría pasar menos tiempo enganchado a dispositivos digitales”.

A esta tesis se añadiría “el valor simbólico del libro físico. Lo vemos en públicos como los seguidores de youtubers o los de poesía urbana, que adquieren obras en papel”, opina Jesús Badenes, director general de la División de Librerías del Grupo Planeta. Continúa en El País




lunes, 15 de octubre de 2018

Novela y ficción


  • A la mesa de novedades han llegado dos títulos destacados con las etiquetas de autoficción (Ordesa, de Manuel Vilas) y novela sin ficción (Una novela criminal, de Jorge Volpi). Liberados del plástico de las etiquetas, se leen con tanto gusto como para quitarnos mil canas.


Juan Jorganes Díez
La novela acaparó toda la atención del público en el siglo XIX y la mantiene dos siglos después. El teatro representado compitió con éxito mientras se mantuvo como el único espectáculo disponible (o casi) para la sociedad en general. Con el paso de los años llegaron la radio, el cine y la televisión que democratizaron el entretenimiento al ponerlo al alcance de todos los públicos y arrasaron con la que se llamaría cultura de masas en los años sesenta del siglo XX.

Vivimos un presente audiovisual, en el que cabe la palabra, con un medio de difusión tan revolucionario como Internet. Cualquier manifestación artística surge entre la confusión de géneros, la mezcla de elementos viejos (literatura, cine, música, pintura, fotografía, escultura, dramaturgia o televisión) y nuevos (el resultado de esas mezclas posibles y de técnicas novedosas que provocan amalgamas insólitas), y con una capacidad de difusión sin límites. Desaparecieron los rigores académicos y, por tanto, la referencia de un canon. Todo esto no son sino ventajas para la creación, pues vive muy bien en la libertad. Sus peores enemigos: aceptar la equivalencia entre novedad técnica vinculada a las nuevas tecnologías y novedad artística en unos tiempos en que las novedades tecnológicas surgen a diario, y, ante la falta de canon, aceptar como verdad la falsedad posmoderna del todo vale.

La paradoja de las vanguardias surgidas a comienzos del s. XX es que establecieron la norma de romper con las normas artísticas. Las vanguardias derribaron paredes y tapiales, suprimieron pasillos y techos, se salieron de los caminos para moverse en campo abierto, llevaron el arte al aire libre y dejaron claro que el arte puede ser una broma muy seria hasta el punto de que las chanzas a costa del arte en general se convirtieran en un proceso y en un fin artísticos. Tan dadas a los manifiestos, con sus principios y sus reglas, implantaron la heterodoxia y situaron en el horizonte los límites de cualquier manifestación artística. Tenemos, pues, un siglo de experiencia vanguardista. Por eso, contemplamos lo último de lo último, lo más de lo más, con una curiosidad más serena que agitada.

Sin manifiestos teóricos ni otras trascendencias, Miguel de Cervantes había dejado libre de fronteras el mapa de la narración con el Quijote. Con Cervantes la novela lo abarca todo, en la novela cabe todo, no tiene límites. La ficción y la literatura pueden formar parte de la trama; la parodia, el realismo y la fantasía también; la comedia y la tragedia van juntas, como en la vida misma; el narrador entra y sale de la narración, cede la palabra a otros narradores, ironiza sobre los hechos, sobre la obra, sobre lo que le da la gana. El Quijote, la obra misma, en fin, es un manifiesto de libérrima libertad narrativa. Si tenemos un siglo de experiencia en vanguardias artísticas, en la novela tenemos cinco siglos.

De norte a sur, de este a oeste, ayer y hoy, compartimos las palabras del ventero cervantino: “siempre hay alguno que sabe leer, el cual coge uno destos libros en las manos, y rodeámonos dél más de treinta, y estámosle escuchando con tanto gusto, que nos quita mil canas”. Poco importan el formato o el soporte, que se base en hechos reales o imaginados: a los seres humanos nos gusta que nos cuenten historias. Sean “libros mentirosos” y estén llenos de “disparates y devaneos” o sean “historias verdaderas”. Esta clasificación del cura paisano de don Quijote solo les preocupaba a él y a otros como él y no sirvió más que para quemar en la hoguera buena parte de la biblioteca de Alonso Quijano.  

Abierto cualquier libro, leídas las primeras líneas, ¿nos comportaremos como curas o como venteros? Los curas llevan en una mano el agua bendita para lo verdadero y en la otra el fuego eterno para lo mentiroso. A los venteros que la historia sea verdadera les añadirá más emoción o les importará un pito, pues ya leyeron relatos llenos de disparates y devaneos que resultaron excelentes novelas y novelas basadas en historias verdaderas que empezaban con una torpe relación de hechos y acabaron abandonadas en una estantería.

A la mesa de novedades han llegado dos títulos destacados con las etiquetas de autoficción (Ordesa, de Manuel Vilas) y novela sin ficción (Una novela criminal, de Jorge Volpi). Liberados del plástico de las etiquetas, se leen con tanto gusto como para quitarnos mil canas.

Juego de verdades y mentiras

Jorge Volpi cuenta en Una novela criminal (Alfaguara, 2018) la historia de la francesa Florence Cassez y del mejicano Israel Vallarta detenidos por la policía mejicana en una operación televisada en directo que se sabría después que había sido amañada. Las irregularidades policiales y judiciales y las manipulaciones periodísticas convirtieron el caso en un conflicto diplomático entre México y Francia. Volpi se basa en el expediente de la causa criminal, en investigaciones periodísticas y en declaraciones de los protagonistas. En la advertencia inicial previene de que  “en ocasiones me arriesgué a conjeturar”.

Volpi utiliza la peripecia personal de Cassez y Vallarta para mostrar el pudridero policial, judicial, periodístico y político mejicano. Un sistema que se traga a quien tenga la mala suerte de caer por sus orillas. Cassez y Vallarta son unas víctimas del sistema. Como tal las presenta Volpi, que nunca les juzga por sus acciones pasadas o presentes y que tampoco les muestra como héroes. Ser una víctima no equivale a ser un ejemplo. Acierta plenamente en la construcción de estos dos personajes, cuya causa resultará difícil no apoyar, pero no porque aparezcan como angelicales víctimas sino porque son víctimas y en todo lo demás son iguales o peores que cualquiera.

Podemos iniciar la novela sabiendo el final, pues no nos faltará información sobre el caso refrescada al publicarse el libro. Igualmente nos apasionará el relato del entramado en el que se ven atrapados los dos personajes. Tanto los hilos más gruesos como los más finos y sutiles Volpi los maneja con la habilidad que le exigimos a cualquier narrador para que no pierda nuestra atención. La dificultad es grande porque la madeja que tiene en sus manos el autor es enorme y enrevesada.

A esa dificultad se le añaden la de seleccionar tanta documentación como generó el caso y la de conseguir que no nos perdamos en el juego de verdades y mentiras que se nos muestra para que sigamos caminando en tensión sobre el hilo de la trama. Solo se enfría la pasión de la lectura ocasionalmente, cuando el autor quiere asegurarse de que no nos perdemos y reitera la información y cuando quiere mostrarnos la verdad de la verdad añadiendo información a la información.

Aquí la ficción la construyen los personajes que deberían buscar la verdad (policías y periodistas) y los que, cuando surge el conflicto, deberían impartir justicia (jueces). El escritor busca la verdad entre las mentiras de sus personajes. Para ello escribe esta novela. El juego narrativo se complica, la realidad y la ficción se mezclan, se amalgaman en dos planos: en la vida real y en la vida literaria (la novela).

El ruido de fondo de la vida

Manuel Vilas ha conseguido con Ordesa el aplauso de la crítica y el éxito de la venta. Volpi y Vilas coinciden en que sus protagonistas serían descartados en la primera selección de candidatos a vidas ejemplares. Sin embargo, resultan irresistibles para quienes amamos a los héroes de la vida cotidiana. Los amamos en los buenos libros, otra cosa sería tener que convivir con alguno en la vida real.

Esos personajes vulgares que protagonizan novelas se convierten en únicos gracias a la buena escritura de sus autores, adquieren una personalidad singular gracias a la literatura. Entre la normalidad de la vida (“La gente es como es, y ya está”) y la originalidad de la literatura media la mano del escritor. Por ejemplo, el protagonista de Ordesa, un profesor de instituto de más de cincuenta años, recién divorciado, con hijos en la edad en la que, sobre todas las cosas, son enigmas acojonantes, “cada día más solo”, que vive de alquiler en un apartamento lleno de polvo, con muebles y electrodomésticos baratos, en plena construcción de su nuevo hogar. Una compañía desaconsejable si no fuera por que se parece mucho a nuestro mejor amigo o a nuestra hermana más querida y porque Vilas lo encierra en un libro para que la escritura lo convierta en un personaje que nos arrastra a sus aguas más profundas, donde no nos atrevemos a navegar ni siquiera dentro de nosotros mismos.

La novela basada en hechos reales tiene el atractivo irresistible y morboso de las vidas ajenas, pero también conocemos personajes de ficción irresistibles y morbosos, que nos enamoran o que repudiamos, porque en ambos casos nos fascinan (sirvan los ejemplos de Ana Ozores y Fermín de Pas). Al fin y al cabo, los personajes de ficción se componen de personajes reales –toda ficción es, en este sentido, realista-. En Ordesa coinciden autor, narrador y protagonista. Los demás personajes se relacionan con el protagonista, sobre todo, por vínculos familiares.

Su madre y su padre se convierten en héroes de la épica cotidiana, sin que sucedan hechos más extraordinarios que el vivir día a día, y se convierten también en protagonistas de un poema lírico por la exaltación de un amor filial que exhibe la vida de una y otro sin cosmética: “No me importa exhibir la vida de mi padre. […] Nos vendría muy bien escribir sobre nuestras familias, sin ficción alguna, sin novelas. […] Me gusta mucho que los amigos me cuenten la vida de sus padres. […] Puedo ver a esos padres, luchando por sus hijos. Es la lucha más hermosa del mundo”.

Vilas mezcla épica cotidiana y lirismo familiar sin caer en una exaltación pseudorreligiosa de la familia ni en melifluos sentimentalismos. Los personajes se presentan sin filtros. Sus páginas se leen con el ruido de fondo de la vida. Escribe, así, en palabras de Juan José Millás, un libro salvaje que te rompe el alma.

martes, 18 de septiembre de 2018

La gran escritora que borró su nombre


  • La editorial Renacimiento rescata la obra de María Lejárraga, la mujer que escribió las obras con las que su esposo, Gregorio Martínez Sierra, conoció el éxito. Novelista y dramaturga, murió pobre y exiliada


Eva Díaz Pérez
Escribió en silencio, en soledad entre cuatro paredes, lejos de los aplausos por las obras de teatro que salían de su pluma. Su nombre es una ausencia, una sombra, un vacío y una historia dolorosa. María de la O Lejárraga (San Millán de la Cogolla, 1874-Buenos Aires, 1974) atravesó todo un siglo y fue una de esas mujeres brillantes y pioneras de la Edad de Plata de la literatura española, que abarcó desde 1900 hasta la Guerra Civil. Novelista, dramaturga, ensayista, traductora, feminista y, sin embargo, ausente de las portadas de sus libros. El nombre que leemos es el de su marido: Gregorio Martínez Sierra, quien recibía elogios en los estrenos de Canción de Cuna o El amor brujo y El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla, mientras la autora y libretista esperaba en casa.

En estos tiempos en los que la historia de la creación parece estar curando olvidos y variando la brújula del canon oficial, la figura de María Lejárraga regresa con sed de justicia poética. La recuperación de su nombre en la portada de su obra supone el reconocimiento a una de las más destacadas autoras de su época.

Ahora la editorial Renacimiento rescata Viajes de una gota de agua, una colección de cuentos infantiles que la autora publicó en Argentina en 1954, cuando ya vivía en el exilio. Juan Aguilera Sastre e Isabel Lizarraga Vizcarra, expertos de la Edad de Plata, son los responsables del estudio introductorio y de otros dos rescates editoriales: Cómo sueñan los hombres a las mujeres y Tragedia de la perra vida y otras diversiones. Teatro del exilio (1939-1974).

Esta edición tiene un valor especial porque aparece con su nombre auténtico: María Lejárraga, tal como hizo la autora, por primera y única vez en su vida, con su debut, Cuentos breves, publicado en 1899. Precisamente, el enfado que provocó en su familia que su nombre apareciera en esta primera obra fue la razón por la que decidió borrarse.

Al casarse con Gregorio Martínez Sierra, ella decidió esconderse tras su nombre. Ambos formaron una de las más fructíferas parejas artísticas de la época. Gregorio era el responsable de la dirección de las obras y quien se llevaba la gloria en los estrenos. Continúa en El País


jueves, 6 de septiembre de 2018

Las criaturas


  • Silvio y Sacramento son leyendas del rock sevillano. Entre otras canciones memorables, compusieron Las criaturas con versos de San Juan de la Cruz.


Uno de los miembros de Sacramento, Pájaro, la ha recuperado. Puedes oír la versión de Pájaro y la original cantada por Silvio en SecretOlivo.






Las criaturas
Con arrimo y sin arrimo
todo me voy consumiendo.

Más por ser de amor el lance
di un ciego y oscuro salto
y fui tan alto tan alto
que le dí a la caza alcance.

Y así toda criatura
enajenada se ve
y gusta de un no sé qué
que se haya por ventura.

Que estando la voluntad
de divinidad tocada
no puede quedar pagada
sino con divinidad.

viernes, 17 de agosto de 2018

La estrella de Lorca nunca se apaga


  • La fascinación que provoca el poeta rebasa modas y fronteras. Al cumplirse 82 años de su fusilamiento, su figura y su obra mantienen su inagotable atractivo


Javier Rodríguez Marcos
La muerte condena a muchos escritores a un limbo del que, con suerte, salen convertidos en clásicos. Pasan entonces a ser objeto de estudio más que de lectura, dejan de entrar en la vida de la gente para entrar en el examen de selectividad. Federico García Lorca es una excepción. Aunque mañana, 18 de agosto, se cumplen 82 años de su fusilamiento -oficialmente falleció “a consecuencia de heridas producidas por hechos de guerra”- , su figura parece más viva que nunca.

La versión de Stone fue uno de los éxitos de la cartelera de Nueva York
la pasada primavera
Por el lado del Lorca-símbolo, al debate sobre la conveniencia de volver a buscar sus restos en el barranco de Víznar se le ha sumado en los últimos meses la petición de que se le conceda, a título póstumo, el Premio Nobel de Literatura. Por el lado del Lorca-escritor, el centro que lleva su nombre en Granada recibió en junio más de 4.000 objetos y documentos hasta ahora depositados en la sede madrileña de su fundación, alojada en la Residencia de Estudiantes. Poco antes, la editorial Debolsillo rescataba Cielo bajo, un libro inacabado de suites que su autor quiso publicar en 1926 junto a Canciones y poema del cante jondo.

Su presencia internacional sigue siendo, además, muy notable. Hasta el día 20 puede verse en el Centro Pompidou de Metz, en Francia, una exposición que en octubre viajará al Barbican de Londres: Parejas modernas. Junto a dúos creativos y sentimentales como Dora Maar y Picasso, Camille Claudel y Auguste Rodin o Frida Kahlo y Diego Rivera, la muestra dedica uno de sus apartados a la relación entre Lorca y Dalí. Esta exposición se abrió poco después de que la Fundación Jan Michalski clausurara en Montricher (Suiza) otra titulada Lorca en escena. Que su trabajo como dramaturgo mantiene toda la vigencia lo demuestra el hecho de que uno de los grandes éxitos de la cartelera primaveral neoyorquina fuera la Yerma dirigida por Simon Stones, que sacó a la protagonista del campo andaluz para convertirla en una moderna ejecutiva londinense ahogada por la imposibilidad de tener hijos. La obra llegó a Estados Unidos después de dos años de éxito en la capital británica.

El fusilamiento de Federico García Lorca en agosto de 1936 produjo una ola de indignación a la altura de su prestigio. Compañeros de generación como Luis Cernuda o maestros como Antonio Machado escribieron versos para llorar a un poeta al que el exigente Juan Ramón Jiménez calificó de hombre “de cinco razas”. Pero la muerte no fue, ni mucho menos, el detonante de su fama. Ya era un autor de éxito cuando lo mataron. Un año antes, durante la feria del libro de Madrid, Lorca estaba “muy de moda”. La expresión es de su biógrafo, Ian Gibson, que recuerda que en mayo de 1935 ya estaba en la calle la quinta edición del Romancero gitano, acababa de salir el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, el Retablillo de don Cristóbal se representaba en la propia feria y la prensa reseñaba la aparición en Nueva York del primer estudio global sobre su obra. Aún no había cumplido 37 años.

En 1933, además, había sido testigo durante una gira por el Cono Sur del éxito de Bodas de sangre en Argentina, donde superó las 100 representaciones la temporada de su estreno. Continúa en El País

miércoles, 8 de agosto de 2018

Los celos que destruyeron la amistad entre Lope de Vega y Miguel de Cervantes


Santiago Roncagliolo
Alguna vez, Lope de Vega y Miguel de Cervantes fueron amigos. Incluso se admiraron mutuamente. Pero solo al principio. Antes de la peor traición que un escritor puede cometer contra otro.

SR. GARCÍA
Los dos genios se conocieron en 1583 en la calle de Lavapiés, en casa de Jerónimo Velásquez, quien en términos actuales sería considerado un productor de teatro. Lope tenía un affaire con la hija casada de Velásquez. De hecho, tuvo affaires con casi todas las mujeres de la Península. A su muerte, el dramaturgo dejaría firmadas más aventuras que libros.

Documentadas: dos esposas -una de ellas raptada-, seis amantes, catorce hijos y al menos dos procesos judiciales asociados a sus amoríos. A pesar de sus múltiples distracciones, Lope era un autor talentoso y muy prolífico. Por su parte, Velásquez -productor, al fin y al cabo- no tenía muchos escrúpulos. Según Eduardo Haro Tecglen, el señor le vendió al dramaturgo el amor de su hija a cambio de unas 20 comedias para su compañía.

Cervantes tenía un carácter muy diferente. Aunque 15 años mayor que Lope, no visitaba a Velásquez en condición de consagrado, sino de aspirante. Lope arrollaba con su personalidad. Cervantes se mostraba más reservado. Lope brillaba en los salones de los nobles. Cervantes pasaba penurias económicas. Lope era la gran estrella del teatro popular, se lucía en todos los géneros literarios y escribía decenas de piezas simultáneamente, incluso apócrifas. Cervantes, obligado por la necesidad de trabajo, pasaba largas temporadas sin escribir una línea, y se daba por satisfecho con colocar alguna de sus comedias en la cartelera de su anfitrión.

En el fondo, ambos escritores encarnan el gran conflicto esencial del arte moderno: romanticismo o mercado, expresar el mundo interior o satisfacer al público.

A pesar de todo, esos personajes tan dispares hicieron amistad. Vivieron mucho tiempo en el mismo barrio y se cruzaban con frecuencia. Intercambiaron públicas manifestaciones de aprecio: Cervantes en La Galatea, Lope en La Arcadia. La última evidencia de una buena relación data de 1602, cuando Lope incluyó un soneto de su colega en La hermosura de Angélica.

Contra lo que cabría esperar, no se interpuso entre los dos amigos una mujer. Ni un poderoso rey. Ni sus diferentes concepciones del arte. Quien acabó con su conexión fue un personaje mucho más temible, invencible y feroz: un tal don Quijote de la Mancha. Continúa en El País Semanal

martes, 31 de julio de 2018

Amores geómetras


Diego Muñoz Valenzuela
El cubo advirtió las morbideces de la esfera, sus líneas sinuosas y perfectas, la exactitud y simpleza de las ecuaciones que la regían, y -para gloria eterna de la geometría euclidiana- se enamoró perdidamente de ella.

Sin embargo, la simetría que tanto agrada al mundo de las matemáticas, no se prodiga fácilmente en el amor, y la esfera rechazó la cuadratura del cubo, sus esquinas aguzadas, su tendencia a avanzar en derechura al cumplimiento de sus propósitos. Incluso, en un derroche de inequidad, inconciencia y falta de autocrítica, lo impugnó por obeso.

Por más que intentó acercar sus vértices a la esquiva esfera, el cubo no conoció más que fracaso tras fracaso. Al fin, el tiempo hace lo suyo. Un día halló atractiva la elipse, a quien  había desdeñado por superficial en un reciente pasado. Pero esa es otra historia.
                                                                             



martes, 17 de julio de 2018

´Rider´, alternativas en español


Repartidor o mensajero son alternativas válidas para el término inglés rider, que en los últimos tiempos se está empleando de forma más específica para referirse a la persona encargada de llevar paquetes, recados y especialmente comida en bicicleta o moto.

En los medios de comunicación pueden encontrarse frases como «Las actas de la Inspección de Empleo han fallado que los riders son falsos autónomos» o «Ante todos estos problemas, los “riders” se unieron y crearon el pasado mayo la Asociación Nacional de Ciclomensajería».

El Oxford English Dictionary define rider como la “persona que monta a caballo, bicicleta o motocicleta”, ya sea de forma profesional o por afición. Actualmente, suele usarse este término para referirse a los encargados de entregar comida a domicilio o facilitar el envío de paquetes entre particulares, utilizando una bicicleta o una moto como medio de transporte.

También son adecuadas alternativas como ciclomensajero o bicimensajero si se quiere precisar cuál es el tipo de vehículo empleado. En algunas partes de Hispanoamérica, al repartidor que realiza sus funciones en motocicleta se le conoce como motoqueroContinúa en Fundéu

lunes, 16 de julio de 2018

Postureo vence a pose


  • El “locutor” ya desplazó al ‘speaker’ y ahora estamos viendo que “pincho” le pelea el espacio a ‘pendrive´




Ante las palabras llegadas de otras lenguas los hablantes decidimos entre dos opciones: aceptar que el término ajeno se incorpore al uso general mediante una escritura acorde con la morfología del español (por ejemplo “fútbol”)  o bien rechazarlo a cambio de una alternativa creada con los propios recursos del idioma español.

La decisión, eso sí, se hace esperar. Pero de ese modo la palabra “árbitro” sustituyó al anglicismo referee que se leía en las crónicas futbolísticas de principios del siglo XX, en las que también se encontraba a cada rato la grafía footballístico. El “locutor” desplazó al speaker, y de igual manera estamos viendo con nuestros propios ojos de hoy que “pincho” empieza a pelearle el espacio a pendrive. Y también observamos cómo el antes habitual vocablo de origen francés “pose” deje su espacio a “postureo”.

Revuelo por las gafas de sol de Pedro Sánchez: ¿tendencia o postureo?
“Pose” no salía del antiguo “posar” (que procede del latín pausare: tomar descanso, parar; y de ahí “posada”), verbo que desde antiguo significa en castellano “descansar” o “ponerse en un sitio” (“el pájaro se posó sobre la rama”), sino que deriva de poser en francés y equivale en este caso a “permanecer en determinada postura para servir de modelo a un pintor o escultor” (convendría añadir al fotógrafo, por cierto). En esos posados se adoptaba una actitud forzada, rígida, ciertamente antinatural. Y por eso se empezó a decir que alguien “adopta una pose” cuando finge algo.

Esta locución triunfó desde principios del siglo XX, y la palabra “pose” fue acogida bajo el manto académico en 1927, con esta definición: “Galicismo por ‘posición’, ‘postura’, ‘actitud”. En 1985 se agregó la precisión de que se refiere a una “postura afectada para producir un determinado efecto”. Y con el destilado de todo ese proceso, el Diccionario actual define ya “pose” como “postura poco natural y, por extensión, afectación en la manera de hablar y comportarse” (definición inalterada desde 1992).

Y resulta que “postureo” equivale precisamente en muchísimos contextos a esa vieja “pose” galicista.

La flamante definición de “postureo” incorporada en 2014 expresa lo mismo que la aplicada antes a “pose” en sentido figurado, aunque con distintas palabras: “Actitud artificiosa e impostada que se adopta por conveniencia o presunción”. (Donde “postura afectada” significa “falta de sencillez y naturalidad”, “extravagancia presuntuosa en la manera de ser, de hablar, de actuar, de escribir, etcétera”).

Así, al galicismo “pose” y a su origen en el verbo francés poser le hemos opuesto “postureo” y su formación a partir de “postura” y del verbo “posturear”. Extracto del artículo de Álex Grijelmo publicado en El País



miércoles, 4 de julio de 2018

Ya somos 577 millones de hispanohablantes


  • Los datos del Instituto Cervantes apuntan que EE UU superará en una década a España en número de nativos que usen el castellano


Los 577.246.327 de hispanohablantes son cinco millones más, el 0,87%, que en el anterior estudio, hecho público en noviembre de 2017, y representan el 7,6% de la población mundial. Estados Unidos es donde “crece con más vigor, gracias sobre todo a una cuestión demográfica”, ha señalado el director académico del Cervantes, Richard Bueno Hudson.


El profesor de la Universidad de Alcalá David Fernández Vítores, doctor en lengua española y literatura que, si caminamos por suelo estadounidense, nos encontraremos con que el 17,8% de la población es hispana, según datos de 2016, y que “más del 70% de las familias latinas usan este idioma en el ámbito doméstico, por lo que las nuevas generaciones no han perdido la lengua de sus abuelos”. Fernández ha añadido que “hoy son 40 millones de hablantes, pero superarán a la comunidad nativa española en una década”. El español estadounidense se concentra en el sudoeste: Arizona, Texas, Florida, California, Nuevo México…

Fernández se ha encargado de desglosar la principal cifra, los 577 millones de usuarios de español, idioma oficial en 21 países. Procede de tres grupos: los nativos son 480 millones (eran 477 millones en el anterior informe), que a su vez están formados por los 434.875.921 que viven en el mundo hispánico, más los de fuera de ese ámbito, 45.353.721.

Los expertos alertan de varios escollos: la ofensiva del presidente Emmanuel Macron para que el francés gane terreno y la pobre presencia de palabras españolas en revistas científicas y técnicas. Fernández mostró en un gráfico, con datos de Google, que el índice de impacto de las 100 revistas de todos los ámbitos académicos más citadas por lenguas coronan al inglés, y dejan al español en sexto lugar, por detrás también del chino, portugués, ruso y alemán. La última advertencia viene del dato del PIB mundial vinculado a las lenguas oficiales: los países del español solo representan el 6,9% de la producción económica en la Tierra, muy lejos del chino, el 18,2%, y a años luz del inglés, el 55%. Continúa en El País

lunes, 2 de julio de 2018

Ciudades en los libros


  • La literatura ha construido una ciudad universal con pedazos del Marrakech de Elias Canetti, el París de Benjamin, el México de Gruzinski, Los Ángeles de Mike Davis, o la Nueva York de García Lorca y de José Hierro



"Ahora vuelo a 1971, a Los Ángeles del arquitecto Reyner Banham, pope del pop inglés en los años cincuenta del pasado siglo, amigo de la tecnología, la ciencia-ficción, la publicidad, el mercado de usar y tirar, Estados Unidos. En Los Ángeles, “fábrica de los sueños de Occidente”, lo esperaba “una arquitectura del instante en una ciudad al instante”, muchos estilos distintos, copiados, importados, explotados, abandonados en el espacio que abarca la memoria de una persona. Si los cuenteros de Marrakech encantaron a Canetti, a Banham lo embrujó la floración pop de las arquitecturas efímeras: fachadas comerciales, autopistas, construcciones inexistentes para quienes sólo atienden a obras firmadas y fieles a algún estilo catalogado. Hasta en la hamburguesa intuyó una arquitectura fantástica, “apoteosis simbólica”: en una ciudad en la que la movilidad desplaza a la monumentalidad, el que corre puede comerse su hamburguesa con una mano. Pero, si parara y la pusiera en un plato, la carne, la guarnición y las salsas compondrían un bodegón, una obra de arte visual, gastronomía decorativa.

Como quien aprende italiano para leer a Dante, Banham aprendió a conducir para leer Los Ángeles, ´primer monumento al automóvil´"Leer para ver

miércoles, 27 de junio de 2018

Machirulo en el ´Diccionario’


  • Soledad Puértolas propone que la palabra machirulo entre en el Diccionario



Fernando Vicente
¿Es usted un machirulo? ¿Se lo han llamado alguna vez? ¿Se lo ha dicho a algún hombre? La palabra en cuestión no está en el Diccionario de la Lengua Española, de hecho, su web remite a “cachirulo” como entrada más parecida, pero ello no quiere decir que no se use. Las últimas ocasiones en que personajes públicos la han puesto en su boca han sido la senadora argentina Cristina Kircher, que así tildó en Twitter a su sucesor en la presidencia del país, Mauricio Macri, a finales de mayo. Unos meses antes, la diputada de Podemos Irene Montero, en los pasillos del Congreso, calificó así a un colega del PP por su actitud.

El guante de una palabra que está en la calle lo ha recogido este martes la académica Soledad Puértolas (Zaragoza, 1947): “He propuesto a mis colegas de la Academia que el Diccionario incluya el término machirulo”, ha dicho Puértolas, que entró en la RAE en 2010 y ha recibido, entre otros galardones, el Planeta y el Anagrama de Ensayo.

Puértolas esbozó la posible definición de este término, que a nivel popular se asocia al de machista. “Esa clase de hombre no es exactamente un macho alfa, un semichulo que quiere ser dominante”, y matizó: “Es una palabra que tiene un tono irónico, hasta a veces con cierta ternura, y responde a la nueva versión del macho prototípico”. La escritora y articulista agregó que su propuesta, lanzada hace aproximadamente un mes, sigue los procesos habituales de estudio, en este caso en la comisión de Neologismos de la RAE, a la que ella pertenece junto a otros siete académicos. Fuentes de la RAE han informado de que la decisión "puede llevar años". Los académicos lo pueden proponer y en la propia comisión se decide si se apoya o se desecha. "Los criterios que se tienen más en cuenta son la frecuencia de uso, que debe ser de varios años, y que haya una dispersión geográfica del término, que no solo se use en España". Continúa en El País


lunes, 25 de junio de 2018

El fútbol es una novela


  • Se escriben muy buenos libros de fútbol. El problema es dar con ellos


Juan Villoro

[…] Las pasiones piden ser contadas. No hay modo de guardar silencio ante la conquista del campeonato o una derrota de último minuto. Sin palabras, el juego pierde trascendencia. Pensemos en dos goles célebres que cayeron en el mismo partido. Maradona engañó al árbitro anotando con el puño. La picardía se convirtió en mito cuando la bautizó como “la mano de Dios”; posteriormente, convirtió el gol legítimo más brillante de la historia y el Negro Enrique, que le había cedido el balón en media cancha, le dijo durante el abrazo: “¡Te di un pase de gol!”. El fútbol necesita ser dicho.

Diego Quijano y Lino Escurís
Esto no implica que deba ser leído. Las masas que llenan las tribunas no se caracterizan por su curiosidad intelectual. Cuentan anécdotas, insultan, tienen corazonadas, confiesan temores y les ponen apodos a los jugadores sin pensar que participan en una operación narrativa.

A su manera, el fútbol es una novela. Tiene la extensión, la trama de conjunto, las peripecias incidentales, los predicamentos morales, las contradicciones de carácter y el populoso reparto de un Balzac que hubiese decidido situar su Comedia humana en la hierba. Tal vez por eso mismo no abundan las grandes novelas sobre el tema. Hay poco que inventarle a una liga que llega en capítulos. Ahí están, por supuesto, Fiebre en las gradas, de Nick Hornby; Especies protegidas, de Ferran Torrent; El regate, de Sergio Rodrigues, o Soñé que la nieve ardía, de Antonio Skármeta. Pero lo más importante de esos textos no es lo que ocurre en el estadio, sino en la vida que los circunda.

Acaso el fútbol se preste más para indagarle misterios a través del cuento, como han demostrado Gonzalo Suárez, Osvaldo Soriano, Eduardo Sacheri, Roberto Fontanarrosa y tantos otros.

Hasta ahora, la zona más fecunda para abordar el juego ha sido la crónica. El partido transcurre al compás de la narración de los rapsodas del micrófono, pero eso nunca es suficiente. Hay que volver a narrar lo sucedido. El lunes, los periódicos amanecen dichosamente abultados por noticias que todo el mundo conoce pero que emocionan tanto o más que el partido. […]

¿Es posible entender la vida en la Tierra sin analizar el entretenimiento mejor repartido en el planeta? Eduardo Galeano, Vicente Verdú y Manuel Vázquez Montalbán indagaron en forma precursora la mitología popular que determina los domingos de la especie.

Actualmente se escriben muchos y muy buenos libros de fútbol. El problema es dar con ellos. […]. La reflexión sobre el deporte ha ganado prestigio, pero los autores juegan en campos de tierra a los que no llegan los ojeadores de los grandes clubes. Menciono algunos títulos recientes, conseguidos por casualidades cercanas al milagro. Continúa en Babelia

sábado, 16 de junio de 2018

Otra mujer en la vida de Cervantes


  • Magdalena Enríquez, una persona clave y desconocida hasta la fecha en la vida de Cervantes




Cervantes pasó por La Puebla de Cazalla (Sevilla) y desde hace años le sigue la pista José Cabello (La Puebla de Cazalla, 1962), el archivero del pueblo. Gracias a eso ha aportado las últimas novedades biográficas más significativas sobre el autor. En su sencillo y oscuro despacho de la biblioteca municipal, Cabello trata de desentrañar pistas. Lo hace pegado al archivo, donde guarda documentos carcomidos y difusos en los que queda constancia del paso de Cervantes por la zona. “Por aquí anduvo entre el 21 de febrero y el 28 de abril de 1593. Su obligación era recaudar trigo para hacer bizcochos”. No en el sentido actual y esponjoso. Más bien mazacotes de harina que se conservaran en largas travesías con que alimentar a la armada invencible.

José Cabello
Una de las mejores maneras de desentrañar esos pozos negros de su biografía consiste en cercar a quienes lo rodeaban. Cabello, además del rastro de Cervantes, ha seguido el de su círculo más próximo en Andalucía. Y así es como ha llegado a una pista interesante. Si no cobraba por adelantado, a la hora de hacerlo debía mostrar confianza ciega en alguien que lo hiciera por él. Así es como se encontró con lo siguiente: “¿Qué hacía una mujer, de nombre Magdalena Enríquez, yendo a por los 19.200 maravedíes que le correspondían en su nombre y con un poder notarial?”.

De esta manera aparece una persona clave y desconocida hasta la fecha en la vida de Cervantes. “Era una mujer fascinante. ¿Por qué aparece como una gota de agua en el océano que es su vida? Confianza entre ambos existía. Mucha”. Vivía en la calle Bayona de Sevilla, que comunicaba con las gradas de la mancebía. Era bizcochera. Fabricaba grandes cantidades para la armada”.

Controlaba o al menos tenía acceso a los números de Cervantes. Pero hay algo que también la conecta con las letras e induce a pensar aún más en una íntima proximidad: “En 1592 su firma indica que era prácticamente analfabeta”. Un año después estampa documentos con una caligrafía cristalina. “¿Quién fue su maestro?”, se pregunta Cabello.

Más datos de su biografía. Controlaba el gremio bizcochero, muy en alza por las provisiones a la armada. Era de confianza de algunos influyentes en el área como Cristóbal Bermúdez, que le da poderes para hacer negocios. Era una experta en cobros. Viva, perspicaz, eficiente. “Se casó a los 11 años con un hombre junto al que tuvo siete hijos y al que años después describió como viejo y pequeño. Contrajo segundas nupcias con otro, Francisco Montesdeoca, también hábil para hacer dinero. Pero en ámbitos dispares. Además del pan, tenía navíos, boticas y un prostíbulo”, asegura el investigador.

Y así es como Magdalena Enríquez irrumpe en una de las biografías más enigmáticas y fascinantes de la Historia de la Literatura Universal… Otra mujer que añadir a la lista de un hombre que se encontraba más cómodo entre ellas que con los de su mismo sexo. Extracto de la pieza de Jesús Ruiz MantillaEl texto completo en El País