lunes, 21 de marzo de 2016

Dale un pez a un hombre

Paso de cofradía


Viaje a la mente de Cervantes

  • Jordi Gracia narra la experiencia vital y el proceso intelectual del creador del Quijote en una biografía
Carles Geli

Ni solo botarate, ni solo autor de una obra cómica popular; también el “raro inventor” que ambicionó ser con novelas extravagantes, sin argumento, como Rinconete y Cortadillo, o como en El coloquio de los perros... Así se defiende Cervantes del menosprecio del mundo de la academia y de la nobleza con el que despacha su rompedor El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. Pero la voz no es la del escritor sino la del profesor de la Universidad de Barcelona y ensayista Jordi Gracia (1965), quien, en un pasmoso ejercicio biográfico como si de una cámara subjetiva se tratara, se mete en la mente del inventor de la novela moderna y primer gran escritor español en Miguel de Cervantes. La conquista de la ironía (Taurus).

“Se trataba de comprender en directo qué experiencia vital y qué proceso mental llevó a alguien a imaginar una obra tan revolucionaria, respetando la maduración del sujeto”, dice Gracia sobre su particular contribución a los 400 años de la muerte del escritor.

Episodios e ideas clave de una obra

Miguel de Cervantes, a pesar de la repetitiva imagen que se ha dado de él como taciturno y desafortunado, fue un hombre feliz: las adversidades no arruinaron nunca su jovialidad y alegría vital.

Sin las armas y la fe dogmática que le caracterizaron de joven, sin la convicción, voluntad de liderazgo y de rebeldía, como demostró en la batalla de Lepanto o durante su cautiverio en Argel pero que mantendría anímicamente después, no habría existido la voluntad de crear una obra transgresora como el Quijote.

Tanto en el Quijote como en buena parte de sus Novelas ejemplares, el escritor se muestra como el mayor defensor, en las letras españolas, de la autonomía de las mujeres.

Cervantes y el Quijote profetizan uno de los aspectos claves de la modernidad: la ironía.

Honoré Daumier
Su obra más universal iba a ser una de sus Novelas ejemplares, que Cervantes debía estar preparando en 1598. Lo hizo crecer con Sancho Panza, le cambió el final y decidió, incluso, acabar inventándose los preliminares encomiásticos porque sabía que nadie se los haría.

¿Un punto de fanatismo? “Cervantes vive un momento heroico, que su paso como alumno en la escuela pública de Madrid acentúa al contactar con la periferia de la corte... De alguna manera, participa activamente de la ideología católica y antimusulmana, aquello del ‘perro moro”, enmarca el biógrafo.

Armas y letras son indisociables en Cervantes. “Las letras van con las armas: para ser caballero completo debe ser así. Su pensamiento es que sin ejército no se puede imponer el bien y la cristiandad; él nunca se arrepentirá ni olvidará las armas, ni a sus compañeros: pocos días antes de morir aún pedirá que no se abandone a los 20.000 cristianos cautivos en Argel”, apunta Gracia. Cervantes sabía bien de qué hablaba, pues estuvo allí preso cinco años (tantos como fue fiero soldado), protagonizando cuatro espectaculares intentos de fuga, todos fallidos, pero que en cambio no le comportaron la muerte, hecho que ha permitido la especulación sobre si gozaba del favor de algún mandatario turco por temas de cama. “Esa teoría es bastante ridícula: ¿por qué no pensar que es un personaje singular capaz de inventarse luego otro tan singular como el Quijote? En Cervantes hay una ética de la convicción, del coraje; en Argelia está cerca del héroe o así lo relatan sus compañeros de presidio…”.

Una década como recaudador de trigo y aceite y de impuestos atrasados deja poso: “Esos años descubre la rutina de la adversidad y la desigualdad, sintiéndose a la vez responsable de la expoliación: cree en su función recaudadora pero a la vez es consciente de la inutilidad de esa función, por el fracaso de la Armada y la visión de las víctimas de sus sacas; experimenta un proceso de desideologización de su perspectiva vital”, resume Gracia.

Sólo faltaba el paso por presidio por unos desajustes contables confusos ("no creo que metiera mano en la caja, pero hay un lío con deudas personales y el juez confunde partidas", fija Gracia). Se acerca, en cualquier caso, el subtítulo de la biografía: La conquista de la ironía. “Descubre que las cosas son y no son a la vez, que el bien puede ser mal al mismo tiempo, que hay verdades que son simultáneas e incompatibles... En definitiva, que un botarate ridículo puede ser a la vez inteligente y ecuánime… El Quijote, vamos”.

Honoré Daumier
Se une a todo ello lo biológico: el escritor ronda los 50 años (“como unos 70 de hoy”, equipara Gracia) y han muerto todos sus amigos, hasta Felipe II, y con él cae el velo que tapaba la hipertrofia del poder. En su madurez descubrirá que “disfruta como nunca como escritor”, incorporando a sus textos (las futuras Novelas ejemplares) el habla o las inquietudes de la nueva turbamulta de la “tan viscosa como cosmopolita” Sevilla de la época.

Cervantes ya ha aprendido que la máscara de la literatura como instrucción moral puede servir a los niños pero no es la razón por la que uno escribe o lee”, sostiene el biógrafo. Cervantes no prejuzga, no sermonea; él ya está en otra era, la era moderna.

Gracia defiende una vieja hipótesis nunca ratificada: El Quijote nació como cuento. “Iba a ser una de sus Novelas ejemplares que fue creciendo, el personaje de una historia pergeñada en 1598 y que cautiva al autor: al cuento le da un final distinto con el escrutinio de los libros de caballerías, alarga la historia con la entrada de Sancho Panza y los preliminares encomiásticos se los acabará inventando él porque sabe que nadie se los hará y no tanto por lo que malintencionadamente dice Lope de Vega de que nadie quiere elogiar una obra como esa… Cervantes es un tipo muy excepcional”. 

En la piel de las mujeres

Gracia también refleja una virtud semioculta del escritor: la defensa de la mujer. “Nadie combatió la vejación de las mujeres como Cervantes. No hay violaciones tan dolorosas en las letras españolas como las que describe él, poniéndose en la piel de la mujer en una sociedad donde raptar, violar, hacerles un hijo, degradarlas en suma, era parte de la rutina tolerada”. Hay una explicación biográfica: Cervantes vive con sus hermanas y con su hija y sabe de esos tratos, “pero hay también la pulsión que prefigura a un sujeto moderno…”.

Las dos caras de Valle-Inclán

  • En el 150 aniversario del nacimiento del autor de Luces de bohemia, uno de sus nietos escribe una biografía en la que aclara las mentiras sobre el escritor
Winston Manrique Sabogal

Ramón del Valle-Inclán
Joaquín del Valle-Inclán Alsina, nieto del autor de Luces de bohemia, aclara y desmiente todo aquello que está en el imaginario colectivo. Lo hace cuando se cumplen 150 años del nacimiento de su abuelo (Villanueva de Arosa, 28 de octubre de 1866-Santiago de Compostela, 5 de enero de 1936), a través de la biografía Ramón del Valle-Inclán. Genial, antiguo y moderno (Espasa).

Es la primera vez que un familiar del autor de Luces de bohemia, cuya vida parece haber girado alrededor de lo extravagante, intenta poner las cosas en su sitio. 

El nieto asegura que la leyenda de su abuelo, maestro del modernismo, la sátira y el esperpento, está distorsionada, y a ello han contribuido muchos de sus biógrafos que no contrastaron la información. El retrato que existe es el de un Valle-Inclán sacado de alguna de sus piezas de teatro, novelas o cuentos. Por esa razón, el biógrafo asegura haber hecho una obra desapasionada y alejada de la tentación de hacer literatura. Ha manejado unas 8.000 fichas, docenas de recortes de prensa y manuscritos, hablado con personas que lo conocieron y con los recuerdos de lo contado por su padre, Carlos.

No era mal actor: “Su carrera como actor se vio frustrada cuando en 1899 perdió el brazo. El teatro le gustaba muchísimo. Y no es como se ha dicho que el ceceo contribuyó a su salida del teatro. El ceceo no existía”.

No era pobre: “Ni tampoco pasó tantas penurias. Cuando llegó por segunda vez a Madrid, tras su paso por México, en 1895, lo hizo como funcionario del Estado con un sueldo de 2.000 pesetas anuales, alto para la época. Eso lo tuvo, como mínimo hasta el 99 cuando perdió el brazo. Es entonces cuando se ve obligado a ser literato profesional y sus colaboraciones en la prensa aumentan. Es la forma que tiene de ganarse la vida. No le gusta, pero tiene que aguantarse. Eso le da para vivir y su nivel está por encima de la media de los madrileños. Así está hasta 1905 o 1906. Entonces ya sus libros se venden relativamente bien y colabora menos en la prensa. Además, con la agricultura ganó dinero. Durante sus últimos años también fue funcionario”.

No era de izquierdas: “Se hubiera muerto de risa al oír que era de izquierdas. Una cosa es que en sus obras diera esa imagen y otra que en la vida real lo fuera. Desde muy joven, ya en 1888 se declaró carlista, y Rubén Darío lo dijo en 1899. No había nadie más opuesto. A él le gustaba el hombre fuerte, el conductor de masas, el que conoce el espíritu del pueblo, el absolutista. Le gustaba poco la idea del parlamento y el voto democrático. Venía de la etapa de la restauración y sabía que había cosas amañadas. Tenía gran desconfianza en el sistema parlamentario. Su ideal era la de una especie de tirano culto y amable”.

No era antirreligioso: “Era muy religioso, aunque un católico poco ortodoxo. El problema es distinguir entre religiosidad y espiritualidad o lo religioso como norma. En la I Guerra Mundial, una de las razones por las que apoyó a Reino Unido y Francia fue porque  consideraba que los alemanes iban a acabar con el catolicismo. Para mi abuelo el Tiempo es el demonio y la quietud la divinidad. Lo inmóvil es la perfección. La idea de que el tiempo no pasa. Luces de Bohemia está mal interpretada por algunos porque es una obra que trata de muerte y religión”.

No tomaba drogas: “Comenzó a tomar drogas en 1908. Así se lo confesó a un periodista en A Coruña. Cuenta que tomaba cáñamo índico, lo que hoy sería el hachís, por prescripción médica por su dolencia de los papilomas en la vejiga. Las drogas eran muy frecuentes en la prensa madrileña de la época. La consumió hasta 1926, fumada o en píldoras".

No era bohemio: “No lo era, primero porque la bohemia no existía. No porque existieran tres o cuatro personajes estrafalarios se puede hablar de bohemia. Hay opiniones suyas en las que dice que le da asco la bohemia, “un club de cuellos sucios y del mal vino. Ese espíritu ha sido exagerado”.

No era tan abierto: “Era un hombre muy reservado con su vida privada. No hay manera de entrar en él. No dejó cartas, ni memorias, ni diarios en los que expresara sus sentimientos. Ese es el gran problema para acercarse a sus sentimientos y psicología. Se sabe, a veces, su estado de ánimo general. Por eso es difícil hacer aquí psicología a un cadáver”.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Cervantes es la estrella

Miguel de Cervantes fue la estrella secular, viva y reluciente del Congreso Internacional de la Lengua (CILE), inaugurado en San Juan de Puerto Rico el martes 15 de marzo

Jean-Marie Le Clézio
Cuando el Premio Nobel francés Jean-Marie Le Clézio leyó el Quijote por primera vez en casa de su bisabuelo, pensó que era un libro perfecto para niños.
Me reveló toda la ferocidad de un mundo. Es justo lo que cada uno de nosotros esperamos nos sea desvelado”. Más en tiempos de penuria, como le ocurrió a él: “Yo fui un niño de la guerra, nací en 1940. Experimenté el hambre, el miedo y la crueldad, algo que me ayudó a comprender Cervantes, pero también el Lazarillo de Tormes”, comenta el escritor.
No fue sin embargo una crueldad gratuita la que le atrajo hacia sus páginas, sino delicada, en opinión del chileno Jorge Edwards. “Labrada y construida mediante una trascendente compasión que le lleva a inventar el realismo mágico antes de que lo hiciéramos de nuevo aquí, en América Latina. Aquel movimiento, nació en la Cueva de Montesinos, con la segunda parte del Quijote”.

Eduardo Mendoza, también presente en el Congreso, no ha sentido nunca mayor placer ante una imposición: “Yo tuve la suerte de que cambió mi vida al tenerlo que leer obligatoriamente. Quedé rendido desde el principio. Qué tío más simpático Cervantes, para mí es el buen rollo personificado. Posee un talento especial para reflejar lo peor del ser humano, pero en ningún momento lo hace con resentimiento. Pese a haber sido cautivo, herido de guerra, haber padecido cárcel y no ser considerado digno de favores por parte del reino, no destila en ningún momento rencor”.

Risa es lo que le viene a la cabeza a Sergio Ramírez cuando recuerda el primer impacto que sintió al enfrentarse a Cervantes. “Hoy lo releo y siento la misma carcajada ante los mejores pasajes, me río muchísimo, tanto que me parecen siempre nuevos”. Pero a ese estallido, Ramírez une otro ingrediente: “La melancolía. Esa mezcla es para mí, la clave de su maestría. Un humor que en consonancia con la melancolía y un trato natural de la vida, lo convierten en irresistible”.

A todo ello une Antonio Skármeta, la amistad: “Esa fue mi primera revelación”, comenta el autor chileno. “El golpe emocional de descubrir que ese enorme vínculo puede darse entre dos seres tan dispares, de tan diferente densidad cultural, como son Quijote y Sancho. Si te fijas, con ello encontré un tema que después he desarrollado en toda mi obra. No hay más que fijarse en El cartero y Pablo Neruda”.
No fueron esos dos personajes los que marcaron sin embargo de principio a Álvaro Pombo. Alumno díscolo y refunfuñante, uno puede imaginar al joven discípulo de los padres Escolapios en Santander, obligado a leer la obra maestra de Cervantes: “No era una buena idea, está llena de palabras que a ciertas edades entorpecen la lectura. Así que fue El licenciado Vidriera la primera obra que realmente me impactó. Yo también me considero, como él, hecho de un vidrio frágil y quebradizo”.

Un idioma, muchos acentos. Juega a identificarlos







Los acentos del español. Un juego para descubrir cómo suena en cada país la lengua castellana


domingo, 13 de marzo de 2016

El español es una suma

 Álex Grijelmo

Ilustración de Eva Vázquez. Babelia-El País
El español es una lengua muy homogénea, unida en su inmensa y rica variedad. Una de las lenguas más cohesionadas del mundo. Muy lejos de las profundas hendiduras que se dan en el ámbito del árabe, del chino o incluso del portugués. Una lengua unida además por razones culturales y que hace sentirse hermanos a sus hablantes (algo que quizá no ocurre en todos los ámbitos del inglés). La Real Academia Española se ha transformado en los últimos decenios, y ya hace mucho tiempo que abandonó su conservadurismo tradicional en todos los órdenes, su hispanocentrismo madrileño, su lentitud, su machismo.

Los limones todavía eran amarillos en la edición del Diccionario de 1992 (a pesar de que en toda América tienen color verde), y el matrimonio se definía aún en 1970 como algo “de por vida” (aunque el divorcio estuviera legalizado en muchos países hispanos). Pero la publicación de nuevas obras en los últimos años ha servido para situar a la Academia en la modernidad; y la colaboración entre las 22 instituciones hermanas (que serán 23 cuando se incorpore oficialmente la de Guinea Ecuatorial) ha instalado el panhispanismo en todas ellas.

Aunque todavía quedan algunos tramos por recorrer y avances por completar, el camino andado durante los últimos decenios por la institución fundada en el siglo XVIII ha constituido un impulso muy perceptible en todos los ámbitos del idioma.

La colección de obras académicas se ha ampliado en la última década hasta conformar una biblioteca de consulta y ayuda que resuelve ya todas las dudas. El primer gran paso para llenar la nueva estantería del idioma español lo dan las Academias con la Ortografía de la lengua española en 1999. No todas participan con la misma intensidad, y ciertos errores dejan entrever descuidos en la supervisión de algún país que otro; o quizás las prisas. Pero ahí nació la primera gran obra panhispánica.

La nueva edición del Diccionario dos años después, en 2001, incorporó a su vez 6.000 americanismos, entre ellos “engentarse” (sentirse agobiado por una multitud de gente), “achicopalarse” (achicarse, disminuirse ante algo que consideramos superior) o “trancón” (embotellamiento en Colombia). Pero aún faltaban muchos más.

Esa colaboración entre las distintas Academias mejorará luego en el largo proceso que conduce al Diccionario panhispánico de dudas, que vio la luz finalmente en 2004 y contó no sólo con el apoyo de todas las Academias, sino también con el respaldo de los principales medios de comunicación del mundo hispano, que aceptaron hacerlo suyo y seguir sus recomendaciones. Esta obra recoge asimismo las variedades americanas, aunque con sensibilidad todavía mejorable en algunos ejemplos.

La antigua gramática de 1931 (llamada con humildad Esbozo de una nueva gramática española) no se libraba tampoco de aquel hispanocentrismo de la época, pues apartaba los usos de América del lugar que merecían. Pero eso también quedó subsanado y mejorado con la imponente Nueva gramática de la lengua española (2009), así como su edición más llevadera (la Nueva gramática básica), publicada en 2011.

Las Academias americanas también han hecho su propio trabajo conjunto, y lanzaron en 2010 el Diccionario de americanismos, que recoge las distintas variantes del español en aquel continente, con expresión de los países donde se usa cada término. Reúne 70.000 voces, con 120.000 acepciones.

A partir de ahí, la colaboración entre las 22 instituciones del español ya casi deja de ser noticia, y entre todas ellas alumbrarán con normalidad las siguientes revisiones de todas las obras académicas. No sin polémicas a veces, como las que rodearon a la Ortografía de 2010. Tales discusiones trascendieron el ámbito de los académicos, porque también se animaron a entrar en el debate escritores, periodistas, traductores y, por supuesto, muchísimos hablantes.

La misma expectación rodeó el estreno del último Diccionario, publicado en 2014. Esta 23ª edición incluye 93.111 entradas (frente a las 88.431 de la anterior), con 195.439 acepciones; se introdujeron 140.000 enmiendas, que afectaron a 49.000 voces. Y los americanismos (gracias al trabajo previo de todas las Academias) suman ya 19.000.


Todas estas herramientas han ido cimentando un armazón muy sólido que hoy en día nos permite disponer de una lengua común muy homogénea, cuya rica diversidad no impedirá nunca que dos hispanohablantes se entiendan a la perfección entre sí ni que, al mismo tiempo, pasen un rato divertido contándose sus diferencias léxicas. Poco a poco, todo el mundo hispánico (y España quizá con más retraso) ha asumido con naturalidad la frase proclamada por el historiador de la lengua mexicano Antonio Alatorre: “El español es la suma de todas las maneras de hablarlo”.

Extracto del artículo de Álex Grijelmo publicado en El País