- La academia del ladino creada en Israel pretende preservar
la lengua forjada por los descendientes de los judíos expulsados en el siglo
XV, escasamente hablada
El ladino es la fotografía antigua del castellano que se llevaron los judíos expulsados en el siglo XV de la península ibérica, diseminados por países de cuyas lenguas incorporaron durante siglos las palabras que necesitaban: turco, hebreo, búlgaro... Una amalgama que se quiere regular con la decisión, el pasado 20 de febrero, auspiciada por la Real Academia Española, de crear una sede hermana del ladino en Israel. Un hito que vuelve el foco a los escasos ladinohablantes que hay en España. Se estima que lo habla medio millón de personas en el mundo.
Una literatura sobre todo religiosa
La literatura
judeoespañola fue principalmente religiosa hasta mediados del siglo XIX. Tras
la expulsión de la península Ibérica se tradujeron del hebreo al ladino biblias
judías y un centenar de libros de oraciones, poemas litúrgicos, la ley judía y
tratados de moral.
En
el siglo XVII, numerosos sefardíes orientales siguieron a un correligionario
que se había proclamado el Mesías. La crisis originó paradójicamente el cénit
literario del judeoespañol un siglo después, cuando los rabinos sefardíes
produjeron una rica literatura en lengua vernácula para su pueblo, que no
dominaba el hebreo. Así nació el comentario bíblico Me'am Lo'ez (“el libro que
más ha contribuido a formar el alma de los sefardíes”, en palabras del escritor
e investigador Henry V. Besso) y los siglos de oro de la literatura en
judeoespañol, el XVIII y XIX.
La
occidentalización trajo a mediados del siglo XIX novelas, poemas, ensayos,
periódicos y obras de teatro de contenido profano. El quinto presidente de
Israel, Isaac Navón, estrenó en 1969 un exitoso musical, Bustán sefardí, que retrata —en parte en ladino— un vecindario de
Jerusalén. El catedrático de literatura española en la Universidad Hebrea de
Jerusalén, Carlos Ramos Gil, calcula en 5.000 las obras publicadas en ladino. Más en El País
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