- Resulta que esa tilde siempre fue un error
Yo también fui tildista: defendía que solo (el adverbio que
equivale a solamente) debía llevar tilde, al contrario que solo (adjetivo). No
era el único, claro. Son muchos quienes aún insisten en que la Real Academia
Española se equivocó en 2010 cuando eliminó la necesidad de acentuar ese
adverbio. En su opinión, aquello no fue más que una concesión a quienes no
conocían una norma que evitaba ambigüedades con una simple rayita.
En realidad, el criterio que hay detrás de esta defensa de
la tilde de solo no es lingüístico, sino sobre todo nostálgico. Es más, su uso
nunca estuvo justificado.
“Esa tilde fue
siempre un error, igual que la de los pronombres demostrativos”, asegura Elena
Hernández responsable del departamento de Español
al día de la RAE y coordinadora del área de consultas de la Real Academia
Española.
Hernández nos recuerda que la tilde diacrítica sirve para
diferenciar dos palabras que se escriben igual cuando una de ellas es tónica y
la otra es átona. Las palabras átonas son las que no tienen acento propio en la
cadena hablada y por tanto se apoyan en otra palabra tónica para su
pronunciación.
Ocurre, por ejemplo, con de y dé en frases como “ese coche
es de Sara” (átona) o “espero que me lo dé” (tónica). Pero no pasa lo mismo con
solo, ya que tanto el adjetivo como el adverbio son palabras tónicas.
La tilde de solo era un error que “por costumbre, se
generalizó”, explica Hernández, que además añade que “nunca ha sido obligatorio
tildar el adverbio. Solo se admitía esa tilde en caso de ambigüedad”.
Cuando la Academia se puso a trabajar en la última
Ortografía, publicada en 2010, se optó por “darle mayor coherencia al sistema
de acentuación, por lo que se decidió que la tilde de solo y de los pronombres
demostrativos no estaban justificadas ni siquiera cuando podía haber confusión”.
La recomendación general es la de no tildar nunca estas palabras, aunque se
permita únicamente si el contexto es ambiguo. Si no hay posibilidad de error,
acentuar solo es falta.
Es cierto que podemos generar muchos enunciados ambiguos.
“Si quieres jugar, los encuentras”, apunta Hernández. Por ejemplo, este tuit
publicado el 9 de enero y que recogía un titular de El País: “El Gobierno tramitará solo las leyes que pacte previamente
con el PSOE”. Se ha compartido casi un millar de veces desde entonces,
recuperando en redes el debate sobre la necesidad de acentuar o no la palabra.
La propia RAE habla en su web de casos “raros y rebuscados”
que “siempre pueden evitarse por otros medios", como el empleo de
sinónimos o cambiando el orden de las palabras, por ejemplo. En el caso del
titular de El País, también se podría
haber optado por leer la noticia. Por cierto, hay que apuntar que cuando
hablamos, nadie ve ninguna tilde y no por eso nos liamos cada vez que pedimos
un café solo.
Hernández recuerda un ejemplo que le ponen a la propia RAE a
menudo: “Tuve sexo solo una hora”. A lo que ella responde: “Es lo mismo que si
dices: ‘Esta noche tengo sexo seguro’”. Cuando se dice seguro, ¿se usa como
adverbio (seguramente) o como adjetivo (con seguridad)? “Esta palabra genera la
misma ambigüedad que solo, pero no le ponemos tilde a un significado para
distinguirlo del otro”.
Hay muchos casos similares. Hernández menciona
"cómprate un piso primero". ¿Se refiere a un primer piso (adjetivo) o
que se compre primero un piso (adverbio)? La frase es correcta, pero sin
contexto resulta ambigua. Ejemplos como estos “demuestran que esa tilde no
tenía ninguna justificación. Pero como estaba, cuesta quitarla”.
No es la primera vez que una reforma ortográfica se ha
encontrado con una oposición radical. En el siglo XVIII se decidió eliminar de
la escritura los dígrafos latinizantes que aún quedaban en muchas palabras,
como la th de theatro o la ph de philosophia: “Cuando se tomó esa decisión
-explica Hernández-, muchos académicos protestaron (y así consta en las actas).
Escribir Christo sin hache les sonaba casi como una blasfemia. El académico
Gregorio Salvador cuenta a menudo esta anécdota y siempre la termina diciendo:
‘Al final estos señores se murieron y hoy escribimos Cristo sin hache y a nadie
le preocupa’".
Al contrario, agradecemos esta decisión. De hecho, Hernández
recuerda que la ortografía del español es más sencilla que la del francés y la
del inglés, y no solo porque los sistemas fonológicos de estos idiomas sean más
complejos: “A lo largo de su historia, la Academia ha llevado a cabo muchas
reformas ortográficas, eliminando rasgos de escritura que no tenían mucha
justificación y dando prioridad al criterio fonológico”. Es decir, a que
escribamos tal y como hablamos. Dentro de lo posible, claro, que “hablamos” va
con hache.