- Con un reparto masculino, Carlota Ferrer dirige el clásico
de García Lorca, todo un canto a la libertad de las mujeres
Y de pronto, desde un rincón del público, surge la voz de
Bernarda Alba. Es un rugido feroz, una cruel amenaza: “En ocho años de luto, en
esta casa no entrará el viento de la calle”. Así comienza la tragedia en esa
casa de paredes blanquísimas, habitada solo por mujeres y cerrada al mundo por
la viuda de Antonio María Benavides, su segundo marido. Unas mujeres que
también son hombres. Una Bernarda que puede estar y está entre el público,
entre cada uno de nosotros. Así lo vive la directora Carlota Ferrer (Madrid,
1977) que estrena un potente y radical montaje en el que las mujeres de esta
obra escrita por Federico García Lorca en 1936, muy poco antes de morir, son
aquí hombres. Es la visión feminista de este drama lorquiano, en medio de una
sociedad cómplice del silencio, que se estrena el próximo día 14 en los Teatros
del Canal, en Madrid, donde estará en cartel hasta el 7 de enero. Eusebio
Poncela, en la piel de Bernarda Alba, encabeza un reparto en que los hombres
(Ygor Yebra, Óscar de la Fuente, Jaime Lorente, David Luque, Guillermo Wickert,
Arturo Parrilla y Diego Garrido) son los encargados de dar la palabra a las
mujeres, acompañados de una sola actriz, Julia de Castro. Esto no es la casa de Bernarda Alba es el título de este
espectáculo que combina teatro, imagen, poesía, música y danza.
“Muchos de los personajes de Lorca manifiestan su deseo de
ser hombres para poder gozar de libertad”, explica Carlota Ferrer, codirectora
junto con Dario Facal del Corral de Comedias de Alcalá de Henares, que firma
esta versión de La casa de Bernarda Alba
junto con el dramaturgo José Manuel Mora, con el que ganó el Premio Max al
Mejor Espectáculo Revelación en 2015 por Los
nadadores nocturnos. “Al poner en boca de hombres las palabras de Lorca se
pone en evidencia la fragilidad de la mujer ante la visión dominante del orden
heteropatriarcal y su gestión del mundo a través del miedo. Son hombres que
narran una determinada historia de mujeres” añade la directora, tras un ensayo
en una de las salas de los teatros del Canal, no sin antes advertir de la
libertad absoluta que tiene como dramaturga para romper todo tipo de
convenciones. Continúa en El País
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