Foto de Jesús Alberto Pérez Castaños https://www.facebook.com/jesusalberto.perezcastanos |
Los amantes clandestinos dejaban cartas manuscritas en
buzones como este. Las figurillas pajareras y cursis inspiraron a los primeros
mensajeros al iniciarse la reclusión obligada –explicaron, donosos, cuando se
descubrió la trama- y en los contadores se han registrado los besos perdidos –revelaron,
burlones-. La red se extendió durante la pandemia que aisló la ciudad y encerró
a la gente en sus casas. Los primeros días hubo algún desconcierto entre
quienes, conociendo cada rincón del cuerpo de su amante, no identificaban su
caligrafía. Cuando se difundió este suceso, a nadie le extrañaron las salidas
temerarias –la policía vigilaba las
calles y la enfermedad invisible envenenaba el aire-, pues la clandestinidad y
la pasión cubren de osadía el corazón más cobarde.
El roce de aquellos billetes aliviaba la ausencia de la
piel amada, reconocían el anhelo de las miradas en la escritura irrepetible y en el
trazo de cada letra sentían el dibujo de las caricias deseadas.
Lo bordaste, Juan, lo bordaste!!
ResponderEliminarExtraordinario!!
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