Ilustración de Sciammarella |
Si los diccionarios quieren ser alguien en la Red tendrán
que mudar la piel. “Hay un cambio completo de paradigma. Hay que repensar el
diccionario como herramienta y su papel como proveedor de información. Ha
llegado la hora de preguntarse cuál será la fórmula futura olvidando el formato
papel”, plantea Laurent Catach, director de ediciones digitales del francés Le
Robert.
La hora también ha llegado para la RAE, justo ahora que
acaba de poner en la calle su 23ª edición impresa del Diccionario de la lengua española
—con una tirada inicial de 100.000 ejemplares— y que, como es tradición en la
casa, deberían arrancar los trabajos para la 24ª. Pero hasta aquí la era
Gutenberg. “Necesitamos cierto periodo de reflexión porque la tecnología está
modificando la relación de las personas con la lengua”, señaló Darío
Villanueva, secretario de la Academia. Villanueva tiene algo claro: la
hegemonía impresa ha muerto. “El Diccionario será concebido y elaborado sobre
una base digital, del que habrá ediciones en papel. El orden de los factores
será distinto”.
Hasta ahora los productos virtuales emulaban, más o menos,
el formato impreso. Un tránsito que ha servido para ir tirando unos años (las
versiones digitales comenzaron alrededor del 2000, aunque antes se experimentó
con otros formatos electrónicos como el CD-Rom) pero los expertos consideran
que se ha agotado. Michael Proffitt, director del Oxford English Dictionary,
explicó que en 2010 lanzaron una nueva plataforma que ha enriquecido el
contenido digital con audios —se incluyen pronunciaciones inglesa y americana—,
enlaces a contenidos relacionados, etimologías, información ortográfica e
histórica o animaciones virtuales. En breve se incorporarán infografías. Leer más en El País
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