'Cocreta' nunca se incluyó en el Diccionario. Aunque podía
haber ocurrido. En esa forma popular y vulgar se aplica el mismo tipo de
metátesis (o transposición de una letra) que ya se produjo en cocodrilo
(etimológicamente crocodilo). Y eso se parece a lo que sucedió con murciélago
(etimológicamente, 'murciégalo': ratón ciego; del latín mus, muris, ratón, y
caecŭlus,ciego).
Pero lo de 'cocreta' da mucho
juego. Un eminente académico suele pedir 'cocretas' en los restaurantes por
pura broma, ante el desconcierto general.
Ahora bien, tanto 'murciégalo'
como 'almóndiga' aparecen en el léxico de la Academia con sendas marcas que desaconsejan
esos vocablos; se califican ambos términos como “en desuso” y se les añade la
tacha de vulgaridad.
Y ahí está la clave del actual
criterio académico. Una abogada puede espetarle a su hermano “no tienes ni puta
idea de derecho fiscal”, pero en una vista oral preferirá decir al ministerio
público: “Creo que la fiscalía no ha considerado en su exposición la última
reforma aprobada sobre el IVA”. Las dos frases son lingüística y
gramaticalmente correctas, sin embargo “ni puta idea” no se considera elegante.
Igual que 'almóndigas'.
El problema de fondo, coinciden
algunos lingüistas, se da cuando un hablante sólo puede usar el registro vulgar
porque no ha recibido la formación necesaria para expresarse con un español más
culto. El artículo completo de Álex Grijelmo en El País
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