EL PAÍS | JUAN GOYTISOLO | 25 MAY 2013
Juan Goytisolo |
El cautiverio de Cervantes es un tema recurrente en la
historiografía de la época y en razón de los enigmas que encierra, seduce y seguirá
seduciendo a los investigadores tanto en España como fuera de ella. Herido en
Lepanto […], de regreso a la Península nuestro primer escritor y su hermano
Rodrigo fueron capturados por los corsarios turco-berberiscos y conducidos a
Argel.
La historia de sus cuatro tentativas frustradas de evasión,
de sus relaciones abruptas con el codicioso y cruel bey Hasán Veneciano y de
las arduas negociaciones de rescate por los monjes trinitarios se hallan bien
documentadas […]. La estancia forzada durante cinco años del autor del Quijote
en la orilla africana y su aportación a su rica y variada creación literaria
han originado […] una abundante bibliografía. […]
Criado en un mundo en el que se imponía como un dogma la
“limpieza de sangre” y en el que la Inquisición velaba por la pureza de la fe
católica y reducía a cenizas a disidentes y herejes, el contacto con la
sociedad de Berbería -la convivencia con la diversidad étnica y religiosa de
turcos, moros, cristianos, judíos, conversos y renegados- le procuró una
experiencia y una visión del ser humano en las antípodas de las que le
inculcaron en el espacio social, político y religioso de la España de su
tiempo. El mestizaje cultural y lingüístico de Argel, el tránsito de una fe a
otra, ya fuera por convicción, ya por razones pragmáticas, configuraron su
labor de escritor y aportaron su sello a lo que él mismo llamaba su “rara”
invención. El mundo bullicioso y abigarrado en el que vivió a veces en
semilibertad y a veces en las temibles mazmorras, era para él una alternativa
que nunca desapareció de su horizonte vital y literario cuando regresó a España
[…].
Cervantes no dice gran cosa acerca del idioma en el que se
comunicaban gentes de tan distintas naciones y origen social […]. Habrá que
esperar el “Relato del cautivo” intercalado en la Primera Parte del Quijote para
que, a través de él, Cervantes nos lo aclare.
“Me dijo en lengua que en toda la Berbería y aun en
Constantinopla, se habla entre cautivos y moros, que ni es morisca, ni
castellana, ni de otra nación alguna, sino una mezcla de todas las lenguas, en
la cual todos nos entendíamos”.
La referencia cervantina a esa “lengua franca” […], que al
igual de los tuits de hoy servía de esperanto pragmático para todos los
miembros de aquel vasto crisol de identidades mutantes, aparece igualmente en
las relaciones de viaje de otros cautivos y de comerciantes y aventureros que
navegaban de norte a sur y de poniente a levante del Mediterráneo.
[Jacqueline Dakhlia] describe con numerosos ejemplos un
argot compuesto principalmente por vocablos italianos y españoles, con
aportaciones menores judeoportuguesas, francesas, provenzales, árabes, bereberes
y turcas, jerga cambiante y de sintaxis rudimentaria, con los modos y tiempos verbales
reducidos al infinitivo […]: un habla carente de lógica interna en la que
primaba la adaptación rápida al oído ajeno. […] Contrariamente al lenguaje
literario, la lengua franca (la jerga esperántica, la de las redes sociales) es
híbrida, a menudo monosilábica y, en todo caso, efímera: cambia de una persona
a otra, pero tiene la virtud de revelar las vicisitudes de la adaptación léxica
y a veces sintáctica del propio idioma al del auditor o destinatario. […].
*Juan Goytisolo es escritor
No hay comentarios:
Publicar un comentario