Los tuits lo carga el diablo y el último fuego descontrolado
procedió de la cuenta del edil socialista en el Ayuntamiento de Madrid Ramón
Silva. Este concejal, próximo a Pedro Sánchez, tuvo que pedir disculpas por
haberse mofado del acento andaluz de la presidenta de la Junta, Susana Díaz, en
un momento en que el ex secretario general intenta arañar votos de militantes
en Andalucía. No es la primera vez. El desprecio al habla andaluza ha jugado
malas pasadas a dirigentes de todos los partidos, que ignoran que el andaluz es
una forma de hablar español y, según defienden los filólogos, culta,
vanguardista y de gran influencia en América.
“Queremos un PEZOE ganadó”,
escribió Silva como burla a una de las consignas que defiende Susana Díaz como
dirigente socialista. Y a las palabras intencionadamente mal escritas le siguió
un aluvión de reproches de su propio partido por usar el acento para intentar
desprestigiarla. La presidenta de la Junta le replicó sin nombrarlo horas
después en un acto público: “Los andaluces estamos orgullosos de nuestro
acento. Un acento de igualdad y de tolerancia”.
Los filólogos no se sorprenden de
la recurrencia del desprecio al andaluz, pese a la paciente labor de explicar
una y otra vez a quienes lo ignoran que ningún idioma tiene una evolución
uniforme y que ninguna variedad es mejor o peor. “Si algo distingue al andaluz
de otras hablas es que es muy vanguardista y tiene una gran influencia en
América”, destaca Pedro Carbonero, investigador, doctor en Filosofía y Letras y
catedrático de Lengua Española de la Universidad de Sevilla. “Pero no hay una
variedad mejor sino una dominante”, añade.
Carbonero cree que cuando surge
una evaluación social negativa del habla, se produce por “mitos
extralingüísticos”, por prejuicios de otros ámbitos, como el centralismo, y
generalmente motivados por una falsa creencia de superioridad. Continúa en El País
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