- El uso de esta lengua, hablada por 40 millones de personas,
no para de crecer. Es dudoso que Trump logre invertir esa tendencia
Eduardo Lago
Entre los 308 millones de estadounidenses censados, hay 57
millones de latinos, de los que 40 son hispanohablantes. El resto tiene un
conocimiento desigual, aunque patente, de nuestro idioma. Estos datos de
conjunto ponen de relieve una constante histórica: la capacidad de resistencia
del español frente a un entorno institucional que, como sucede ahora, le ha
sido a veces hostil. Las leyes encaminadas a erradicar la educación bilingüe
han acabado sistemáticamente en fracaso, porque el uso del habla depende del
pueblo y no se puede legislar.
Son innumerables los datos de toda índole que dan fe de la
vitalidad del español en Estados Unidos, desde su uso en el entorno familiar y
comunitario hasta su presencia en los medios, sobre todo la televisión. Su
fuerza es, asimismo, muy considerable en el entorno académico universitario.
¿Qué significa entonces la noticia de la eliminación del español de la web de
la Casa Blanca, que luego ha quedado atemperada con la vuelta del idioma al
Twitter oficial de la residencia de Trump? […]
Negar la importancia del español en aquel país es un
disparate […]. El peso histórico, político, social, económico y cultural del
español en el país norteamericano es un hecho incuestionable, sólo que los
hechos no cuentan para una agenda que ignora de manera sistemática la realidad.
Por lo que se refiere a la fuerza demográfica de las
comunidades latinas de EE UU, Gabriel García Márquez resumió lapidariamente la
situación hace años cuando afirmó: "No somos nosotros quienes vinimos a
Estados Unidos. Fueron los Estados Unidos quienes vinieron a nosotros". ¿Y
cómo lo hicieron? Mediante una simple operación de compraventa. En 1848, tras
un conflicto bélico fulminante, México cedía la mitad de su territorio a su
vecino del norte por 15 millones de dólares […]. De la noche a la mañana una
ingente masa de población hispanohablante pasó a formar parte del territorio
del Norte, no sin que la toponimia se erigiera en testigo mudo del atropello. […]
Nombres como Los Ángeles, San Francisco, Nevada, Colorado entre otros muchos,
cada uno con su propia historia, son parte del corolario. Si la geografía es
inequívoca, no cabe decir lo mismo de la historia, que los anglosajones siempre
han contado mal, priorizando la visión de un movimiento expansivo horizontal de
costa a costa, en dirección oeste.
La visión hispánica, centrada en el examen de un eje
vertical Sur-Norte, […] es sistemáticamente ignorada. California, que a veces
acaricia el sueño de la independencia es, además del Estado más rico de la
unión, un territorio preeminentemente hispanohablante. En Miami se puede
prescindir por completo del inglés […]. Un hecho importante que conviene
resaltar es que, en contra de lo que se suele afirmar, invocando estadísticas
imprecisas, el uso del español no decrece de una generación a otra de manera
lineal, porque lo contrarresta el constante flujo de nuevos inmigrantes. Otros
idiomas, como el yiddish, en tiempos
muy extendido en lugares como Nueva York, han desaparecido sin dejar huella: el
español, por el contrario, no ha dejado nunca de crecer, tendencia que se
propone interrumpir la nueva Administración. En la cambiante historia de las
relaciones de los hispanohablantes de Estados Unidos con su lengua materna se
pasó del complejo de inferioridad a una fase de afirmación y orgullo. Ahora hay
un elemento adicional: el miedo. Hablar en español en público puede ser
peligroso ante la amenaza de una ola masiva de deportaciones.
Eduardo Lago
Entre los 308 millones de estadounidenses censados, hay 57
millones de latinos, de los que 40 son hispanohablantes. El resto tiene un
conocimiento desigual, aunque patente, de nuestro idioma. Estos datos de
conjunto ponen de relieve una constante histórica: la capacidad de resistencia
del español frente a un entorno institucional que, como sucede ahora, le ha
sido a veces hostil. Las leyes encaminadas a erradicar la educación bilingüe
han acabado sistemáticamente en fracaso, porque el uso del habla depende del
pueblo y no se puede legislar.
Son innumerables los datos de toda índole que dan fe de la
vitalidad del español en Estados Unidos, desde su uso en el entorno familiar y
comunitario hasta su presencia en los medios, sobre todo la televisión. Su
fuerza es, asimismo, muy considerable en el entorno académico universitario.
¿Qué significa entonces la noticia de la eliminación del español de la web de
la Casa Blanca, que luego ha quedado atemperada con la vuelta del idioma al
Twitter oficial de la residencia de Trump? […]
Negar la importancia del español en aquel país es un
disparate […]. El peso histórico, político, social, económico y cultural del
español en el país norteamericano es un hecho incuestionable, sólo que los
hechos no cuentan para una agenda que ignora de manera sistemática la realidad.
Por lo que se refiere a la fuerza demográfica de las
comunidades latinas de EE UU, Gabriel García Márquez resumió lapidariamente la
situación hace años cuando afirmó: "No somos nosotros quienes vinimos a
Estados Unidos. Fueron los Estados Unidos quienes vinieron a nosotros". ¿Y
cómo lo hicieron? Mediante una simple operación de compraventa. En 1848, tras
un conflicto bélico fulminante, México cedía la mitad de su territorio a su
vecino del norte por 15 millones de dólares […]. De la noche a la mañana una
ingente masa de población hispanohablante pasó a formar parte del territorio
del Norte, no sin que la toponimia se erigiera en testigo mudo del atropello. […]
Nombres como Los Ángeles, San Francisco, Nevada, Colorado entre otros muchos,
cada uno con su propia historia, son parte del corolario. Si la geografía es
inequívoca, no cabe decir lo mismo de la historia, que los anglosajones siempre
han contado mal, priorizando la visión de un movimiento expansivo horizontal de
costa a costa, en dirección oeste.
La visión hispánica, centrada en el examen de un eje
vertical Sur-Norte, […] es sistemáticamente ignorada. California, que a veces
acaricia el sueño de la independencia es, además del Estado más rico de la
unión, un territorio preeminentemente hispanohablante. En Miami se puede
prescindir por completo del inglés […]. Un hecho importante que conviene
resaltar es que, en contra de lo que se suele afirmar, invocando estadísticas
imprecisas, el uso del español no decrece de una generación a otra de manera
lineal, porque lo contrarresta el constante flujo de nuevos inmigrantes. Otros
idiomas, como el yiddish, en tiempos
muy extendido en lugares como Nueva York, han desaparecido sin dejar huella: el
español, por el contrario, no ha dejado nunca de crecer, tendencia que se
propone interrumpir la nueva Administración. En la cambiante historia de las
relaciones de los hispanohablantes de Estados Unidos con su lengua materna se
pasó del complejo de inferioridad a una fase de afirmación y orgullo. Ahora hay
un elemento adicional: el miedo. Hablar en español en público puede ser
peligroso ante la amenaza de una ola masiva de deportaciones.
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