- El centenario del nacimiento de Gloria Fuertes está consiguiendo quitar lo velos que cubrieron su poesía, incluso su persona.
Juan Jorganes Díez
Nuestra sociedad mantiene, entre otros, dos conflictos
seculares que no acaba de resolver: la igualdad de la mujer y el respeto por la
risa. O los desprecia o le provocan apuros, problemas. Si una mujer escribe
poesía en un Parnaso y alrededores repletos de hombres, si el humor aparece con
frecuencia en sus versos, si, además, una parte de su obra la dirige al público
infantil y juvenil sin prejuicios y triunfa en un medio tan del vulgo como la
televisión, entonces tendrá garantizado un lugar por los márgenes de la
historia de la literatura o en los pies de página de alguna tesis. Esa mujer es
Gloria Fuertes.
Las celebraciones de efemérides
con números redondos como los centenarios tienen sus cosas buenas. Por ejemplo,
se habla durante unos meses de literatura, se reeditan obras descatalogadas o
se reaviva el recuerdo de un escritor o de una escritora. A veces se consiguen conmemoraciones tan originales
como la del centenario del nacimiento de Buero Vallejo en 2016 sin que viéramos
una obra suya en la cartelera.
El centenario del nacimiento de
Gloria Fuertes está consiguiendo quitar lo velos que cubrieron su poesía,
incluso su persona. Se reedita toda su obra y se elogia a la poeta sin
veladuras desde las portadas de los suplementos literarios.
Gloria a la poesía
Asombra al leer sus Obras
incompletas (Cátedra, 1999) la complejidad de su poética tanto por los
temas como por la riqueza formal, desde la vanguardia del Postismo, póstumo
ismo surgido en tiempos de posguerra en España, a la tradición popular. Nunca
abandonó ni la vanguardia ni lo popular, pues mantiene el atrevimiento propio
de la vanguardia a lo largo de su obra y los recursos tan queridos de la poesía
popular: la rima, el humor, coloquialismos, apelaciones al lector, o recursos
tan característicos como el paralelismo o la repetición. Esta alianza entre la
vanguardia y lo popular la relaciona con dos glorias de la gloriosa Generación
del 27 (Alberti y Lorca), y no la abandona en los poemas dirigidos al público
infantil y juvenil.
Lo sorprendente, tan querido de
la vanguardia, lo popular, que surge casi espontáneamente, y la ausencia de
ñoñería, tan abundante en la mala literatura infantil, explican su éxito entre
esos lectores que añaden la lengua y la poesía a su lista de juegos desde que
empiezan a manejar las primeras palabras.
Su larga vida poética atraviesa
también las zonas en las que se manifestaba la poesía social, que
personalizamos siempre con los nombres de Gabriel Celaya y Blas de Otero, dos
glorias más de nuestra literatura. Es la única mujer que participa en el libro
colectivo Poeti spagnoli per la libertà
(Roma, 1972). Los editores quisieron homenajear a las Comisiones Obreras,
sindicato entonces clandestino, como la inmensa mayoría del país. España, vista
como anomalía de la Europa democrática, recibía un apoyo internacional mediante
el ensalzamiento de una “organización de clase que es la vanguardia de la lucha
por la libertad, la justicia y la paz”, tal como se lee en el prólogo.
Que nadie se asuste pensando que
va a tropezar con odas a los Alekséi Stajánov spagnoli o con sonetos a Marcelino Camacho. Veintitrés escritores
entregan un poema (dos, en algún caso), según su criterio. Gloria Fuertes envía
´Telegramas de urgencia escribo´. Estos son los primeros versos del poema:
“Escribo, más que cantar cuento cosas. / Destino: La Humanidad. / Ingredientes:
Mucha pena / mucha rabia / algo de sal”.
Por sus versos encontraremos
pobres (“pobres de mil oficios no estáis solos / aquí un poeta os canta, /
luego vendrán más”), niños flacos (“El niño no crece, / ni juega con nadie. /
El niño no muere, / ni vive ni nada”), trabajadores (“El albañil llegó de su
jornada / con su jornal enclenque y con sus puntos”), labradores (“Labrador, /
ya eres más de la tierra que del pueblo”). Ella también trabaja. En el poema
´Nota autobiográfica´ escribe: “Luego me salió una oficina, / donde trabajo
como si fuera tonta”.
La Gloria que merece ahora toda
nuestra atención no es un camaleón que se adapta a la moda literaria del
momento, ni pierde su personalidad en bandazos que buscan los focos que atraen
a las polillas escribidoras. Representa, sin que se rompan las costuras de sus
versos, sin que pierda su nombre y apellido, la tradición y la poesía del siglo
XX.
Al humor y al juego, Gloria
El humor no se lleva bien en esta parte del mundo en la que
desde sus textos sagrados, en el comienzo de los tiempos, aprendió que para
ganarse el pan, es decir, para sobrevivir, había que sudar. Las leyes
educativas que no incluyan la palabra esfuerzo en su preámbulo, y por aquí y
por allá, no merecen el nombre de tales, de manera que mencionar aquello de
enseñar deleitando acarrea menosprecio o el diagnóstico de alguna patología.
Sobre los peligros de la risa ya nos advirtió Jorge de Burgos, personaje de El nombre de la rosa. Su discurso
resumía el pensamiento católico medieval.
Hasta que los románticos no
convierten a don Quijote en un personaje serio, un idealista, la novela
cervantina no dejaba de ser un éxito… de risa. El humor sarcástico de Quevedo
se acerca más al castigo que al divertimento. El Gracioso, personaje de la
comedia del Siglo de Oro, es una extraña aportación del teatro castellano a la
dramaturgia, que se puede entender porque las obras se dirigían a un público
multitudinario, popular. En la literatura popular el humor ha circulado con
libertad incluso cuando el pueblo carecía de ella. En la literatura popular Gloria
Fuertes encuentra también el uso humorístico de la rima, que ella sabe manejar
graduándola desde la ironía a la carcajada.
La poesía de Gloria Fuertes
contiene humor y juego. Por lo tanto, bastaba con colgarle el sambenito de
escritora de la sección infantil y juvenil con el título de reina o emperatriz
para alejarla de cualquier canon poético digno de consideración.
Juega constantemente con las
palabras: con sus significados, con sus sonidos, con los efectos de la
repetición, de las estructuras paralelas y, por supuesto, con la rima. El juego
llama nuestra atención y nos divierte. No cae en el alarde, que solo consigue
una atención fugaz, porque le importa el mensaje (“más que cantar cuento
cosas”). No busca el chiste por el chiste, ni demostrar cuan ingeniosa
escritora tenemos la suerte de disfrutar.
El humor nos distancia de lo que
se cuenta o de lo que nos sucede, nos da perspectiva. Según el grado o el tipo
de humor, simpatizamos con los hechos o con la persona que los narra o
protagoniza o los rechazamos. Esto último nos sucede con la caricatura o el
sarcasmo, pues la ofensa y el maltrato nos llevan a la antipatía.
Con humor basado en la sorpresa
inicial (“Gloria Fuertes nació en Madrid / a los dos días de edad”) escribe su
´Nota autobiográfica´. No faltarán los juegos con el significado de las
palabras: “fue muy laborioso el parto de mi madre / que si se descuida muere
por vivirme”; “A lo nueve años me pilló un carro / y a los catorce me pilló la
guerra”; “Quise ir a la guerra, para pararla, / pero me detuvieron a mitad de
camino”; “estoy más sola que yo misma”. En este y en tantos otros poemas nos
llamará la atención el lenguaje sencillo, a veces coloquial, y nos acercará a
esa mujer nacida tras un parto difícil, atropellada por un carro, la guerra y
la soledad, porque es más fácil vivir con una persona bienhumorada que con una
malhumorada.
Como los desgarros de la vida y
del amor, como las interpelaciones angustiosas a ese Creador que no responde,
como el compromiso social y el miedo a la soledad no faltan en la obra de
Gloria Fuertes -temas que tienen el reconocimiento de la seriedad y la
circunspección académicas-, la desconsideración a su obra solo puede explicarse
por los prejuicios que se apuntaban al iniciar este artículo: mujer, humor y
juego.
Vivir sin respetar las
convenciones sociales no es fácil. Se complica la vida si te ha tocado una
guerra y has perdido la guerra y en la guerra a un hermano, más aún si esa
guerra la gana e impone su ley a sangre y fuego la ideología más retrógrada
sustentada en el catolicismo más rancio. Y si eres una mujer poco convencional
y, además, escribes y, además, no vuelves tu cara al sol de la Victoria,
entonces… “Sé escribir, pero en mi pueblo, / no dejan escribir a las mujeres”.
“Vivo pobre. / Duermo en casa. / Viajo en Metro”. “Compro libros de viejo / me meto en las
tabernas, / también en los tranvías, / me cuelo en los teatros / y en los
saldos me visto. / Hago una vida extraña”.
La televisión le trajo éxito y
popularidad. Eran otros tiempos ya, pero con los mismos prejuicios que desde la
noche de los tiempos aún perduran. Ella inicia un poema proclamando que “Soy
sólo una mujer y ya es bastante”, en el que expresa sus deseos frustrados:
“quisiera haber sido delineante / o delirante Safo sensitiva / y heme, / aquí,
/ que soy una perdida / entre tanto mangante”, quiso “ser capitán, sin arma
alguna, / depositar mis versos en la luna / y un astronauta me pisó la idea”;
ella acaba el poema con este verso: “Soy sólo una mujer y ya es bastante”.