- Juan Ramón protagonizó una áspera historia de reclamaciones
a raíz de un viaje trasatlántico realizado, recién casados, junto a su esposa desde Nueva York a
Cádiz
Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez, el día de su boda en Nueva York (2-31916) |
En los archivos de la Compañía
Trasatlántica, la empresa de vapores que cubría el trayecto entre ambas
ciudades, se guarda la relación epistolar protagonizada por el poeta a raíz de
una reclamación "excesiva", según la empresa, que realizó en 1916 por
el deterioro sufrido por su equipaje en el viaje. Hace unos años, el escritor
Juan Ignacio Varela Gilabert investigó estos papeles que bajo la apariencia de
un intrascendente conflicto entre una poderosa compañía naviera y un pasajero
insatisfecho desvelan la particular personalidad del poeta.
A su llegada a Cádiz en el vapor
Montevideo, el 21 de junio de 1916, la pareja recién casada es toda felicidad, pero
algo molesta al poeta hasta hacerle retrasar el regreso a Madrid y buscar un
notario para emprender una reclamación. Las ropas que estaban guardadas en el
baúl de viaje han llegado inservibles a causa de una filtración de agua.
El agente en Cádiz de la Compañía
Trasatlántica, Carlos Barrie, envía un informe al presidente de la naviera,
Claudio López Bru, marqués de Comillas, buen amigo de Raimundo Camprubí, padre
de Zenobia. Las frases del representante desvelan el carácter huraño del poeta.
"La forma en que se presentó el señor Jiménez fue violenta, dejándose
decir que él tenía la culpa por viajar en vapores que no eran de pasaje, sino
cargueros y otras frases por el estilo (…) El señor Jiménez me parece que tiene
un carácter vidrioso y desagradable". Y añade unas palabras del
sobrecargo: "Dice que desde que entró a bordo el señor Jiménez, conoció
que era uno de esos pasajeros que tienen que proporcionar disgustos en la
travesía".
El sobrecargo de la compañía
aseguró que ningún otro equipaje había resultado afectado y que no se habían
producido problemas de filtración en el viaje. Y argumentaba que la verdadera
causa se debió a que "el señor Jiménez llegó al muelle para embarcar en
los momentos en que estaba lloviendo
torrencialmente y su baúl venía en el techo del coche que los conducía".
¿Fue efectivamente así? En el
archivo de la naviera está la respuesta airada del poeta ya en Madrid:
"Usted sabe bien que los bultos de bodega se entregan, para esos vapores,
la víspera de la salida de los barcos. El día en que yo llevé, en automóvil,
mis baúles, hacía un sol espléndido. Es cierto que llovió el siguiente, pero mi
equipaje no pudo sufrir, por mi culpa de tal aguacero".
La siguiente reacción del autor
de Platero y yo fue enviar una nueva
reclamación, detallando los gastos ocasionados. "Después de un aprecio
minucioso, sacamos un perjuicio de 4.000 pesetas por baúles, trajes de señora y
caballero, pieles de señora, sombreros y zapatos de señora (de baile y de
vestir) todo lo cual ha quedado inutilizado por el agua salada".
Sin embargo, la indemnización por
deterioro o extravío de equipaje en el reglamento de pasajeros de la naviera
estaba estipulado en 500 pesetas. En el estudio de Varela Gilabert se comparan
precios para calibrar la reclamación y subrayar cómo el poeta exageró la
cantidad.: "Tres mil quinientas gana al año un catedrático en plaza
procurada por oposición. Un buen traje estaba entre las setenta y las noventa
pesetas y un buen abrigo entre las ciento cincuenta".
El marqués de
Comillas prefirió renunciar a una batalla con una gran figura de las letras y
aprobó el pago. El representante de la naviera accede con pesar: "Nuestro
señor presidente, por razones especiales, ha dispuesto que se satisfagan al
señor Jiménez las 4.000 pesetas que reclama". Ganó Juan Ramón a la
poderosa Compañía Trasatlántica una batalla que desvela su carácter
"vidrioso y desagradable".
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