lunes, 17 de diciembre de 2018

La palabra "puta" fue un eufemismo


Álex Grijelmo
La palabra “puta” (en latín, putta) se convirtió hace siglos en sustituto biensonante de “mujer pública” […]. De tal forma, su significado original de “niña” o “muchacha” desapareció para contaminarse con el que pretendía reemplazar.

Fragmento de la Madonna Sistina, de Rafael Sanzio,
conocido como I putti de Raffaelo
¿Así que “puta” fue un eufemismo?

Pues sí. Esto suena sorprendente hoy en día, salvo que se conozca, o se intuya, la teoría del dominó que formuló el lingüista norteamericano Dwight Bolinger […].

Según esa formulación, las palabras que sustituyen a otras que nos suenan mal (aunque se refieran a lo mismo) tienen una vida limitada porque son sustituidas a su vez tras absorber la fuerza peyorativa de la anterior.

Hemos presenciado muchos casos así en los últimos decenios, al nombrar realidades que preferiríamos que no existiesen. Por ejemplo:

• La palabra “viejos” quedó sustituida en el lenguaje políticamente correcto por “ancianos”, que a su vez se volvió negativa. Llegó entonces “personas de la tercera edad”, que reemplazamos ahora por “personas mayores”.

• Los “países subdesarrollados” se convirtieron en “países del Tercer Mundo” o “tercermundistas”, hasta que eso se consideró un insulto. Así que decidimos denominarlos “países en vías de desarrollo”, locución que empieza a sustituirse por “países emergentes”.

[…]

• Los “mongólicos” recibieron con esa palabra una designación descriptiva, que se tornó perversa. Surgió entonces “subnormales”, impulsada por las propias asociaciones de familiares: “Asociación de Familiares de Niños y Adultos Subnormales” (Afanias). Años más tarde se debió sustituir en el lenguaje correcto por “retrasados” o por “deficientes”, más tarde por “insuficientes mentales” o “discapacitados psíquicos”, y finalmente por “niño con síndrome de Down” o, ahora, “un Down”.

• El juego de los eufemismos desechó en su día los términos “tullidos” y “lisiados” para elegir “inválidos”, pero el efecto dominó aportó “minusválidos”, y luego “disminuidos” y más tarde “discapacitados”. [...] El texto íntegro en El País

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