- El triunfo de un adverbio terminado en mente
Hay otra razón, voy a confesarme finalmente, por la que me alegro del éxito de Malamente. Por fin, felizmente, podemos celebrar el triunfo de un adverbio terminado en mente. Una novela, con ese título, sería cruelmente sentenciada sin ser leída atentamente. Hay muchos odios en el mundo literario, pero pocos comparables a los que, fatalmente, sufren los adverbios terminados en mente. Son tratados como bandidos alevosamente emboscados en la espesura del lenguaje. Una de las tareas de la corrección literaria es perseguir ferozmente, implacablemente, a estos forajidos terminados en mente. Menos mal que Borges escribió: “Incesantemente la rosa se convierte en otra rosa”.
A ver si mejoramos
malamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario