El verbo “empoderar” y el sustantivo “empoderamiento”
menudean en el léxico de los movimientos sociales y desatan la perplejidad de
muchos hablantes cuando los oyen en la vida pública.
Quienes tachan “empoderar” y “empoderamiento” de horribles
neologismos quizá se sorprendan al saber que ambos términos ya circulaban en
los diccionarios de español del XVI y el XVII (obras anteriores a la creación
de la Real Academia). Sin embargo, cayeron pronto en desuso, desplazados por
sus sinónimos “apoderar” y “apoderamiento”.
Pero mientras que “empoderar” agonizaba en español, cobraron
fuerza en inglés to empower y empowerment, traducidos tradicionalmente
a nuestra lengua como “apoderar” y “apoderamiento”, pues eso mismo
significaban. Sin embargo, ambos vocablos adquirirían en aquel idioma un
sentido adicional: la acción o el efecto de que una colectividad alcance un
poder que antes tenía vedado (“el empoderamiento de la mujer”, por ejemplo).
Así que los sociólogos y los movimientos sociales no
tardaron en clonar to empower como
“empoderar”, pese a que disponían de “apoderar” (hasta entonces equivalente del
verbo inglés) y de la posibilidad de estirar una de sus acepciones —“hacerse
fuerte”— como había sucedido en aquella lengua.
La Real Academia Española adoptó para el Diccionario de 2014
una doble decisión:
1. Rescatar el vetusto “empoderar” del XVI —13 años después
de haberlo desechado en 2001— con la etimología de en- y poder (otorgar un
poder); pero marcándolo de nuevo como término en desuso.
2. Añadir una segunda entrada de “empoderar”, con origen en
el verbo inglés y con su significado moderno clonado al español: hacer fuertes
o poderosos a quienes antes se hallaban desfavorecidos.
Por tanto, este viejo verbo castellano que un día estuvo
moribundo se ha revitalizado y ha crecido en época reciente… gracias al inglés.
Extracto del artículo de Álex Grijelmo. El texto completo en El País
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