Esta palabra inglesa está formada por tres segmentos: crowd, que puede significar
“muchedumbre” o “colectivo”; el nombre común fund, que se traduce por lo general como “fondo” o “fondos” en su
sentido económico; y el sufijo -ing,
que sirve, entre otras funciones, para formar sustantivos que reflejan una
acción. Por todo ello, cabe traducir crowdfunding
como “financiación colectiva”.
Pero “financiación” se puede usar lo mismo para el caso de
sufragar los gastos de un amigo que para la inversión en una empresa; y por eso
la equivalencia mejor en español en lo referente a las microdonaciones
políticas quizás sea “colecta”.
“Colecta” se define en el Diccionario como “recaudación de
donativos voluntarios, generalmente para fines benéficos”, y por tanto se puede
aplicar a todo tipo de causas (civiles o religiosas) a beneficio de alguien o
de algo. En cambio, “cuestación” se ha ceñido a la caridad: “Petición o demanda
de limosnas para un objeto piadoso o benéfico”.
A esas dos opciones cabe añadir “micromecenazgo” si se trata
de aportaciones a fondo perdido con interés cultural; y “microinversiones” si
se busca un término que evoque una financiación de la que se espera retorno.
Quizás un poco largas ambas palabras, sí, pero sin duda de mayor facilidad
prosódica y de mejor escritura que crowdfunding
para la mayoría de los hispanohablantes.
Ese anglicismo, como tantos otros, sirve para formar un
léxico pretendidamente moderno. Extracto del artículo de Álex Grijelmo publicado en El País
Microfinanciación (colectiva), alternativa a crowdfunding, publicado en la Fundación del Español Urgente (Fundéu)
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