Salvador Gutiérrez Ordóñez
[…] El pueblo es el dueño del idioma. En las discusiones
sobre la corrección de una forma o de una expresión lingüística conviene
diferenciar dos conceptos: el sistema y la norma. El sistema es el marco formal
que establece las posibilidades de variación o de combinación que permite la
lengua. Muchas de esas posibilidades no están aplicadas o explotadas por el
uso, a causa de diferentes razones. La norma recoge lo que en un momento dado
los hablantes consideran correcto. El sistema es estable, cambia con extrema
dificultad. Sin embargo, la norma es variable, tornadiza. Depende de la
valoración del pueblo.
Victoria Kent, Margarita Nelken y Clara Campoamor, las primeras mujeres elegidas diputadas (1931) |
Pongamos algunos ejemplos. El
sistema de la lengua nos dice que el femenino de sustantivos de profesiones se
forma morfológicamente añadiendo la desinencia -a al masculino. Sin embargo,
por diversas razones (muchas veces relacionadas con la realidad social), esa
posibilidad del sistema no siempre se realiza. En las Cortes de Cádiz el
término diputado era masculino y solo
designaba a varones, pues la mujer no podía ser elegida parlamentaria. Cuando
alcanza este derecho, el término diputada,
perfecta según el sistema de la lengua, chocaba con la costumbre, con la norma,
por lo que se prefirió durante algún tiempo diferenciar el sexo solo a través
del artículo (el diputado/la diputado). Más tarde, el uso
generalizará la forma femenina y hoy decimos con toda naturalidad diputada.
Más cercano tenemos el caso del
arbitraje. En la dirección de los partidos de fútbol y de otros deportes, en un
principio solo teníamos la forma árbitro.
Cuando acceden las mujeres a esta profesión, al principio la norma de los
hablantes (guiada por la costumbre) rechaza el femenino árbitra, que es perfecta según el sistema de la lengua. Se acudía
la forma común: el árbitro y la árbitro. Pero pasó el tiempo, y hoy
hemos incorporado el femenino árbitra
con toda normalidad.
Campaña de la selección femenina de rugby
contra los prejuicios sociales
En ocasiones, posibles femeninos,
formados siguiendo las normas de la lengua, encuentran restricciones a causa de
prejuicios sociales o corporativos. Los femeninos jueza y fiscala, bien
construidos, sufrieron (y a veces sufren) rechazo normativo, hecho que ya no
ocurría con abogada, catedrática ni magistrada. Otro caso de rechazo corporativo de femeninos
perfectamente formados es el de los grados militares: sargenta, tenienta, caba, soldada...
Un resumen de lo hasta aquí
expuesto sería aconsejar que, cuando se presente un problema en la formación de
un femenino de profesión, lo mejor es atenerse al sistema, ya que la norma
"è mobile". Abundemos ahora
en un caso reciente: el femenino de piloto.
[…] Existen dos tipos de preguntas: una se dirige a la norma ("¿Es
correcto decir la pilota?"); la
otra se dirige al sistema de la lengua ("¿Está bien formado el femenino la pilota?"). A la primera se
responde: en la norma actual, el uso sancionado como correcto por la mayoría de
hablantes es el piloto-la piloto. Sin
embargo, la respuesta adecuada a la segunda pregunta es que el femenino la pilota está bien formado según el
sistema de la lengua. Así se han creado múltiples femeninos de profesiones que,
en un principio, pudieron resultar extraños, pero que hoy nos son familiares: bombera, bedela... […]
Veamos […] el femenino miembra. ¿Está bien formado según el
sistema? La respuesta es positiva. ¿Está aceptado por el juicio normativo de
los hablantes? La respuesta es "aún no". […]
En cambio, sí parece representar
una ruptura del sistema el femenino portavoza,
al menos mientras se mantenga la conciencia de que se trata de una palabra
compuesta, formada por la unión de porta
y de voz (que ya es femenina y no
designa persona). Pero tampoco en este caso quiero sentar cátedra. La lengua es
caprichosa. En la calle he oído más de una vez el femenino guardiacivila. El texto íntegro en El Mundo
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