Juan José Millás
A mi amigo R. lo despertó en medio de la noche un alarido
escalofriante de su mujer, a cuyo lado dormía. ¿Qué ocurre?, preguntó. He
tenido una pesadilla, dijo ella, soñaba que paría un abejorro. ¿Un abejorro?,
preguntó él frotándose los ojos. Sí, dijo ella, un abejorro negro, del tamaño
de una aceituna, con pelos en el abdomen. Mi amigo, dada la agitación de su
esposa, encendió la luz al objeto de que se tranquilizara. Entonces vieron un
insecto de las características que ella acababa de describir posado en el
espejo del armario. R. tomó de la mesilla de noche una revista, la enrolló y ya
se dirigía hacia el abejorro con intención de acabar con él, cuando su mujer le
gritó que se detuviera. ¿Qué pasa ahora?, preguntó. Ni se te ocurra tocarlo,
dijo ella.
Tras unos instantes de tensión, él regresó a la cama, ella
le pidió que apagara la luz y volvieron a adoptar la postura en la que dormían
habitualmente. Ella se durmió antes, como extenuada por el parto, y él
permaneció despierto media hora, un poco inquieto por la presencia del animal
en el dormitorio. Por la mañana, Continúa en El País
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