- Jordi Gracia narra la experiencia vital y el proceso
intelectual del creador del Quijote
en una biografía
Carles Geli
Ni solo botarate, ni solo autor de una obra cómica popular;
también el “raro inventor” que ambicionó ser con novelas extravagantes, sin
argumento, como Rinconete y Cortadillo,
o como en El coloquio de los perros...
Así se defiende Cervantes del menosprecio del mundo de la academia y de la
nobleza con el que despacha su rompedor El
ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. Pero la voz no es la del
escritor sino la del profesor de la Universidad de Barcelona y ensayista Jordi
Gracia (1965), quien, en un pasmoso ejercicio biográfico como si de una cámara
subjetiva se tratara, se mete en la mente del inventor de la novela moderna y
primer gran escritor español en Miguel de
Cervantes. La conquista de la ironía (Taurus).
“Se trataba de comprender en directo qué experiencia vital y
qué proceso mental llevó a alguien a imaginar una obra tan revolucionaria,
respetando la maduración del sujeto”, dice Gracia sobre su particular
contribución a los 400 años de la muerte del escritor.
Episodios e ideas clave de una obra
Miguel de Cervantes, a pesar de la repetitiva imagen que se
ha dado de él como taciturno y desafortunado, fue un hombre feliz: las
adversidades no arruinaron nunca su jovialidad y alegría vital.
Sin las armas y la fe dogmática que le caracterizaron de
joven, sin la convicción, voluntad de liderazgo y de rebeldía, como demostró en
la batalla de Lepanto o durante su cautiverio en Argel pero que mantendría
anímicamente después, no habría existido la voluntad de crear una obra
transgresora como el Quijote.
Tanto en el Quijote
como en buena parte de sus Novelas
ejemplares, el escritor se muestra como el mayor defensor, en las letras
españolas, de la autonomía de las mujeres.
Cervantes y el Quijote
profetizan uno de los aspectos claves de la modernidad: la ironía.
Honoré Daumier
Su obra más universal iba a ser una de sus Novelas ejemplares, que Cervantes debía
estar preparando en 1598. Lo hizo crecer con Sancho Panza, le cambió el final y
decidió, incluso, acabar inventándose los preliminares encomiásticos porque
sabía que nadie se los haría.
¿Un punto de fanatismo? “Cervantes vive un momento heroico,
que su paso como alumno en la escuela pública de Madrid acentúa al contactar
con la periferia de la corte... De alguna manera, participa activamente de la
ideología católica y antimusulmana, aquello del ‘perro moro”, enmarca el
biógrafo.
Armas y letras son indisociables en Cervantes. “Las letras
van con las armas: para ser caballero completo debe ser así. Su pensamiento es
que sin ejército no se puede imponer el bien y la cristiandad; él nunca se
arrepentirá ni olvidará las armas, ni a sus compañeros: pocos días antes de
morir aún pedirá que no se abandone a los 20.000 cristianos cautivos en Argel”,
apunta Gracia. Cervantes sabía bien de qué hablaba, pues estuvo allí preso
cinco años (tantos como fue fiero soldado), protagonizando cuatro
espectaculares intentos de fuga, todos fallidos, pero que en cambio no le
comportaron la muerte, hecho que ha permitido la especulación sobre si gozaba
del favor de algún mandatario turco por temas de cama. “Esa teoría es bastante
ridícula: ¿por qué no pensar que es un personaje singular capaz de inventarse
luego otro tan singular como el Quijote? En Cervantes hay una ética de la
convicción, del coraje; en Argelia está cerca del héroe o así lo relatan sus
compañeros de presidio…”.
Una década como recaudador de trigo y aceite y de impuestos
atrasados deja poso: “Esos años descubre la rutina de la adversidad y la
desigualdad, sintiéndose a la vez responsable de la expoliación: cree en su
función recaudadora pero a la vez es consciente de la inutilidad de esa
función, por el fracaso de la Armada y la visión de las víctimas de sus sacas;
experimenta un proceso de desideologización de su perspectiva vital”, resume
Gracia.
Sólo faltaba el paso por presidio por unos desajustes
contables confusos ("no creo que metiera mano en la caja, pero hay un lío
con deudas personales y el juez confunde partidas", fija Gracia). Se
acerca, en cualquier caso, el subtítulo de la biografía: La conquista de la
ironía. “Descubre que las cosas son y no son a la vez, que el bien puede ser
mal al mismo tiempo, que hay verdades que son simultáneas e incompatibles... En
definitiva, que un botarate ridículo puede ser a la vez inteligente y ecuánime…
El Quijote, vamos”.
Honoré Daumier
Se une a todo ello lo biológico: el escritor ronda los 50
años (“como unos 70 de hoy”, equipara Gracia) y han muerto todos sus amigos,
hasta Felipe II, y con él cae el velo que tapaba la hipertrofia del poder. En
su madurez descubrirá que “disfruta como nunca como escritor”, incorporando a
sus textos (las futuras Novelas
ejemplares) el habla o las inquietudes de la nueva turbamulta de la “tan
viscosa como cosmopolita” Sevilla de la época.
Cervantes ya ha aprendido que la máscara de la literatura
como instrucción moral puede servir a los niños pero no es la razón por la que uno
escribe o lee”, sostiene el biógrafo. Cervantes no prejuzga, no sermonea; él ya
está en otra era, la era moderna.
Gracia defiende una vieja hipótesis nunca ratificada: El Quijote nació como cuento. “Iba a ser
una de sus Novelas ejemplares que fue
creciendo, el personaje de una historia pergeñada en 1598 y que cautiva al
autor: al cuento le da un final distinto con el escrutinio de los libros de
caballerías, alarga la historia con la entrada de Sancho Panza y los
preliminares encomiásticos se los acabará inventando él porque sabe que nadie
se los hará y no tanto por lo que malintencionadamente dice Lope de Vega de que
nadie quiere elogiar una obra como esa… Cervantes es un tipo muy excepcional”.
En la piel de las mujeres
Gracia también refleja una virtud semioculta del escritor:
la defensa de la mujer. “Nadie combatió la vejación de las mujeres como
Cervantes. No hay violaciones tan dolorosas en las letras españolas como las
que describe él, poniéndose en la piel de la mujer en una sociedad donde
raptar, violar, hacerles un hijo, degradarlas en suma, era parte de la rutina
tolerada”. Hay una explicación biográfica: Cervantes vive con sus hermanas y
con su hija y sabe de esos tratos, “pero hay también la pulsión que prefigura a
un sujeto moderno…”.
Ni solo botarate, ni solo autor de una obra cómica popular;
también el “raro inventor” que ambicionó ser con novelas extravagantes, sin
argumento, como Rinconete y Cortadillo,
o como en El coloquio de los perros...
Así se defiende Cervantes del menosprecio del mundo de la academia y de la
nobleza con el que despacha su rompedor El
ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. Pero la voz no es la del
escritor sino la del profesor de la Universidad de Barcelona y ensayista Jordi
Gracia (1965), quien, en un pasmoso ejercicio biográfico como si de una cámara
subjetiva se tratara, se mete en la mente del inventor de la novela moderna y
primer gran escritor español en Miguel de
Cervantes. La conquista de la ironía (Taurus).
“Se trataba de comprender en directo qué experiencia vital y
qué proceso mental llevó a alguien a imaginar una obra tan revolucionaria,
respetando la maduración del sujeto”, dice Gracia sobre su particular
contribución a los 400 años de la muerte del escritor.
Episodios e ideas clave de una obra
Miguel de Cervantes, a pesar de la repetitiva imagen que se
ha dado de él como taciturno y desafortunado, fue un hombre feliz: las
adversidades no arruinaron nunca su jovialidad y alegría vital.
Sin las armas y la fe dogmática que le caracterizaron de
joven, sin la convicción, voluntad de liderazgo y de rebeldía, como demostró en
la batalla de Lepanto o durante su cautiverio en Argel pero que mantendría
anímicamente después, no habría existido la voluntad de crear una obra
transgresora como el Quijote.
Tanto en el Quijote
como en buena parte de sus Novelas
ejemplares, el escritor se muestra como el mayor defensor, en las letras
españolas, de la autonomía de las mujeres.
Cervantes y el Quijote
profetizan uno de los aspectos claves de la modernidad: la ironía.
Honoré Daumier |
Su obra más universal iba a ser una de sus Novelas ejemplares, que Cervantes debía
estar preparando en 1598. Lo hizo crecer con Sancho Panza, le cambió el final y
decidió, incluso, acabar inventándose los preliminares encomiásticos porque
sabía que nadie se los haría.
¿Un punto de fanatismo? “Cervantes vive un momento heroico,
que su paso como alumno en la escuela pública de Madrid acentúa al contactar
con la periferia de la corte... De alguna manera, participa activamente de la
ideología católica y antimusulmana, aquello del ‘perro moro”, enmarca el
biógrafo.
Armas y letras son indisociables en Cervantes. “Las letras
van con las armas: para ser caballero completo debe ser así. Su pensamiento es
que sin ejército no se puede imponer el bien y la cristiandad; él nunca se
arrepentirá ni olvidará las armas, ni a sus compañeros: pocos días antes de
morir aún pedirá que no se abandone a los 20.000 cristianos cautivos en Argel”,
apunta Gracia. Cervantes sabía bien de qué hablaba, pues estuvo allí preso
cinco años (tantos como fue fiero soldado), protagonizando cuatro
espectaculares intentos de fuga, todos fallidos, pero que en cambio no le
comportaron la muerte, hecho que ha permitido la especulación sobre si gozaba
del favor de algún mandatario turco por temas de cama. “Esa teoría es bastante
ridícula: ¿por qué no pensar que es un personaje singular capaz de inventarse
luego otro tan singular como el Quijote? En Cervantes hay una ética de la
convicción, del coraje; en Argelia está cerca del héroe o así lo relatan sus
compañeros de presidio…”.
Una década como recaudador de trigo y aceite y de impuestos
atrasados deja poso: “Esos años descubre la rutina de la adversidad y la
desigualdad, sintiéndose a la vez responsable de la expoliación: cree en su
función recaudadora pero a la vez es consciente de la inutilidad de esa
función, por el fracaso de la Armada y la visión de las víctimas de sus sacas;
experimenta un proceso de desideologización de su perspectiva vital”, resume
Gracia.
Sólo faltaba el paso por presidio por unos desajustes
contables confusos ("no creo que metiera mano en la caja, pero hay un lío
con deudas personales y el juez confunde partidas", fija Gracia). Se
acerca, en cualquier caso, el subtítulo de la biografía: La conquista de la
ironía. “Descubre que las cosas son y no son a la vez, que el bien puede ser
mal al mismo tiempo, que hay verdades que son simultáneas e incompatibles... En
definitiva, que un botarate ridículo puede ser a la vez inteligente y ecuánime…
El Quijote, vamos”.
Honoré Daumier |
Se une a todo ello lo biológico: el escritor ronda los 50
años (“como unos 70 de hoy”, equipara Gracia) y han muerto todos sus amigos,
hasta Felipe II, y con él cae el velo que tapaba la hipertrofia del poder. En
su madurez descubrirá que “disfruta como nunca como escritor”, incorporando a
sus textos (las futuras Novelas
ejemplares) el habla o las inquietudes de la nueva turbamulta de la “tan
viscosa como cosmopolita” Sevilla de la época.
Cervantes ya ha aprendido que la máscara de la literatura
como instrucción moral puede servir a los niños pero no es la razón por la que uno
escribe o lee”, sostiene el biógrafo. Cervantes no prejuzga, no sermonea; él ya
está en otra era, la era moderna.
Gracia defiende una vieja hipótesis nunca ratificada: El Quijote nació como cuento. “Iba a ser
una de sus Novelas ejemplares que fue
creciendo, el personaje de una historia pergeñada en 1598 y que cautiva al
autor: al cuento le da un final distinto con el escrutinio de los libros de
caballerías, alarga la historia con la entrada de Sancho Panza y los
preliminares encomiásticos se los acabará inventando él porque sabe que nadie
se los hará y no tanto por lo que malintencionadamente dice Lope de Vega de que
nadie quiere elogiar una obra como esa… Cervantes es un tipo muy excepcional”.
En la piel de las mujeres
Gracia también refleja una virtud semioculta del escritor:
la defensa de la mujer. “Nadie combatió la vejación de las mujeres como
Cervantes. No hay violaciones tan dolorosas en las letras españolas como las
que describe él, poniéndose en la piel de la mujer en una sociedad donde
raptar, violar, hacerles un hijo, degradarlas en suma, era parte de la rutina
tolerada”. Hay una explicación biográfica: Cervantes vive con sus hermanas y
con su hija y sabe de esos tratos, “pero hay también la pulsión que prefigura a
un sujeto moderno…”.
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