Aunque no sea verdad,
porque el tiempo hace
mundos igual que se hace daño,
déjame que aproveche este
calor final
de la tarde imprecisa.
Quiero sentirme dueño de
las horas.
Para encontrarme a mí
he aprendido a seguirte.
Salgo por la memoria y no
llego a un recuerdo,
sino a este modo de vivir
despacio
las cosas que me das.
Todavía camino por la
ciudad aquella
y soy el habitante de lo
que sucedió
la semana que viene,
de los hechos que pueden
ocurrir
hace ya muchos siglos,
cuando los pies del tiempo
que nos falta
escriban junto al mar
la orilla laboriosa del
pasado.
Todo está en ti. Y todo
permanece
mientras rueda en el cielo
la luna primitiva.
Cada intuición es una
huella,
cada recuerdo el porvenir,
hoy es ayer para decir
mañana.
Este poema y otros dos más del libro inédito A puerta cerrada, que publicará en otoño la editorial Visor, se pueden leer en Zenda
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