martes, 31 de julio de 2018

Amores geómetras


Diego Muñoz Valenzuela
El cubo advirtió las morbideces de la esfera, sus líneas sinuosas y perfectas, la exactitud y simpleza de las ecuaciones que la regían, y -para gloria eterna de la geometría euclidiana- se enamoró perdidamente de ella.

Sin embargo, la simetría que tanto agrada al mundo de las matemáticas, no se prodiga fácilmente en el amor, y la esfera rechazó la cuadratura del cubo, sus esquinas aguzadas, su tendencia a avanzar en derechura al cumplimiento de sus propósitos. Incluso, en un derroche de inequidad, inconciencia y falta de autocrítica, lo impugnó por obeso.

Por más que intentó acercar sus vértices a la esquiva esfera, el cubo no conoció más que fracaso tras fracaso. Al fin, el tiempo hace lo suyo. Un día halló atractiva la elipse, a quien  había desdeñado por superficial en un reciente pasado. Pero esa es otra historia.
                                                                             



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