lunes, 21 de marzo de 2016
Viaje a la mente de Cervantes
- Jordi Gracia narra la experiencia vital y el proceso
intelectual del creador del Quijote
en una biografía
Carles Geli
Ni solo botarate, ni solo autor de una obra cómica popular;
también el “raro inventor” que ambicionó ser con novelas extravagantes, sin
argumento, como Rinconete y Cortadillo,
o como en El coloquio de los perros...
Así se defiende Cervantes del menosprecio del mundo de la academia y de la
nobleza con el que despacha su rompedor El
ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. Pero la voz no es la del
escritor sino la del profesor de la Universidad de Barcelona y ensayista Jordi
Gracia (1965), quien, en un pasmoso ejercicio biográfico como si de una cámara
subjetiva se tratara, se mete en la mente del inventor de la novela moderna y
primer gran escritor español en Miguel de
Cervantes. La conquista de la ironía (Taurus).
“Se trataba de comprender en directo qué experiencia vital y
qué proceso mental llevó a alguien a imaginar una obra tan revolucionaria,
respetando la maduración del sujeto”, dice Gracia sobre su particular
contribución a los 400 años de la muerte del escritor.
Episodios e ideas clave de una obra
Miguel de Cervantes, a pesar de la repetitiva imagen que se
ha dado de él como taciturno y desafortunado, fue un hombre feliz: las
adversidades no arruinaron nunca su jovialidad y alegría vital.
Sin las armas y la fe dogmática que le caracterizaron de
joven, sin la convicción, voluntad de liderazgo y de rebeldía, como demostró en
la batalla de Lepanto o durante su cautiverio en Argel pero que mantendría
anímicamente después, no habría existido la voluntad de crear una obra
transgresora como el Quijote.
Tanto en el Quijote
como en buena parte de sus Novelas
ejemplares, el escritor se muestra como el mayor defensor, en las letras
españolas, de la autonomía de las mujeres.
Cervantes y el Quijote
profetizan uno de los aspectos claves de la modernidad: la ironía.
Honoré Daumier
Su obra más universal iba a ser una de sus Novelas ejemplares, que Cervantes debía
estar preparando en 1598. Lo hizo crecer con Sancho Panza, le cambió el final y
decidió, incluso, acabar inventándose los preliminares encomiásticos porque
sabía que nadie se los haría.
¿Un punto de fanatismo? “Cervantes vive un momento heroico,
que su paso como alumno en la escuela pública de Madrid acentúa al contactar
con la periferia de la corte... De alguna manera, participa activamente de la
ideología católica y antimusulmana, aquello del ‘perro moro”, enmarca el
biógrafo.
Armas y letras son indisociables en Cervantes. “Las letras
van con las armas: para ser caballero completo debe ser así. Su pensamiento es
que sin ejército no se puede imponer el bien y la cristiandad; él nunca se
arrepentirá ni olvidará las armas, ni a sus compañeros: pocos días antes de
morir aún pedirá que no se abandone a los 20.000 cristianos cautivos en Argel”,
apunta Gracia. Cervantes sabía bien de qué hablaba, pues estuvo allí preso
cinco años (tantos como fue fiero soldado), protagonizando cuatro
espectaculares intentos de fuga, todos fallidos, pero que en cambio no le
comportaron la muerte, hecho que ha permitido la especulación sobre si gozaba
del favor de algún mandatario turco por temas de cama. “Esa teoría es bastante
ridícula: ¿por qué no pensar que es un personaje singular capaz de inventarse
luego otro tan singular como el Quijote? En Cervantes hay una ética de la
convicción, del coraje; en Argelia está cerca del héroe o así lo relatan sus
compañeros de presidio…”.
Una década como recaudador de trigo y aceite y de impuestos
atrasados deja poso: “Esos años descubre la rutina de la adversidad y la
desigualdad, sintiéndose a la vez responsable de la expoliación: cree en su
función recaudadora pero a la vez es consciente de la inutilidad de esa
función, por el fracaso de la Armada y la visión de las víctimas de sus sacas;
experimenta un proceso de desideologización de su perspectiva vital”, resume
Gracia.
Sólo faltaba el paso por presidio por unos desajustes
contables confusos ("no creo que metiera mano en la caja, pero hay un lío
con deudas personales y el juez confunde partidas", fija Gracia). Se
acerca, en cualquier caso, el subtítulo de la biografía: La conquista de la
ironía. “Descubre que las cosas son y no son a la vez, que el bien puede ser
mal al mismo tiempo, que hay verdades que son simultáneas e incompatibles... En
definitiva, que un botarate ridículo puede ser a la vez inteligente y ecuánime…
El Quijote, vamos”.
Honoré Daumier
Se une a todo ello lo biológico: el escritor ronda los 50
años (“como unos 70 de hoy”, equipara Gracia) y han muerto todos sus amigos,
hasta Felipe II, y con él cae el velo que tapaba la hipertrofia del poder. En
su madurez descubrirá que “disfruta como nunca como escritor”, incorporando a
sus textos (las futuras Novelas
ejemplares) el habla o las inquietudes de la nueva turbamulta de la “tan
viscosa como cosmopolita” Sevilla de la época.
Cervantes ya ha aprendido que la máscara de la literatura
como instrucción moral puede servir a los niños pero no es la razón por la que uno
escribe o lee”, sostiene el biógrafo. Cervantes no prejuzga, no sermonea; él ya
está en otra era, la era moderna.
Gracia defiende una vieja hipótesis nunca ratificada: El Quijote nació como cuento. “Iba a ser
una de sus Novelas ejemplares que fue
creciendo, el personaje de una historia pergeñada en 1598 y que cautiva al
autor: al cuento le da un final distinto con el escrutinio de los libros de
caballerías, alarga la historia con la entrada de Sancho Panza y los
preliminares encomiásticos se los acabará inventando él porque sabe que nadie
se los hará y no tanto por lo que malintencionadamente dice Lope de Vega de que
nadie quiere elogiar una obra como esa… Cervantes es un tipo muy excepcional”.
En la piel de las mujeres
Gracia también refleja una virtud semioculta del escritor:
la defensa de la mujer. “Nadie combatió la vejación de las mujeres como
Cervantes. No hay violaciones tan dolorosas en las letras españolas como las
que describe él, poniéndose en la piel de la mujer en una sociedad donde
raptar, violar, hacerles un hijo, degradarlas en suma, era parte de la rutina
tolerada”. Hay una explicación biográfica: Cervantes vive con sus hermanas y
con su hija y sabe de esos tratos, “pero hay también la pulsión que prefigura a
un sujeto moderno…”.
Ni solo botarate, ni solo autor de una obra cómica popular;
también el “raro inventor” que ambicionó ser con novelas extravagantes, sin
argumento, como Rinconete y Cortadillo,
o como en El coloquio de los perros...
Así se defiende Cervantes del menosprecio del mundo de la academia y de la
nobleza con el que despacha su rompedor El
ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. Pero la voz no es la del
escritor sino la del profesor de la Universidad de Barcelona y ensayista Jordi
Gracia (1965), quien, en un pasmoso ejercicio biográfico como si de una cámara
subjetiva se tratara, se mete en la mente del inventor de la novela moderna y
primer gran escritor español en Miguel de
Cervantes. La conquista de la ironía (Taurus).
“Se trataba de comprender en directo qué experiencia vital y
qué proceso mental llevó a alguien a imaginar una obra tan revolucionaria,
respetando la maduración del sujeto”, dice Gracia sobre su particular
contribución a los 400 años de la muerte del escritor.
Episodios e ideas clave de una obra
Miguel de Cervantes, a pesar de la repetitiva imagen que se
ha dado de él como taciturno y desafortunado, fue un hombre feliz: las
adversidades no arruinaron nunca su jovialidad y alegría vital.
Sin las armas y la fe dogmática que le caracterizaron de
joven, sin la convicción, voluntad de liderazgo y de rebeldía, como demostró en
la batalla de Lepanto o durante su cautiverio en Argel pero que mantendría
anímicamente después, no habría existido la voluntad de crear una obra
transgresora como el Quijote.
Tanto en el Quijote
como en buena parte de sus Novelas
ejemplares, el escritor se muestra como el mayor defensor, en las letras
españolas, de la autonomía de las mujeres.
Cervantes y el Quijote
profetizan uno de los aspectos claves de la modernidad: la ironía.
Honoré Daumier |
Su obra más universal iba a ser una de sus Novelas ejemplares, que Cervantes debía
estar preparando en 1598. Lo hizo crecer con Sancho Panza, le cambió el final y
decidió, incluso, acabar inventándose los preliminares encomiásticos porque
sabía que nadie se los haría.
¿Un punto de fanatismo? “Cervantes vive un momento heroico,
que su paso como alumno en la escuela pública de Madrid acentúa al contactar
con la periferia de la corte... De alguna manera, participa activamente de la
ideología católica y antimusulmana, aquello del ‘perro moro”, enmarca el
biógrafo.
Armas y letras son indisociables en Cervantes. “Las letras
van con las armas: para ser caballero completo debe ser así. Su pensamiento es
que sin ejército no se puede imponer el bien y la cristiandad; él nunca se
arrepentirá ni olvidará las armas, ni a sus compañeros: pocos días antes de
morir aún pedirá que no se abandone a los 20.000 cristianos cautivos en Argel”,
apunta Gracia. Cervantes sabía bien de qué hablaba, pues estuvo allí preso
cinco años (tantos como fue fiero soldado), protagonizando cuatro
espectaculares intentos de fuga, todos fallidos, pero que en cambio no le
comportaron la muerte, hecho que ha permitido la especulación sobre si gozaba
del favor de algún mandatario turco por temas de cama. “Esa teoría es bastante
ridícula: ¿por qué no pensar que es un personaje singular capaz de inventarse
luego otro tan singular como el Quijote? En Cervantes hay una ética de la
convicción, del coraje; en Argelia está cerca del héroe o así lo relatan sus
compañeros de presidio…”.
Una década como recaudador de trigo y aceite y de impuestos
atrasados deja poso: “Esos años descubre la rutina de la adversidad y la
desigualdad, sintiéndose a la vez responsable de la expoliación: cree en su
función recaudadora pero a la vez es consciente de la inutilidad de esa
función, por el fracaso de la Armada y la visión de las víctimas de sus sacas;
experimenta un proceso de desideologización de su perspectiva vital”, resume
Gracia.
Sólo faltaba el paso por presidio por unos desajustes
contables confusos ("no creo que metiera mano en la caja, pero hay un lío
con deudas personales y el juez confunde partidas", fija Gracia). Se
acerca, en cualquier caso, el subtítulo de la biografía: La conquista de la
ironía. “Descubre que las cosas son y no son a la vez, que el bien puede ser
mal al mismo tiempo, que hay verdades que son simultáneas e incompatibles... En
definitiva, que un botarate ridículo puede ser a la vez inteligente y ecuánime…
El Quijote, vamos”.
Honoré Daumier |
Se une a todo ello lo biológico: el escritor ronda los 50
años (“como unos 70 de hoy”, equipara Gracia) y han muerto todos sus amigos,
hasta Felipe II, y con él cae el velo que tapaba la hipertrofia del poder. En
su madurez descubrirá que “disfruta como nunca como escritor”, incorporando a
sus textos (las futuras Novelas
ejemplares) el habla o las inquietudes de la nueva turbamulta de la “tan
viscosa como cosmopolita” Sevilla de la época.
Cervantes ya ha aprendido que la máscara de la literatura
como instrucción moral puede servir a los niños pero no es la razón por la que uno
escribe o lee”, sostiene el biógrafo. Cervantes no prejuzga, no sermonea; él ya
está en otra era, la era moderna.
Gracia defiende una vieja hipótesis nunca ratificada: El Quijote nació como cuento. “Iba a ser
una de sus Novelas ejemplares que fue
creciendo, el personaje de una historia pergeñada en 1598 y que cautiva al
autor: al cuento le da un final distinto con el escrutinio de los libros de
caballerías, alarga la historia con la entrada de Sancho Panza y los
preliminares encomiásticos se los acabará inventando él porque sabe que nadie
se los hará y no tanto por lo que malintencionadamente dice Lope de Vega de que
nadie quiere elogiar una obra como esa… Cervantes es un tipo muy excepcional”.
En la piel de las mujeres
Gracia también refleja una virtud semioculta del escritor:
la defensa de la mujer. “Nadie combatió la vejación de las mujeres como
Cervantes. No hay violaciones tan dolorosas en las letras españolas como las
que describe él, poniéndose en la piel de la mujer en una sociedad donde
raptar, violar, hacerles un hijo, degradarlas en suma, era parte de la rutina
tolerada”. Hay una explicación biográfica: Cervantes vive con sus hermanas y
con su hija y sabe de esos tratos, “pero hay también la pulsión que prefigura a
un sujeto moderno…”.
Las dos caras de Valle-Inclán
- En el 150 aniversario del nacimiento del autor de Luces de
bohemia, uno de sus nietos escribe una biografía en la que aclara las mentiras
sobre el escritor
Winston Manrique Sabogal
Ramón del Valle-Inclán
Joaquín del Valle-Inclán Alsina, nieto del autor de Luces de
bohemia, aclara y desmiente todo aquello que está en el imaginario colectivo.
Lo hace cuando se cumplen 150 años del nacimiento de su abuelo (Villanueva de
Arosa, 28 de octubre de 1866-Santiago de Compostela, 5 de enero de 1936), a
través de la biografía Ramón del
Valle-Inclán. Genial, antiguo y moderno (Espasa).
Es la primera vez que un familiar del autor de Luces de bohemia, cuya vida parece haber
girado alrededor de lo extravagante, intenta poner las cosas en su sitio.
El nieto asegura que la leyenda de su abuelo, maestro del
modernismo, la sátira y el esperpento, está distorsionada, y a ello han
contribuido muchos de sus biógrafos que no contrastaron la información. El
retrato que existe es el de un Valle-Inclán sacado de alguna de sus piezas de
teatro, novelas o cuentos. Por esa razón, el biógrafo asegura haber hecho una
obra desapasionada y alejada de la tentación de hacer literatura. Ha manejado unas
8.000 fichas, docenas de recortes de prensa y manuscritos, hablado con personas
que lo conocieron y con los recuerdos de lo contado por su padre, Carlos.
No era mal actor: “Su carrera como actor se vio frustrada
cuando en 1899 perdió el brazo. El teatro le gustaba muchísimo. Y no es como se
ha dicho que el ceceo contribuyó a su salida del teatro. El ceceo no existía”.
No era pobre: “Ni tampoco pasó tantas penurias. Cuando llegó
por segunda vez a Madrid, tras su paso por México, en 1895, lo hizo como
funcionario del Estado con un sueldo de 2.000 pesetas anuales, alto para la
época. Eso lo tuvo, como mínimo hasta el 99 cuando perdió el brazo. Es entonces
cuando se ve obligado a ser literato profesional y sus colaboraciones en la
prensa aumentan. Es la forma que tiene de ganarse la vida. No le gusta, pero
tiene que aguantarse. Eso le da para vivir y su nivel está por encima de la
media de los madrileños. Así está hasta 1905 o 1906. Entonces ya sus libros se
venden relativamente bien y colabora menos en la prensa. Además, con la
agricultura ganó dinero. Durante sus últimos años también fue funcionario”.
No era de izquierdas: “Se hubiera muerto de risa al oír que
era de izquierdas. Una cosa es que en sus obras diera esa imagen y otra que en
la vida real lo fuera. Desde muy joven, ya en 1888 se declaró carlista, y Rubén
Darío lo dijo en 1899. No había nadie más opuesto. A él le gustaba el hombre
fuerte, el conductor de masas, el que conoce el espíritu del pueblo, el
absolutista. Le gustaba poco la idea del parlamento y el voto democrático.
Venía de la etapa de la restauración y sabía que había cosas amañadas. Tenía
gran desconfianza en el sistema parlamentario. Su ideal era la de una especie
de tirano culto y amable”.
No era antirreligioso: “Era muy religioso, aunque un
católico poco ortodoxo. El problema es distinguir entre religiosidad y
espiritualidad o lo religioso como norma. En la I Guerra Mundial, una de las
razones por las que apoyó a Reino Unido y Francia fue porque consideraba que los alemanes iban a acabar
con el catolicismo. Para mi abuelo el Tiempo es el demonio y la quietud la
divinidad. Lo inmóvil es la perfección. La idea de que el tiempo no pasa. Luces de Bohemia está mal interpretada
por algunos porque es una obra que trata de muerte y religión”.
No tomaba drogas: “Comenzó a tomar drogas en 1908. Así se lo
confesó a un periodista en A Coruña. Cuenta que tomaba cáñamo índico, lo que
hoy sería el hachís, por prescripción médica por su dolencia de los papilomas
en la vejiga. Las drogas eran muy frecuentes en la prensa madrileña de la
época. La consumió hasta 1926, fumada o en píldoras".
No era bohemio: “No lo era, primero porque la bohemia no
existía. No porque existieran tres o cuatro personajes estrafalarios se puede
hablar de bohemia. Hay opiniones suyas en las que dice que le da asco la
bohemia, “un club de cuellos sucios y del mal vino. Ese espíritu ha sido
exagerado”.
No era tan abierto: “Era un hombre muy reservado con su vida
privada. No hay manera de entrar en él. No dejó cartas, ni memorias, ni diarios
en los que expresara sus sentimientos. Ese es el gran problema para acercarse a
sus sentimientos y psicología. Se sabe, a veces, su estado de ánimo general.
Por eso es difícil hacer aquí psicología a un cadáver”.
Winston Manrique Sabogal
Ramón del Valle-Inclán |
Joaquín del Valle-Inclán Alsina, nieto del autor de Luces de
bohemia, aclara y desmiente todo aquello que está en el imaginario colectivo.
Lo hace cuando se cumplen 150 años del nacimiento de su abuelo (Villanueva de
Arosa, 28 de octubre de 1866-Santiago de Compostela, 5 de enero de 1936), a
través de la biografía Ramón del
Valle-Inclán. Genial, antiguo y moderno (Espasa).
Es la primera vez que un familiar del autor de Luces de bohemia, cuya vida parece haber
girado alrededor de lo extravagante, intenta poner las cosas en su sitio.
El nieto asegura que la leyenda de su abuelo, maestro del
modernismo, la sátira y el esperpento, está distorsionada, y a ello han
contribuido muchos de sus biógrafos que no contrastaron la información. El
retrato que existe es el de un Valle-Inclán sacado de alguna de sus piezas de
teatro, novelas o cuentos. Por esa razón, el biógrafo asegura haber hecho una
obra desapasionada y alejada de la tentación de hacer literatura. Ha manejado unas
8.000 fichas, docenas de recortes de prensa y manuscritos, hablado con personas
que lo conocieron y con los recuerdos de lo contado por su padre, Carlos.
No era mal actor: “Su carrera como actor se vio frustrada
cuando en 1899 perdió el brazo. El teatro le gustaba muchísimo. Y no es como se
ha dicho que el ceceo contribuyó a su salida del teatro. El ceceo no existía”.
No era pobre: “Ni tampoco pasó tantas penurias. Cuando llegó
por segunda vez a Madrid, tras su paso por México, en 1895, lo hizo como
funcionario del Estado con un sueldo de 2.000 pesetas anuales, alto para la
época. Eso lo tuvo, como mínimo hasta el 99 cuando perdió el brazo. Es entonces
cuando se ve obligado a ser literato profesional y sus colaboraciones en la
prensa aumentan. Es la forma que tiene de ganarse la vida. No le gusta, pero
tiene que aguantarse. Eso le da para vivir y su nivel está por encima de la
media de los madrileños. Así está hasta 1905 o 1906. Entonces ya sus libros se
venden relativamente bien y colabora menos en la prensa. Además, con la
agricultura ganó dinero. Durante sus últimos años también fue funcionario”.
No era de izquierdas: “Se hubiera muerto de risa al oír que
era de izquierdas. Una cosa es que en sus obras diera esa imagen y otra que en
la vida real lo fuera. Desde muy joven, ya en 1888 se declaró carlista, y Rubén
Darío lo dijo en 1899. No había nadie más opuesto. A él le gustaba el hombre
fuerte, el conductor de masas, el que conoce el espíritu del pueblo, el
absolutista. Le gustaba poco la idea del parlamento y el voto democrático.
Venía de la etapa de la restauración y sabía que había cosas amañadas. Tenía
gran desconfianza en el sistema parlamentario. Su ideal era la de una especie
de tirano culto y amable”.
No era antirreligioso: “Era muy religioso, aunque un
católico poco ortodoxo. El problema es distinguir entre religiosidad y
espiritualidad o lo religioso como norma. En la I Guerra Mundial, una de las
razones por las que apoyó a Reino Unido y Francia fue porque consideraba que los alemanes iban a acabar
con el catolicismo. Para mi abuelo el Tiempo es el demonio y la quietud la
divinidad. Lo inmóvil es la perfección. La idea de que el tiempo no pasa. Luces de Bohemia está mal interpretada
por algunos porque es una obra que trata de muerte y religión”.
No tomaba drogas: “Comenzó a tomar drogas en 1908. Así se lo
confesó a un periodista en A Coruña. Cuenta que tomaba cáñamo índico, lo que
hoy sería el hachís, por prescripción médica por su dolencia de los papilomas
en la vejiga. Las drogas eran muy frecuentes en la prensa madrileña de la
época. La consumió hasta 1926, fumada o en píldoras".
No era bohemio: “No lo era, primero porque la bohemia no
existía. No porque existieran tres o cuatro personajes estrafalarios se puede
hablar de bohemia. Hay opiniones suyas en las que dice que le da asco la
bohemia, “un club de cuellos sucios y del mal vino. Ese espíritu ha sido
exagerado”.
No era tan abierto: “Era un hombre muy reservado con su vida
privada. No hay manera de entrar en él. No dejó cartas, ni memorias, ni diarios
en los que expresara sus sentimientos. Ese es el gran problema para acercarse a
sus sentimientos y psicología. Se sabe, a veces, su estado de ánimo general.
Por eso es difícil hacer aquí psicología a un cadáver”.
miércoles, 16 de marzo de 2016
Cervantes es la estrella
Miguel de Cervantes fue la estrella secular, viva y reluciente del Congreso Internacional de la Lengua (CILE), inaugurado en San Juan de Puerto Rico el martes 15 de marzo.
Cuando el Premio Nobel francés Jean-Marie Le Clézio leyó el Quijote por primera vez en casa de su bisabuelo, pensó que era un libro perfecto para niños.
Jean-Marie Le Clézio |
Me reveló toda la ferocidad de un mundo. Es justo lo que cada uno de nosotros esperamos nos sea desvelado”. Más en tiempos de penuria, como le ocurrió a él: “Yo fui un niño de la guerra, nací en 1940. Experimenté el hambre, el miedo y la crueldad, algo que me ayudó a comprender Cervantes, pero también el Lazarillo de Tormes”, comenta el escritor.
No fue sin embargo una crueldad gratuita la que le atrajo
hacia sus páginas, sino delicada, en opinión del chileno Jorge Edwards.
“Labrada y construida mediante una trascendente compasión que le lleva a
inventar el realismo mágico antes de que lo hiciéramos de nuevo aquí, en
América Latina. Aquel movimiento, nació en la Cueva de Montesinos, con la
segunda parte del Quijote”.
Eduardo Mendoza, también presente en el Congreso, no ha
sentido nunca mayor placer ante una imposición: “Yo tuve la suerte de que
cambió mi vida al tenerlo que leer obligatoriamente. Quedé rendido desde el principio.
Qué tío más simpático Cervantes, para mí es el buen rollo personificado. Posee
un talento especial para reflejar lo peor del ser humano, pero en ningún
momento lo hace con resentimiento. Pese a haber sido cautivo, herido de guerra,
haber padecido cárcel y no ser considerado digno de favores por parte del
reino, no destila en ningún momento rencor”.
Risa es lo que le viene a la cabeza a Sergio Ramírez cuando
recuerda el primer impacto que sintió al enfrentarse a Cervantes. “Hoy lo releo
y siento la misma carcajada ante los mejores pasajes, me río muchísimo, tanto
que me parecen siempre nuevos”. Pero a ese estallido, Ramírez une otro
ingrediente: “La melancolía. Esa mezcla es para mí, la clave de su maestría. Un
humor que en consonancia con la melancolía y un trato natural de la vida, lo
convierten en irresistible”.
A todo ello une Antonio Skármeta, la amistad: “Esa fue mi
primera revelación”, comenta el autor chileno. “El golpe emocional de descubrir
que ese enorme vínculo puede darse entre dos seres tan dispares, de tan
diferente densidad cultural, como son Quijote y Sancho. Si te fijas, con ello
encontré un tema que después he desarrollado en toda mi obra. No hay más que
fijarse en El cartero y Pablo Neruda”.
No fueron esos dos personajes los que marcaron sin embargo
de principio a Álvaro Pombo. Alumno díscolo y refunfuñante, uno puede imaginar
al joven discípulo de los padres Escolapios en Santander, obligado a leer la
obra maestra de Cervantes: “No era una buena idea, está llena de palabras que a
ciertas edades entorpecen la lectura. Así que fue El licenciado Vidriera la
primera obra que realmente me impactó. Yo también me considero, como él, hecho
de un vidrio frágil y quebradizo”.
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domingo, 13 de marzo de 2016
El español es una suma
Ilustración de Eva Vázquez. Babelia-El País |
El español es una lengua muy homogénea, unida en su inmensa
y rica variedad. Una de las lenguas más cohesionadas del mundo. Muy lejos de las
profundas hendiduras que se dan en el ámbito del árabe, del chino o incluso del
portugués. Una lengua unida además por razones culturales y que hace sentirse
hermanos a sus hablantes (algo que quizá no ocurre en todos los ámbitos del
inglés). La Real Academia Española se ha transformado en los últimos decenios,
y ya hace mucho tiempo que abandonó su conservadurismo tradicional en todos los
órdenes, su hispanocentrismo madrileño, su lentitud, su machismo.
Los limones todavía eran amarillos en la edición del
Diccionario de 1992 (a pesar de que en toda América tienen color verde), y el
matrimonio se definía aún en 1970 como algo “de por vida” (aunque el divorcio
estuviera legalizado en muchos países hispanos). Pero la publicación de nuevas
obras en los últimos años ha servido para situar a la Academia en la
modernidad; y la colaboración entre las 22 instituciones hermanas (que serán 23
cuando se incorpore oficialmente la de Guinea Ecuatorial) ha instalado el
panhispanismo en todas ellas.
Aunque todavía quedan algunos tramos por recorrer y avances
por completar, el camino andado durante los últimos decenios por la institución
fundada en el siglo XVIII ha constituido un impulso muy perceptible en todos
los ámbitos del idioma.
La colección de obras académicas se ha ampliado en la última
década hasta conformar una biblioteca de consulta y ayuda que resuelve ya todas
las dudas. El primer gran paso para llenar la nueva estantería del idioma
español lo dan las Academias con la Ortografía de la lengua española en 1999.
No todas participan con la misma intensidad, y ciertos errores dejan entrever
descuidos en la supervisión de algún país que otro; o quizás las prisas. Pero
ahí nació la primera gran obra panhispánica.
La nueva edición del Diccionario dos años después, en 2001,
incorporó a su vez 6.000 americanismos, entre ellos “engentarse” (sentirse
agobiado por una multitud de gente), “achicopalarse” (achicarse, disminuirse
ante algo que consideramos superior) o “trancón” (embotellamiento en Colombia).
Pero aún faltaban muchos más.
Esa colaboración entre las distintas Academias mejorará
luego en el largo proceso que conduce al Diccionario panhispánico de dudas, que
vio la luz finalmente en 2004 y contó no sólo con el apoyo de todas las
Academias, sino también con el respaldo de los principales medios de
comunicación del mundo hispano, que aceptaron hacerlo suyo y seguir sus
recomendaciones. Esta obra recoge asimismo las variedades americanas, aunque
con sensibilidad todavía mejorable en algunos ejemplos.
La antigua gramática de 1931 (llamada con humildad Esbozo de
una nueva gramática española) no se libraba tampoco de aquel hispanocentrismo
de la época, pues apartaba los usos de América del lugar que merecían. Pero eso
también quedó subsanado y mejorado con la imponente Nueva gramática de la
lengua española (2009), así como su edición más llevadera (la Nueva gramática
básica), publicada en 2011.
Las Academias americanas también han hecho su propio trabajo
conjunto, y lanzaron en 2010 el Diccionario de americanismos, que recoge las
distintas variantes del español en aquel continente, con expresión de los
países donde se usa cada término. Reúne 70.000 voces, con 120.000 acepciones.
A partir de ahí, la colaboración entre las 22 instituciones
del español ya casi deja de ser noticia, y entre todas ellas alumbrarán con
normalidad las siguientes revisiones de todas las obras académicas. No sin
polémicas a veces, como las que rodearon a la Ortografía de 2010. Tales
discusiones trascendieron el ámbito de los académicos, porque también se
animaron a entrar en el debate escritores, periodistas, traductores y, por
supuesto, muchísimos hablantes.
La misma expectación rodeó el estreno del último
Diccionario, publicado en 2014. Esta 23ª edición incluye 93.111 entradas
(frente a las 88.431 de la anterior), con 195.439 acepciones; se introdujeron
140.000 enmiendas, que afectaron a 49.000 voces. Y los americanismos (gracias
al trabajo previo de todas las Academias) suman ya 19.000.
Todas estas herramientas han ido cimentando un armazón muy sólido que hoy en día nos permite disponer de una lengua común muy homogénea, cuya
rica diversidad no impedirá nunca que dos hispanohablantes se entiendan a la
perfección entre sí ni que, al mismo tiempo, pasen un rato divertido contándose
sus diferencias léxicas. Poco a poco, todo el mundo hispánico (y España quizá
con más retraso) ha asumido con naturalidad la frase proclamada por el
historiador de la lengua mexicano Antonio Alatorre: “El español es la suma de todas
las maneras de hablarlo”.
Extracto del artículo de Álex Grijelmo publicado en El País
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