Al presentar como natural (ni siquiera se
comenta) ese extraño panorama de una historia, una ciencia, un arte, una
literatura,… de hombres solos, los libros de texto nos enseñan a seguir
invisibilizando a las mujeres: la profecía se autocumple.
Y todo esto, ¿por qué? Es esta una pregunta cuya
respuesta más obvia —quien tiene el poder, individual o colectivamente, es
reacio a compartirlo— resulta indemostrable. Me contentaré pues con preguntar
no por el motivo, sino por el modo: cómo el establishment excluye a las escritoras; en qué
consiste eso que se ha dado en llamar “la discriminación difusa”. Es un proceso
que empieza por el principio: no las leen. Un estudio de los diarios de
escritores españoles masculinos actuales nos muestra que leen mucho (en el
diario comentan sus lecturas), pero solo a varones (Clarín, enero-febrero de 2012). Continúa en
los suplementos literarios, en los que se reseñan, como media, 85 libros de
escritores varones por 15 de escritoras (extranjeras de preferencia).
El favoritismo se
manifiesta también en los espaldarazos de todo tipo que entidades privadas o
públicas dan a los literatos. Por ejemplo, en el periodo 2006-2012, la
Biblioteca Nacional invitó a hablar en el ciclo La
biblioteca de… a 32
hombres y 6 mujeres (16%); la Fundación Caballero Bonald lleva 10 años dando un
premio de ensayo, siempre a hombres; la Mapfre por su parte concede otro, el
González Ruano, a un artículo periodístico, y de las 36 veces que lo ha
otorgado hasta ahora, 35 han recaído, oh sorpresa, en un varón… Leer más
Laura Freixas |
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