lunes, 31 de octubre de 2016
Los mejores libros en español de los últimos 25 años
domingo, 30 de octubre de 2016
Al loro, que esto mola
- Retrato
de cómo hemos cambiado a través de cuatro decenios de lenguaje coloquial en
España
Álex Grijelmo
Casi nadie dice ya “¡ábate ése!” ni “¡chipén!”, expresiones
conocidas en la España de principios del siglo XX. El lugar de la primera
(formada con el imperativo del verbo “abarse”) ha sido ocupado por “¡ojo con ese!“, “¡cuidado con aquel!”; y el espacio de la segunda acoge hoy a “guay” (a
veces del Paraguay). Del mismo modo, el “haiga” de otro tiempo se convirtió en
un “buga”; y la “gachí” de antaño es hoy un “pibón”. Ahora los tacos se oyen
incluso en los medios informativos, y no son reserva expresiva de los varones,
pero antes cualquier sorpresa animaba a exclamar “cáspita”, “córcholis” o
“caramba” para no decir “carajo” (término considerado entonces malsonante, más
que ahora).
A veces un neologismo sirve para que los integrantes de un
grupo se reconozcan entre sí, de tal modo que nadie puede pertenecer a
determinada tribu si no usa el lenguaje que en ella se ha establecido
tácitamente. Después, el término resultará gracioso o adecuado en otras
colectividades, que lo adoptan como signo de modernidad.
Los años setenta y ochenta alumbraron una eclosión de
vocablos, a menudo salidos del hampa, que dieron por vez primera el salto al
lenguaje general y a los medios de comunicación, antes muy mojigatos.
Uno de los términos que más triunfaron llegó al lenguaje
general desde el cheli (“jerga con elementos castizos, marginales y
contraculturales”), y tiene valor de aviso: “¡Al loro!”. En otras épocas la
prevención consistía en estar “al arma” (se supone que de ahí viene el término
que une las dos palabras), pero con “al loro” se trataba de aguzar los sentidos
y no la munición. Según Mariano Hormigos (Frases,
timos y decires, Ediciones La Librería), en cheli se llamaba “loro” a la
radio; y “estar al loro” significa en un principio hallarse informado, atento a
las noticias; de lo cual se derivará el nuevo sentido figurado de permanecer en
alerta para avisar a los demás si se atisbase un peligro.
La lengua y las jergas de los gitanos han aportado muchos de
esos modismos, alentados por su prestigio como términos que denotaban una
pertenencia alternativa. Del caló procedía, por ejemplo, “fetén” (1984:
“auténtico”, “verdadero”); o “chungo” (1992: “feo”); y también es un gitanismo
“pinrel” (pie) , incorporado por la Academia en 1936 y que se extendió mucho
más en la segunda mitad del siglo XX gracias a la ayuda inestimable del
humorista Forges; por ejemplo, en la expresión “le cantan los pinreles”
(hermana de “le cantan los alerones”, en este caso para nombrar los sobacos).
El “chipén” originario también procedía del caló; y
significaba “así es” o “en verdad”, pero luego tomó el camino de lo ponderativo
para expresar un elogio: “extraordinario”, “fuera de lo común”. Pero como
tantos otros términos de gran éxito en el lenguaje coloquial, su uso se fue
diluyendo. En su lugar surgieron “chachi” y el ya mencionado “guay”: “Esta cerveza
está chachi”, “qué fiesta tan guay”. Y como signo de aprobación se recuperó el
viejo “dabuten” (antiguamente “de buten”). Sin olvidar el nuevo valor adverbial
de “teta” en esa misma familia elogiosa: “Lo pasamos teta”. Seguir leyendo en El País
jueves, 27 de octubre de 2016
Una luciérnaga
Ledicia Costas
Una luciérnaga es una isla perdida en la noche más densa.
Cien luciérnagas, una constelación misteriosa que marca el rumbo hacia otros
universos. Así, con esa estrategia de luz, se organizan los libros que moran en
las bibliotecas. Son caricias fosforescentes que incendian los sueños y
recomponen los corazones grises hasta hacerlos recobrar su color rojo
brillante. Cualquier individuo que padezca el síndrome del corazón gris,
debería ponerse en manos de un experto y visitar una biblioteca.
Para escribir un libro, además de
hacer malabarismos con las palabras hay que ser una desvergonzada o un loco. Un
atrevido, una excéntrica descontrolada. Llevar un calcetín de lunares, otro de
rayas y los pelos de punta. Una cresta como las que lucen las cacatúas sería un
peinado muy interesante para un escritor. Solo las mentes más disparatadas son
aptas para escribir libros.
Pero para custodiarlos no es
suficiente con tener un desajuste en los cables cerebrales. Es indispensable
ser de fuera. Un extraterrestre. Las bibliotecas albergan seres con antenas
giratorias, cerebros millométricos que memorizan títulos rebuscados,
rimbombantes, campanudos.
Las personas que custodian libros
siempre me han parecido criaturas singulares. Están dotadas de extremidades
retráctiles que estiran y estiran hasta alcanzar aquel volumen al que
parecía imposible acceder. Y a
continuación, como si nada, se recomponen y todo vuelve a su posición natural.
Parecen seres humanos, pero a poco que los observes percibirás que no son de
aquí. Una de las cosas que más me fascina de los bibliotecarios es su cerebro.
¡Me parecen tan listos! Los libros fabrican pensamientos. Pasar tantas horas
dentro de una factoría de ideas es bueno para tener un corazón rojo y brillante
y una cabeza repleta de planes fantásticos.
Alguien me ha contado que el 24
de octubre es el Día de la Biblioteca. Sería genial organizar una fiesta con
confeti y pompas de jabón. Celebrarlo por todo lo alto. Me encantaría vestirme
para tal ocasión como el personaje de algún libro, sentarme en la mesa de una
biblioteca de la ciudad donde vivo y esperar a que fuesen a visitarme. En las
bibliotecas puedes ser quien tú quieras. Desde Mary Poppins hasta Matilda.
Atreyu, Drácula o incluso Pippilotta Viktualia Rullgardina Krusmynta Efraimsdotter
Långstrump. Puedes ponerte botas de pelo, plumas, zancos y sombreros.
¡Sombreros! ¡Eso es! Imagino a
una pequeña lectora acercándose a mí discretamente, atraída por los colores y
formas de mi sombrero:
—Sombrerera loca, ¡qué fiesta más
maravillosa! ¿Sería tan amable de servirme una taza de té?
Yo se la serviría con mucho
gusto, poniendo cara de mujer refinada, y luego ambas haríamos ruido al tragar.
Sonaría algo parecido a glup glup glup. Y antes de que nos diese tiempo de
romper a reír de forma desenfrenada, aparecería el bibliotecario, como surgido
de la nada, que para eso poseen la facultad de materializarse delante de ti en
el momento más inoportuno, y nos advertiría de que las bibliotecas no son
merenderos. Hay que reconocer que son únicos custodiando tesoros.
Extraterrestres con el corazón
rojo y brillante. Qué cosa tan extraordinaria. ¡Feliz Día de la Biblioteca!
domingo, 23 de octubre de 2016
La última búsqueda de Lorca termina sin resultados
Lugar de la excavación/ Alfredo Aguilar |
El equipo multidisciplinar que buscaba fosas de la Guerra
Civil en el Peñón del Colorado concluyó el jueves 20 de octubre sin éxito la
intervención tras un mes de trabajos. Los arqueólogos no han podido localizar
restos humanos, por lo que la zona ha quedado prácticamente descartada como
destino final de los cuerpos de Federico García Lorca, Dióscoro Galindo
González, Joaquín Arcollas Cabezas y Francisco Galadí Melgar, víctimas de la
represión franquista en agosto de 1936.
«La fosa de Dióscoro Galindo y sus compañeros no está en el
Peñón del Colorado», aseguró ayer con rotundidad el arqueólogo director del
proyecto, Javier Navarro Chueca.
No obstante, los resultados obtenidos sobre el terreno por
los técnicos descartaron únicamente la presencia actual de restos humanos y
nada más. «Esto no quiere decir que no hayan estado aquí antes». En este
sentido, los técnicos encontraron días atrás huellas antrópicas -modificaciones
no naturales- en el nivel original del suelo en la zona donde se localizaron
los dos primeros pozos. Ahí aparecieron elementos cerámicos que «podrían ser
indicios de una excavación anterior».
Según señaló el arqueólogo director del equipo, el terreno
muestra que ha sido ampliamente modificado desde 1936 y no se puede determinar
si corresponde a la construcción del campo de fútbol en 1998, al uso de la
parcela como pista de motocross a comienzos de los 90 o a una posible
excavación anterior para retirar restos. «Esas son conjeturas y preferimos no
entrar ahí».
En cualquier caso, Navarro Chueca recordó que los trabajos
no han podido concluir como se esperaba y que no todo el paraje ha podido ser
investigado. «Hemos estudiado alrededor del 90% del terreno». Como señaló el
arqueólogo, quedan al menos dos pequeñas áreas que no han sido tocadas. En
concreto se tratan de la esquina más cercana a la carretera que une Víznar con
Alfacar y de una zona colindante con el gran árbol que domina el Peñón del
Colorado.
Ahora las dudas planean de nuevo sobre el destino final de
Lorca y sus compañeros.
lunes, 10 de octubre de 2016
Para quienes siempre quieren tener la última palabra: 21 términos con la Z
La Z es la última letra del alfabeto español y “representa
el fonema fricativo interdental sordo en los territorios no seseantes, y en las
áreas seseantes el mismo fonema que la letra s”, según recoge el diccionario de
la RAE.
Procede de la dseda o dseta griega, que se pronunciaba como
/ts/ o /dz/. Y, por cierto, la ce cedilla vendría de la ceda visigótica,
variante de la zeta latina, que era una zeta con un copete de adorno. El copete
se fue haciendo cada vez más grande y la zeta quedó reducida a un rabito. Se
usaba en castellano hasta el siglo XVIII, en palabras como cabeça, mançebo y
braço.
La zeta es la vigésima letra que más palabras encabeza, el
0’87% y la vigesimosegunda en frecuencia (0,52%).
Zabarcero, ra.
Persona que revende por menudo frutos y otros comestibles.
Zabazala.
Encargado de dirigir la oración pública en la mezquita.
Zaborrero, ra.
Dicho de un obrero: Que trabaja mal y es chapucero. Peón de la construcción que
ayuda al cantero.
Zahorí. Persona a
quien se atribuye la facultad de descubrir lo que está oculto, especialmente
manantiales subterráneos. Persona perspicaz y escudriñadora, que descubre o
adivina fácilmente lo que otras personas piensan o sienten.
Zalagarda.
Emboscada dispuesta para coger descuidado al enemigo y dar sobre él sin que
recele. Escaramuza (pelea de los soldados a caballo). Lazo que se arma para que
caigan en él los animales.
Zaloma. Voz
cadenciosa simultánea en el trabajo de los marineros.
Zamborotudo, da.
Tosco, grueso y mal formado. Dicho de una persona: Que hace las cosas
toscamente. Dicho del vino: Turbio o peleón.
Zangarriana.
Enfermedad leve y pasajera, que repite con frecuencia; p. ej., la jaqueca
periódica. Tristeza, melancolía, disgusto.
Zangolotino, na.
Dicho de una persona joven: Aniñada o infantil en su comportamiento y en su
mentalidad.
Zangón. Muchacho
que estando ya en edad de trabajar se dedica a holgazanear.
Zarco, ca. Dicho
especialmente de los ojos: De color azul oscuro.
Zipizape. Riña
ruidosa o con golpes.
Zonzo, za. Soso,
insulso, insípido. Tonto, simple, mentecato.
Zurriburri.
Barullo, confusión. Sujeto vil, despreciable y de muy baja esfera. Conjunto de
personas de la ínfima plebe o de malos procederes.
Zurumbático.
Lelo, pasmado, aturdido.
viernes, 7 de octubre de 2016
Antología de castillos sombríos, espectros, diablos y pesadillas
Con el sugestivo subtítulo Antología de castillos sombríos, espectros, diablos y pesadillas aparece
en librerías un estupendo «bouquet» de historias góticas escritas por autores
españoles a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX. Son quince relatos en
total, todos ellos de carácter gótico-fantástico. Hay escritores consagradísimos
(Bécquer, Alarcón, Galdós, Blasco y doña Emilia), consagrados (Estébanez
Calderón, Eugenio de Ochoa y Ros de Olano) y raros u olvidados (Urcullu, Pérez
Zaragoza, J. A. de Ochoa, Álvaro Gil, Soler de la Fuente, Serrano Alcázar y
Jorreto Paniagua).
El hecho de que los raros u olvidados sean mayoría supone
una alegría para los lectores aficionados al género, que tendrán la oportunidad
de circular por jardines no hollados. Es un buen momento para insistir en la
normalización de las letras hispánicas en el terreno de lo maravilloso, lo
fantástico, lo terrorífico y lo gótico. Tanto David Roas como Miriam López
Santos han publicado últimamente excelentes monografías y han desmontado la
vieja teoría según la cual nuestro país desatendió en su literatura la llamada
de lo fantástico.
Uno de los mejores relatos fantásticos de la literatura
española es «La mujer alta» (1881), de Pedro Antonio de Alarcón, recogido en el
libro, que anula en este caso las fronteras entre lo gótico propiamente dicho y
lo fantástico «stricto sensu». La diferencia entre el «gothic» inglés de un
Walpole o una Radcliffe y el «fantastique» francés de un Potocki, de un
Maupassant o de un Villiers estriba en que el «gothic» se sitúa en el límite
entre lo posible y lo imposible, y el «fantastique» plantea sucesos
aparentemente imposibles que luego tienen una explicación racional.
Los autores de este «Panteón» pasean sus historias por
caminos góticos, pero sin renunciar a los senderos fantásticos ni a las rutas
de lo maravilloso (este último marbete se emplea para designar aquel tipo de
literatura que se sitúa de principio en el territorio de lo imposible y no sale
de ahí en ningún momento). Pero lo importante es disfrutar, y uno disfruta
mucho con este florilegio de castillos umbríos, de fantasmas y demás horrores,
entre otras cosas porque el horror es el «leitmotiv» de la existencia humana y
el terror procedente de la literatura es la única vacuna que tenemos para
superar ese otro terror de verdad que nos rodea. O, por lo menos, para
olvidarlo durante el Tiempo sin tiempo que dedicamos a la lectura de libros
como el que ha sido objeto de este comentario.
jueves, 6 de octubre de 2016
Y 11 palabras con la Y
Ilustración: Luis Demano |
La y funciona como consonante cuando está al principio de
palabra o de sílaba. Da inicio a unas 250 palabras del diccionario de la RAE,
menos del 0,3%, siendo la vigésimo tercera que más vocablos comienza. En
cambio, es la decimoséptima en frecuencia total, gracias en gran medida a la
conjunción copulativa y. Aunque tiene su origen en la escritura hiératica
egipcia, fueron los griegos quienes le dieron su forma definitiva en la ipsilon.
Los romanos la adoptaron en el siglo I para escribir palabras griegas con esa
letra.
La RAE recomienda que se la llame ye, al ser más simple y no
necesitar especificaciones, aunque admite que la “denominación tradicional y
más extendida” es la de y griega. “El nombre ye se creó en la segunda mitad del
siglo XIX por aplicación del patrón denominativo que siguen la mayoría de las
consonantes, y que consiste en añadir la vocal e a la letra
correspondiente", explica la Academia.
Yacija. Lecho o
cama pobre. Cosa en que se está acostado. Sepultura.
Yatagán. Especie
de sable o alfanje que usan los orientales.
Yatrogenia.
Alteración, especialmente negativa, del estado del paciente producida por el
médico.
Yerto, ta. Dicho
de un ser vivo o de alguna parte de él: Tieso o rígido, especialmente a causa
del frío o de la muerte.
Yogar. Holgarse,
y particularmente tener acto carnal. Estar detenido o hacer mansión en un
paraje.
Yuras. Del latín
a iure, fuera de derecho. Matrimonio a yuras: clandestino.
Yuso. Ayuso, que
significa abajo.
miércoles, 5 de octubre de 2016
Qué triste pérdida!
- Los signos de entrada en las interrogaciones y las exclamaciones empiezan a desaparecer
La ortografía del español dispone de unos rasgos propios
para señalar en interrogaciones y exclamaciones dónde empiezan y dónde acaban
las palabras cuya curva melódica difiere del resto del discurso.
Sin embargo, los signos de entrada de tales cláusulas van
desapareciendo; y proliferan los mensajes, anuncios o rótulos en los que se
prescinde de esa ventaja.
La escritura ha mejorado mucho desde las remotas normas de
Carlomagno (siglo VIII), y en ese proceso evolutivo la Academia Española
incorporó en su ortografía de 1754 (páginas 125-129) el signo de apertura,
porque el de cierre por sí solo “no satisface siempre todo lo que es necesario”.
Tantos siglos de progresos se arruinan ahora con la nueva
costumbre, que ya no se puede escudar en ninguna carencia técnica de
ordenadores ni teléfonos.
El inglés y el francés no alumbraron esa duplicación (¡!,
¿?). Es cierto que en una gran parte de las expresiones interrogativas del
inglés la sintaxis ayuda a definir la pregunta mediante la alteración de los
términos, así como en una pequeña proporción del francés: “you are ready” /
“are you ready?”; “tu es prête” / “es-tu prête?” (en español no cambia el
orden: “estás preparada” / “¿estás preparada?”). Pero aquellas sintaxis de la
viceversa no alcanzan para delimitar todas las preguntas, y algunas
interrogaciones y exclamaciones largas se convierten en ambiguas porque no se
sabe dónde empiezan. Ni siquiera se sabe si son interrogaciones… hasta que
llega el signo de cierre. Esas dos lenguas tampoco pueden competir con nuestra
ortografía cuando el énfasis va inserto en una oración, algo que el español
resuelve bien: “Y quisieron pagarme ¡cien! euros al mes”.
España organizó una reacción descomunal y eficaz en 1989
cuando la autoridad europea tuvo en estudio desautorizar la exigencia de
nuestro Gobierno de que los teclados de ordenadores de importación incluyeran
la letra eñe. Esto lo tomamos como una agresión, y a partir de ahí la eñe
simbolizó la identidad del idioma español. Incluso llamamos ya a nuestra
triunfal selección de baloncesto “la ÑBA”.
Frente a aquel arrebato de amor propio de hace 27 años, hoy
se observa con cierta lenidad la falta de ortografía que consiste en suprimir
los signos de entrada en interrogaciones y exclamaciones; y muchos docentes
pasan por alto tal deterioro expresivo en los exámenes de sus alumnos.
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