Cecil, el león más famoso de Zimbabue |
¿Se puede asesinar a un animal?
Diccionario en mano, no; igual que tampoco diríamos que el
autor de la muerte del león Cecil cometió un homicidio; y del mismo modo que
nadie contaría que “el fumigador asesinó a todas las cucarachas”.
Sin embargo, ciertos animales dignos de protección o de
aprecio despiertan en las personas una empatía que justifica la metáfora del
asesinato. Quien acuda a ella estará usando legítimamente los recursos del
idioma y las figuras del lenguaje que consisten en partir del sentido recto de
un término para proyectarlo sobre una imagen que el receptor identificará por
asociación (que no equiparación) con el original.
En definitiva, el verbo “asesinar” y el sustantivo
“asesinos” personifican a las víctimas animales, nos las acercan
psicológicamente al presentarlas como seres vivos igual que nosotros.
Ahora bien, ese uso será válido hoy en día cuando quien
hable o escriba esté expresando una visión subjetiva de lo ocurrido. El
hablante o escribiente que experimenta esa repulsión ante el sufrimiento ajeno
(incluido el de un animal) está en su derecho de transmitir sus emociones con
esta herramienta de la retórica. Pero eso forma parte de la visión personal, y
por tanto no encajaría en textos o mensajes que aspirasen a la objetividad.
Es cierto que las alternativas a “elefante asesinado” se
quedan cortas para reflejar esa acción injusta, violenta, a menudo ilegítima:
“Elefante muerto en Zimbabue” englobaría el fallecimiento por causas
biológicas; “elefante cazado” puede no implicar la muerte y reflejar una acción
legal; “elefante abatido” puede suponer que sólo se le ha derribado…
El Código Penal, como el Diccionario, no recoge el delito de
asesinato cuando se trata de animales. Pero las palabras absorben con el tiempo
nuevas acepciones que se les añaden de manera natural gracias a los cambios
sociales y al uso reiterado de los hablantes. Por eso cabe confiar en que
dentro de poco el sentir general lleve a que los significados objetivos de la
lengua incluyan, en determinadas circunstancias que será preciso definir, la
afirmación de que un animal ha sido “asesinado”.
Extracto del artículo de Álex Grijelmo publicado en El País
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