domingo, 13 de marzo de 2016

El español es una suma

 Álex Grijelmo

Ilustración de Eva Vázquez. Babelia-El País
El español es una lengua muy homogénea, unida en su inmensa y rica variedad. Una de las lenguas más cohesionadas del mundo. Muy lejos de las profundas hendiduras que se dan en el ámbito del árabe, del chino o incluso del portugués. Una lengua unida además por razones culturales y que hace sentirse hermanos a sus hablantes (algo que quizá no ocurre en todos los ámbitos del inglés). La Real Academia Española se ha transformado en los últimos decenios, y ya hace mucho tiempo que abandonó su conservadurismo tradicional en todos los órdenes, su hispanocentrismo madrileño, su lentitud, su machismo.

Los limones todavía eran amarillos en la edición del Diccionario de 1992 (a pesar de que en toda América tienen color verde), y el matrimonio se definía aún en 1970 como algo “de por vida” (aunque el divorcio estuviera legalizado en muchos países hispanos). Pero la publicación de nuevas obras en los últimos años ha servido para situar a la Academia en la modernidad; y la colaboración entre las 22 instituciones hermanas (que serán 23 cuando se incorpore oficialmente la de Guinea Ecuatorial) ha instalado el panhispanismo en todas ellas.

Aunque todavía quedan algunos tramos por recorrer y avances por completar, el camino andado durante los últimos decenios por la institución fundada en el siglo XVIII ha constituido un impulso muy perceptible en todos los ámbitos del idioma.

La colección de obras académicas se ha ampliado en la última década hasta conformar una biblioteca de consulta y ayuda que resuelve ya todas las dudas. El primer gran paso para llenar la nueva estantería del idioma español lo dan las Academias con la Ortografía de la lengua española en 1999. No todas participan con la misma intensidad, y ciertos errores dejan entrever descuidos en la supervisión de algún país que otro; o quizás las prisas. Pero ahí nació la primera gran obra panhispánica.

La nueva edición del Diccionario dos años después, en 2001, incorporó a su vez 6.000 americanismos, entre ellos “engentarse” (sentirse agobiado por una multitud de gente), “achicopalarse” (achicarse, disminuirse ante algo que consideramos superior) o “trancón” (embotellamiento en Colombia). Pero aún faltaban muchos más.

Esa colaboración entre las distintas Academias mejorará luego en el largo proceso que conduce al Diccionario panhispánico de dudas, que vio la luz finalmente en 2004 y contó no sólo con el apoyo de todas las Academias, sino también con el respaldo de los principales medios de comunicación del mundo hispano, que aceptaron hacerlo suyo y seguir sus recomendaciones. Esta obra recoge asimismo las variedades americanas, aunque con sensibilidad todavía mejorable en algunos ejemplos.

La antigua gramática de 1931 (llamada con humildad Esbozo de una nueva gramática española) no se libraba tampoco de aquel hispanocentrismo de la época, pues apartaba los usos de América del lugar que merecían. Pero eso también quedó subsanado y mejorado con la imponente Nueva gramática de la lengua española (2009), así como su edición más llevadera (la Nueva gramática básica), publicada en 2011.

Las Academias americanas también han hecho su propio trabajo conjunto, y lanzaron en 2010 el Diccionario de americanismos, que recoge las distintas variantes del español en aquel continente, con expresión de los países donde se usa cada término. Reúne 70.000 voces, con 120.000 acepciones.

A partir de ahí, la colaboración entre las 22 instituciones del español ya casi deja de ser noticia, y entre todas ellas alumbrarán con normalidad las siguientes revisiones de todas las obras académicas. No sin polémicas a veces, como las que rodearon a la Ortografía de 2010. Tales discusiones trascendieron el ámbito de los académicos, porque también se animaron a entrar en el debate escritores, periodistas, traductores y, por supuesto, muchísimos hablantes.

La misma expectación rodeó el estreno del último Diccionario, publicado en 2014. Esta 23ª edición incluye 93.111 entradas (frente a las 88.431 de la anterior), con 195.439 acepciones; se introdujeron 140.000 enmiendas, que afectaron a 49.000 voces. Y los americanismos (gracias al trabajo previo de todas las Academias) suman ya 19.000.


Todas estas herramientas han ido cimentando un armazón muy sólido que hoy en día nos permite disponer de una lengua común muy homogénea, cuya rica diversidad no impedirá nunca que dos hispanohablantes se entiendan a la perfección entre sí ni que, al mismo tiempo, pasen un rato divertido contándose sus diferencias léxicas. Poco a poco, todo el mundo hispánico (y España quizá con más retraso) ha asumido con naturalidad la frase proclamada por el historiador de la lengua mexicano Antonio Alatorre: “El español es la suma de todas las maneras de hablarlo”.

Extracto del artículo de Álex Grijelmo publicado en El País

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