"Guay" es una de las palabras que más asociamos a
los años 80. Durante una época, todo fue guay, al menos para los que por aquel
entonces eran jóvenes. Fue una de las palabras que marcó la década, junto con
"dabuten", "tronco" y "yupi", entre otras.
Pero "guay", al contrario que "demasié",
ha sobrevivido con cierta dignidad. Ya no es tan guay como lo fue entonces,
claro, pero la usan incluso Amaia y Alfred, estrellas de Operación Triunfo, que
recientemente afirmaron que “ganar
Eurovisión sería superguay”.
Pero no se trata de una palabra nacida hace 40 años. Tiene
siglos, aunque en su origen significaba todo lo contrario. Como recoge el Diccionario
de dichos y frases hechas de Alberto Buitrago Jiménez, “se usaba
desde el siglo XIII como una especie de interjección de lamento, con el
significado aproximado de ay”.
El diccionario de la RAE sigue recogiendo también esta acepción. Su
origen, se explica, es onomatopéyico, aunque el diccionario etimológico de Joan
Corominas lo remonta al gótico wái, con ese mismo significado.
Esta última palabra es el origen del término alemán Weh, que
significa dolor.
Con ese sentido aparece en El Quijote, como
recuerda Mar Abad en su libro De
estraperlo a #postureo: “Envíanos ya al sin par Clavileño, para
que nuestra desdicha se acabe; que si entra el calor y estas barbas duran,
¡guay de nuestra ventura!”, exclama Sancho Panza. Antes ya se recogió en
la Historia de Jerusalén, escrita por Jacobo de Vitriaco en el
siglo XIV: “Guay de vos, mesquinos, que tal fe tenedes onde despues de la
muerte avedes de sofrir tormentos”. Y en los escritos del Arcipreste de
Talavera, del siglo XV: “Guay del que duerme solo”.
En el siglo XVIII se funda la Real Academia de la Lengua,
que recoge el término en su primer diccionario, el de Autoridades de 1734. La
entrada es muy escueta: “Véase Ay”. Debajo consta la expresión “tener muchos
guayes”, con la que se da a entender “que alguno padece grandes achaques y dolores,
o muchos contratiempos de la fortuna”.
De guay 😩 a guay 😊
La palabra “quedó en el olvido a partir del siglo XVIII para
ser recuperada recientemente, aunque con otro significado, en el lenguaje
juvenil”, escribe Buitrago Jiménez. Fue sobre todo en los 80 cuando se comenzó
a usar, explica Abad en su libro, para algo que además de bueno y estupendo
“era moderno. Un botijo jamás sería guay. Guay era una moto, una canción, una
persona. El mero uso del término ya hacía guay a su hablante”.
No queda claro por qué cambió el significado de esta
palabra, pero hay al menos un ejemplo muy anterior de su uso como sinónimo de
estupendo en la zarzuela La cruz de los humeros, de 1861. En
el mismo verso sale además un antepasado del también ochentero dabuten: “Salero
de buten guay / via la gente é mi tierra”. Esta zarzuela estaría fetén, de
lo más chachi de la época, tronco (perdón).
Se trata en definitiva de un
autoantónimo, una palabra que significa una cosa y la contraria, como
"enervar" y "sancionar", por ejemplo. Continúa en El País
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