Una exposición contrapone la biografía del autor con su obra a través de dibujos de Miguelanxo Prado y David Rubín
Cervantes, dibujado por Miguelanxo Prado. |
Al gran personaje que fue Miguel le faltó un Cervantes que le escribiera. Hizo por su rey lo máximo que se podía pedir a un súbdito en el siglo XVI: jugarse el tipo como espía y jugarse el talante como recaudador de impuestos. Miguel de Cervantes, fallecido en 1616, guerreó en batallas navales, sobrevivió a un largo cautiverio en Argel y tocó una cima de la literatura universal que, cuatro siglos después, ahí sigue plantada, viendo otras novelas pasar.
Esa vida literaria, con grandes claroscuros, se recoge en 36 ilustraciones del dibujante Miguelanxo Prado (Bergondo, A Coruña, 1958), que pueden verse desde ayer en el Museo Casa Natal de Cervantes de Alcalá de Henares en la exposición Miguel EN Cervantes. El retablo de las maravillas, organizada por Acción Cultural Española, la Comunidad de Madrid y el Instituto Cervantes con motivo del cuarto centenario de su muerte, en 2016.
El recorrido gráfico realista de Prado se contrapone a las viñetas satíricas creadas por el dibujante David Rubín (Ourense, 1977), que ha llevado al cómic El retablo de las maravillas, un entremés con visos autobiográficos o, al menos, con pistas sobre una cierta manera de ver el mundo. “De un modo no explícito hay temas como la familia, la religión, el ejército o el amor que retratan su pensamiento”, señala Rubín.
Un entremés que Cervantes no llegó a ver representado y que hoy mantiene su vigencia, en opinión del dibujante. “Hay una crítica muy dura contra el poder establecido. Más de uno de los que nos gobiernan ahora debería leerlo”.
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