martes, 6 de marzo de 2018

La distopía se abre paso entre los autores españoles

  • Ray Loriga, Menéndez Salmón o Andrés Barba renuevan la tradición con temáticas de hoy
La distopía que ha eclosionado en series de televisión de audiencia masiva como El cuento de la criada o Black Mirror también busca su camino en los teclados de escritores españoles que están aportando argumentos a la renovación del género. Si Rendición, de Ray Loriga, sigue su camino de éxito tras lograr el premio Alfaguara hace un año, Ricardo Menéndez Salmón repite género con Homo Lubitz tras ganar el premio Biblioteca Breve con El Sistema (ambas en Seix Barral). Y Andrés Barba también se ha alzado con el premio Herralde de Anagrama con República luminosa. Tres ejemplos de autores muy dispares pero que han buscado en mundos ajenos, a veces imprecisos, a veces innombrados, regidos por códigos futuristas o simplemente divergentes la plasmación de universos que podemos temer por intervencionistas en contra de nuestras certezas y libertades.

“La ciencia ficción se ocupa en verdad del presente”, suele decir Margaret Atwood, que vive ahora el éxito mundial de un libro, El cuento de la criada, que publicó en 1985. Tanto Atwood como Los juegos del hambre, la trilogía Divergente, Insurgente y Leal (RBA) y otros autores han renovado en los últimos años las temáticas que se extendieron en el siglo XX (el totalitarismo visto por Orwell o el hedonismo, por Huxley) para poner sobre la mesa urgencias de hoy como la discriminación sexista, el control tecnológico, la destrucción arbitraria o el cambio climático.

Menéndez Salmón elige un mundo futuro, principalmente asiático, para situar la sumisión a un poder arbitrario en el que el beneficio económico como bien supremo justifica la muerte colectiva, y ésta además se desviste de relevancia a manos de asesinos igualmente arbitrarios como Lubitz, el piloto que estrelló su avión contra los Alpes. Barba –que considera su libro utópico y no distópico- dibuja un pueblo indefinido en el que unos niños matan, destruyen y aterrorizan a la población (¡increíble premonición!). Loriga pinta una ciudad transparente, metáfora de este universo de exhibición y extimidad en redes, en la que los sentimientos languidecen a cambio de paz.  Continúa en El País

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