jueves, 6 de octubre de 2016

Y 11 palabras con la Y

Ilustración: Luis Demano
La y funciona como consonante cuando está al principio de palabra o de sílaba. Da inicio a unas 250 palabras del diccionario de la RAE, menos del 0,3%, siendo la vigésimo tercera que más vocablos comienza. En cambio, es la decimoséptima en frecuencia total, gracias en gran medida a la conjunción copulativa y. Aunque tiene su origen en la escritura hiératica egipcia, fueron los griegos quienes le dieron su forma definitiva en la ipsilon. Los romanos la adoptaron en el siglo I para escribir palabras griegas con esa letra.

La RAE recomienda que se la llame ye, al ser más simple y no necesitar especificaciones, aunque admite que la “denominación tradicional y más extendida” es la de y griega. “El nombre ye se creó en la segunda mitad del siglo XIX por aplicación del patrón denominativo que siguen la mayoría de las consonantes, y que consiste en añadir la vocal e a la letra correspondiente", explica la Academia.

Yacija. Lecho o cama pobre. Cosa en que se está acostado. Sepultura.

Yatagán. Especie de sable o alfanje que usan los orientales.

Yatrogenia. Alteración, especialmente negativa, del estado del paciente producida por el médico.

Yerto, ta. Dicho de un ser vivo o de alguna parte de él: Tieso o rígido, especialmente a causa del frío o de la muerte.

Yogar. Holgarse, y particularmente tener acto carnal. Estar detenido o hacer mansión en un paraje.

Yuras. Del latín a iure, fuera de derecho. Matrimonio a yuras: clandestino.


Yuso. Ayuso, que significa abajo.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Qué triste pérdida!

  • Los signos de entrada en las interrogaciones y las exclamaciones empiezan a desaparecer


La ortografía del español dispone de unos rasgos propios para señalar en interrogaciones y exclamaciones dónde empiezan y dónde acaban las palabras cuya curva melódica difiere del resto del discurso.

Sin embargo, los signos de entrada de tales cláusulas van desapareciendo; y proliferan los mensajes, anuncios o rótulos en los que se prescinde de esa ventaja.

La escritura ha mejorado mucho desde las remotas normas de Carlomagno (siglo VIII), y en ese proceso evolutivo la Academia Española incorporó en su ortografía de 1754 (páginas 125-129) el signo de apertura, porque el de cierre por sí solo “no satisface siempre todo lo que es necesario”.

Tantos siglos de progresos se arruinan ahora con la nueva costumbre, que ya no se puede escudar en ninguna carencia técnica de ordenadores ni teléfonos.

El inglés y el francés no alumbraron esa duplicación (¡!, ¿?). Es cierto que en una gran parte de las expresiones interrogativas del inglés la sintaxis ayuda a definir la pregunta mediante la alteración de los términos, así como en una pequeña proporción del francés: “you are ready” / “are you ready?”; “tu es prête” / “es-tu prête?” (en español no cambia el orden: “estás preparada” / “¿estás preparada?”). Pero aquellas sintaxis de la viceversa no alcanzan para delimitar todas las preguntas, y algunas interrogaciones y exclamaciones largas se convierten en ambiguas porque no se sabe dónde empiezan. Ni siquiera se sabe si son interrogaciones… hasta que llega el signo de cierre. Esas dos lenguas tampoco pueden competir con nuestra ortografía cuando el énfasis va inserto en una oración, algo que el español resuelve bien: “Y quisieron pagarme ¡cien! euros al mes”.

España organizó una reacción descomunal y eficaz en 1989 cuando la autoridad europea tuvo en estudio desautorizar la exigencia de nuestro Gobierno de que los teclados de ordenadores de importación incluyeran la letra eñe. Esto lo tomamos como una agresión, y a partir de ahí la eñe simbolizó la identidad del idioma español. Incluso llamamos ya a nuestra triunfal selección de baloncesto “la ÑBA”.


Frente a aquel arrebato de amor propio de hace 27 años, hoy se observa con cierta lenidad la falta de ortografía que consiste en suprimir los signos de entrada en interrogaciones y exclamaciones; y muchos docentes pasan por alto tal deterioro expresivo en los exámenes de sus alumnos.

martes, 27 de septiembre de 2016

Se oye mucho 'podcast'

La palabra podcast procede de la contracción de iPod (reproductor de bolsillo de sonido digital) y broadcasting (difusión). Su primer uso público llevaba la firma del periodista británico Ben Hammersley el 12 de febrero de 2004 en The Guardian. (Bueno, en realidad, escribió “podcasting”, de donde derivó “podcast”). El significado fue cambiando, pero el significante permanece.

En español se ha aportado como equivalente la voz “audio”, un término latino de más de 2.000 años capaz de sustituir al modernísimo podcast en la mayoría de los contextos. Pero enseguida vendrá alguien a decir que no es lo mismo un audio que un podcast.

Ese falso argumento de la precisión olvida que en el “café” de la esquina nos dan tanto un café como un refresco; que encendemos “mecheros” sin mecha; que el “ascensor” también desciende y que la “mesilla de noche” no desaparece durante el día. Las palabras nombran, no definen. Y una vez que nombran, son ellas las definidas.

Por tanto, si allá donde se dice “escuchen los podcasts de nuestra emisora” se cambiara el anglicismo por el vocablo “audios”, cualquiera entendería de qué se trata y no se levantarían barreras idiomáticas ni se contribuiría a acentuar el conocido complejo de inferioridad hispano.

En cuanto a los podcasts de imágenes (porque la palabra inglesa no sabe diferenciar entre imagen y sonido), la analogía sobreviene enseguida: “Vea nuestros vídeos”.

En uno y otro caso, nos suelen invitar también a “bajarlos” o “descargarlos”, calcos semánticos de download. Y los mismos que argumentan contra la supuesta imprecisión de “audio” pasarán por alto que los audios y los vídeos no cambian de sitio al bajarlos o descargarlos, sino que permanecen en su lugar de origen cuando los copiamos, duplicamos o reproducimos.


Y todo esto es lo que sucede: cualquier alternativa en español recibe disparos, mientras que el anglicismo obtiene beneplácitos incluso si incurre en una incongruencia. Nuestra baja autoestima cultural funciona así.

Palabras que comienzan por W y X en español

Ilustración: Luis Demano

La W es la letra que menos palabras encabeza en el diccionario: apenas 28 en la última edición. Aproximadamente, el 0,02%.

Como explica el propio diccionario, esta consonante se usa para representar “el fonema consonántico bilabial sonoro -/b/- en palabras de origen germánico, como en Wamba, wagneriano, Westfalia, y en topónimos y antropónimos del polaco o el neerlandés, como en Kowalski, Van der Weyden, y una /u/ semiconsonante en los anglicismos, como en washingtoniano o whisky, además de en voces transcritas de otras lenguas, como en wau”.

La W fue la última letra en incorporarse al abecedario español. Se incorporó oficialmente con la publicación de la Ortografía de 1969. Llega a nuestro abecedario para representar fonemas de las lenguas germánicas, pero a muchos les extrañará que ya se usara en la Edad Media en la escritura de determinados nombres extranjeros.

Muchas palabras con w en origen se habían incorporado antes al diccionario, pero cambiando la w por la v, como en el caso de vagón o váter, por ejemplo. En las que la w ha sido sustituida por una v, el origen de las palabras suele ser inglés; mientras que suelen ser alemanas en las que ha sido sustituida por gu (guerra, gualda, guardia).

En algunos casos, la RAE ha propuesto adaptaciones al español, como en el caso de güisqui, cuyo uso recomienda, pero casi nadie sigue, como admite el Diccionario Panhispánico de Dudas, que añade que esta adaptación “permite evitar los errores frecuentes que se cometen al intentar reproducir la grafía inglesa. Deben desecharse otros intentos de adaptación poco arraigados, como wisqui. Para designar el establecimiento donde se sirven güisqui y otros licores, se recomienda el empleo de la forma güisquería.

La X es la penúltima letra que más palabras encabeza: 45, apenas el 0,05% del total. La letra tiene origen griego, si bien hay que decir que los griegos representaban el sonido /ks/ con un signo derivado del samek fenicio, dejando el signo X para el sonido gutural sordo /x/ correspondiente a la j del español moderno.

El Diccionario panhispánico de dudas explica que “en la Edad Media, la grafía x representaba un sonido palatal fricativo sordo, cuya pronunciación era muy similar a la de la sh inglesa o la ch francesa actuales. Así, palabras como dixo (hoy dijo) o traxo (hoy trajo) se pronunciaban [dísho] o [trásho] (donde [sh] representa un sonido parecido al que emitimos cuando queremos imponer silencio)”.

Este sonido arcaico “se conserva en el español de México y de otras zonas de América en palabras de origen náhuatl, como Xola [shóla] o mixiote [mishióte] (no en Xochimilco, en donde la x suena como /s/), y en la pronunciación arcaizante de ciertos apellidos que conservan su forma gráfica antigua, como Ximénez o Mexía”.

El diccionario añade que en el siglo XVI, este sonido evolucionó “hasta convertirse en el sonido velar fricativo sordo /j/, que en la escritura moderna se representa con las letras j o g (ante e, i)”.

La grafía se conserva en varios topónimos americanos, como México, Oaxaca y Texas, y en variantes americanas de algunos nombres propios de persona, como Ximena. Eso sí, todos estos nombres se han de pronunciar con sonido /j/. “También quedan restos de esta x arcaica en algunos topónimos españoles que hoy se pronuncian corrientemente con sonido [k + s], como Almorox, Borox, Guadix y Sax. Sus gentilicios respectivos (almorojano, borojeño, guadijeño y sajeño) demuestran que, en su origen, la x que contienen se pronunciaba /j/”.

Wahabismo. Movimiento musulmán integrista que defiende una vuelta radical a la pureza del islam de los orígenes y se opone a todo tipo de innovaciones.

Walkman. Reproductor portátil de casetes provisto de auriculares. Viene de la marca registrada de Sony y lo curioso de esta palabra es que figura en el diccionario desde 2001, cuando ya nadie usaba estos aparatos.

Xenismo. Extranjerismo que conserva su grafía original; p. ej., software.

Xenoglosia. Glosolalia (lenguaje ininteligible). Don de lenguas (‖ capacidad sobrenatural de hablar lenguas).

Xerófilo, la. Dicho de un organismo vegetal: Adaptado a la vida en un medio seco.

Xilófago, ga. Dicho de un insecto: Que roe la madera.

Xiloprotector, ra. Dicho de un producto, de una sustancia, etc.: Que sirven o se emplean para proteger la madera.



martes, 20 de septiembre de 2016

Hablar en pelotas

Obra satírica atribuida a los hermanos Bécquer

La locución “en pelota” ya la recogía el diccionario de Francisco Sobrino en 1705 con el significado de “en cueros”. Y la primera obra de la Academia la incorporó poco después (1737) como “modo adverbial que vale ‘totalmente desnudo o en cueros”.

Tal uso de “en pelota” parece ser un derivado burlesco de “piel” (pellis, en latín), y desde luego no guarda ninguna relación etimológica con ciertas formas del cuerpo humano.

A Sancho Panza le quitaron el gabán y lo dejaron “en pelota” (el Quijote contiene cinco usos similares).

Sin embargo, una entendible etimología popular dio en la flor de extender el plural “en pelotas”, confundiendo la piel con sus redondeces. Los escritores rechazaron durante siglos esa versión vulgar (así la marca Manuel Seco en su Diccionario del español actual), salvo si deseaban precisamente reproducir un lenguaje popular.


Algunos novelistas incorporaron luego a su propio lenguaje la opción “en pelotas” (García Márquez entre ellos). Y la Academia (tras algún titubeo) da por buenas desde 2001 las dos posibilidades.

19 palabras vitales con la V

Ilustración: Luis Demano

La uve es la decimoséptima letra más frecuente en español: solo 0,7 letras de cada 100 son una V. También es la decimosexta que encabeza más palabras del diccionario (el 2,21%). Como ya vimos la semana pasada, en latín la U servía como consonante y como vocal. Ya a finales del siglo XV, Antonio de Nebrija defiende la necesidad de distinguir en la escritura entre ambas, opción que se consolida a partir del siglo XVI.




Vagaroso, sa. Que vaga, o que fácilmente y de continuo se mueve de una a otra parte. Tardo, perezoso o pausado.

Vahaje. Viento suave.

Vainazas. Persona floja, descuidada o desvaída.

Valetudinario. Dicho de quien sufre los achaques de la edad: Enfermizo, delicado, de salud quebrada.

Vectación. Acción de pasear o desplazarse en un vehículo.

Venencia. Utensilio formado por un pequeño recipiente cilíndrico en el extremo de una larga varilla, que se emplea para extraer pequeñas cantidades de vino de una cuba.

Venero. Manantial de agua. Raya o línea horaria en los relojes de sol. Origen y principio de donde procede algo.

Venternero. Glotón, tragón.

Versolari. Improvisador popular de versos en vasco.

Versucia. Astucia, sagacidad.

Vesania. Demencia, locura, furia.

Vilordo. Perezoso, tardo.

Vinolencia. Exceso o destemplanza en el beber vino.

Vitando, da. Que se debe evitar. Odioso, execrable.


Volatinero, ra. Persona que con habilidad y arte anda y voltea por el aire sobre una cuerda o un alambre, y hace otros ejercicios semejantes.

viernes, 16 de septiembre de 2016

Invocación

Que no crezca jamás en mis entrañas
esa calma aparente llamada escepticismo.
Huya yo del resabio,
del cinismo, de la imparcialidad de hombros encogidos.
Crea yo siempre en la vida
crea yo siempre
en las mil infinitas posibilidades.

Engáñenme los cantos de sirenas
tenga mi alma siempre un pellizco de ingenua.
Que nunca se parezca mi epidermis
a la piel de un paquidermo inconmovible,
helado.

Llore yo todavía
por sueños imposibles
por amores prohibidos
por fantasías de niña hechas añicos.
Huya yo del realismo encorsetado.
Consérvense en mis labios las canciones,
muchas y muy ruidosas y con muchos acordes.

Por si vinieran tiempos de silencio.


Raquel Lanseros. Diario de un destello, Rialp, 2006
Poema recitado por Maribel Verdú en Infolibre