jueves, 10 de mayo de 2018

Unamuno frente a Millán Astray


Unamuno, con barba, saliendo del Paraninfo de la Universidad de Salamanca 
tras el enfrentamiento con Millán Astray, el 12 de octubre de 1936. EFE
“Este es el templo de la inteligencia y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho”. Según la historia que varias generaciones de españoles han aprendido, así terminó Miguel de Unamuno su interpelación al general José Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936. Así se redimió el intelectual vasco de su apoyo a los golpistas, y así se convirtió en símbolo de la democracia contra la dictadura, la civilización contra la barbarie y el bien contra el mal. Cómo no emocionarse ante el sabio anciano encarándose contra la bestialidad del general mutilado. Sus palabras son parte de la mitología española, un evangelio de valentía cívica ante el que solo cabe aplaudir con reverencia.

Ha habido biógrafos de Unamuno que ya señalaron que el relato de los sucesos del paraninfo se tomaba “muchas libertades” y obedecía “a una voluntad de dramatizar los hechos con todos los ingredientes indispensables para su teatralización”. Todo empezó, según el historiador Severiano Delgado, bibliotecario de la Universidad de Salamanca, que lleva años investigando la figura de Unamuno en Salamanca, en 1941. Luis Portillo era un joven profesor de Salamanca que participó en la guerra en el bando republicano y se exilió en Londres. En 1941, Portillo colaboraba con el servicio exterior de la BBC, junto a otro español, Arturo Barea, y en contacto con un gran conocedor de España y muy sensible a la causa de los exiliados republicanos, George Orwell. Fue este último quien puso a ambos en contacto con el prestigioso crítico Cyril Connelly, quien a su vez les encargó dos relatos para la revista literaria que dirigía, Horizons. Barea entregó un capítulo de las memorias que estaba escribiendo y Portillo compuso una narración ficticia del acto del 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de Salamanca. Cayó en manos de un joven investigador que estaba escribiendo una monografía sobre la Guerra Civil llamado Hugh Thomas. Su obra se tituló The Spanish Civil War (1961), y en ella incluyó el relato de Portillo prácticamente sin retocar tomándolo por una crónica veraz. La pieza íntegra de Sergio del Molino en El País


No hay comentarios:

Publicar un comentario