martes, 30 de octubre de 2018

La literatura de los niños perdidos en la frontera


  • Obras que cuentan las historias de los menores centroamericanos que emigran solos a EE UU y de los emigrantes que sobreviven en los campos de refugiados en Europa



Entre mayo y junio de 2014 llegaron a la frontera que separa México de Estados Unidos alrededor de 80.000 menores. Ninguno de ellos iba acompañado. Algunos de ellos fueron deportados en 20 días, cuando hasta hacía no demasiado el gobierno estadounidense daba a esos niños en busca de cobijo, en busca de un futuro, de una no muerte segura como la que les esperaba en su país – en El Salvador, Honduras, Guatemala –, dos meses. El guardián, esto es, el familiar que podía pedir su custodia en Estados Unidos, tenía entonces dos meses para buscarse la vida: un abogado y pruebas de que si el niño volvía a su país, corría peligro. Pero la Administración Obama redujo esos meses a 20 días. “Obama no fue un buen presidente en términos migratorios”, dice Juan Pablo Villalobos. 

De hecho, a él le llamaron de una ONG ese año, 2014, para que se personara en la frontera y contara lo que estaba pasando. “Querían un libro con el testimonio de una niña que había viajado con su mejor amiga desde Centroamérica”, cuenta. Pero una vez estuvo allí, la familia no quiso que la niña hablara. Su mejor amiga había muerto intentando llegar a la frontera. La asesinaron en México. Villalobos entrevistó a otro par de chicos. Publicó un relato en inglés y en español. Al poco, su editor estadounidense le llamó para preguntarle si estaría interesado en hacer un libro con historias de esos niños. La voz del niño narrador de Fiesta en la madriguera le convertía en la persona ideal para hacer algo así. Transformar sus historias en literatura. Darles un carácter poderosamente universal.

 “No creo en el activismo literario, es decir, no es lo mío. Yo me acerqué a las historias de estos chicos con pudor, buscando mi lugar. ¿Cómo iba a contarlas? De la única manera que sabía. Iba a condensarlas, a acercarlas a la ficción. Porque eso es lo que sé hacer. Sé escribir. Como escritor me debo al texto, y ya se encargará el texto de producir los efectos que deba producir”, dice Villalobos. Está hablando del libro que resultó de aquellas charlas: once momentos de las odiseas de diez niños centroamericanos que lograron alcanzar Estados Unidos, y que se leen como una única historia hecha pedazos, o las piezas de un rompecabezas con final feliz. ¿Su título? Yo tuve un sueño (Anagrama). Continúa en El País

  • Otros títulos:

Valeria Luiselli Los niños perdidos (Sexto Piso)
Maylis de Kerangal Lampedusa (Anagrama)
Jenny Erpenbeck Yo voy, tú vas, él va (Anagrama)

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