miércoles, 18 de enero de 2017

He ido a la RAE solo para que me convenzan de que 'solo' no lleva tilde nunca

  • Resulta que esa tilde siempre fue un error


Yo también fui tildista: defendía que solo (el adverbio que equivale a solamente) debía llevar tilde, al contrario que solo (adjetivo). No era el único, claro. Son muchos quienes aún insisten en que la Real Academia Española se equivocó en 2010 cuando eliminó la necesidad de acentuar ese adverbio. En su opinión, aquello no fue más que una concesión a quienes no conocían una norma que evitaba ambigüedades con una simple rayita.

En realidad, el criterio que hay detrás de esta defensa de la tilde de solo no es lingüístico, sino sobre todo nostálgico. Es más, su uso nunca estuvo justificado.

 “Esa tilde fue siempre un error, igual que la de los pronombres demostrativos”, asegura Elena Hernández responsable del departamento de Español al día de la RAE y coordinadora del área de consultas de la Real Academia Española.

Hernández nos recuerda que la tilde diacrítica sirve para diferenciar dos palabras que se escriben igual cuando una de ellas es tónica y la otra es átona. Las palabras átonas son las que no tienen acento propio en la cadena hablada y por tanto se apoyan en otra palabra tónica para su pronunciación.

Ocurre, por ejemplo, con de y dé en frases como “ese coche es de Sara” (átona) o “espero que me lo dé” (tónica). Pero no pasa lo mismo con solo, ya que tanto el adjetivo como el adverbio son palabras tónicas.

La tilde de solo era un error que “por costumbre, se generalizó”, explica Hernández, que además añade que “nunca ha sido obligatorio tildar el adverbio. Solo se admitía esa tilde en caso de ambigüedad”.

Cuando la Academia se puso a trabajar en la última Ortografía, publicada en 2010, se optó por “darle mayor coherencia al sistema de acentuación, por lo que se decidió que la tilde de solo y de los pronombres demostrativos no estaban justificadas ni siquiera cuando podía haber confusión”. La recomendación general es la de no tildar nunca estas palabras, aunque se permita únicamente si el contexto es ambiguo. Si no hay posibilidad de error, acentuar solo es falta.

Es cierto que podemos generar muchos enunciados ambiguos. “Si quieres jugar, los encuentras”, apunta Hernández. Por ejemplo, este tuit publicado el 9 de enero y que recogía un titular de El País: “El Gobierno tramitará solo las leyes que pacte previamente con el PSOE”. Se ha compartido casi un millar de veces desde entonces, recuperando en redes el debate sobre la necesidad de acentuar o no la palabra.

La propia RAE habla en su web de casos “raros y rebuscados” que “siempre pueden evitarse por otros medios", como el empleo de sinónimos o cambiando el orden de las palabras, por ejemplo. En el caso del titular de El País, también se podría haber optado por leer la noticia. Por cierto, hay que apuntar que cuando hablamos, nadie ve ninguna tilde y no por eso nos liamos cada vez que pedimos un café solo.

Hernández recuerda un ejemplo que le ponen a la propia RAE a menudo: “Tuve sexo solo una hora”. A lo que ella responde: “Es lo mismo que si dices: ‘Esta noche tengo sexo seguro’”. Cuando se dice seguro, ¿se usa como adverbio (seguramente) o como adjetivo (con seguridad)? “Esta palabra genera la misma ambigüedad que solo, pero no le ponemos tilde a un significado para distinguirlo del otro”.

Hay muchos casos similares. Hernández menciona "cómprate un piso primero". ¿Se refiere a un primer piso (adjetivo) o que se compre primero un piso (adverbio)? La frase es correcta, pero sin contexto resulta ambigua. Ejemplos como estos “demuestran que esa tilde no tenía ninguna justificación. Pero como estaba, cuesta quitarla”.

No es la primera vez que una reforma ortográfica se ha encontrado con una oposición radical. En el siglo XVIII se decidió eliminar de la escritura los dígrafos latinizantes que aún quedaban en muchas palabras, como la th de theatro o la ph de philosophia: “Cuando se tomó esa decisión -explica Hernández-, muchos académicos protestaron (y así consta en las actas). Escribir Christo sin hache les sonaba casi como una blasfemia. El académico Gregorio Salvador cuenta a menudo esta anécdota y siempre la termina diciendo: ‘Al final estos señores se murieron y hoy escribimos Cristo sin hache y a nadie le preocupa’".


Al contrario, agradecemos esta decisión. De hecho, Hernández recuerda que la ortografía del español es más sencilla que la del francés y la del inglés, y no solo porque los sistemas fonológicos de estos idiomas sean más complejos: “A lo largo de su historia, la Academia ha llevado a cabo muchas reformas ortográficas, eliminando rasgos de escritura que no tenían mucha justificación y dando prioridad al criterio fonológico”. Es decir, a que escribamos tal y como hablamos. Dentro de lo posible, claro, que “hablamos” va con hache.

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