domingo, 31 de mayo de 2015

El amor sin límites de Vicente Aleixandre por Miguel Hernández

La edición de cartas inéditas del Nobel español obliga a mirar su obra poética con otra luz

 Madrid 31 MAY 2015 | El PAÍS

Más de medio siglo estuvo oculto en la oscuridad de un baúl de haya el amor especial de Vicente Aleixandre por Miguel Hernández.
Todo empezó con una carta en una primavera como esta, hace ya 80 años. La amistad de dos de los grandes poetas españoles del siglo XX que parecen eternizados en esquinas opuestas de la vida, la literatura y en el imaginario de la gente, pero que proceden del mismo punto al estar interesados en los secretos del amor y la muerte y reconocer que “son dos caras de la misma moneda”. Estaban, están, unidos por la belleza de descubrir en su vida y poesía lo que une al amor y la muerte.
De eso están hechos, y eso son, Aleixandre (1898-1984) y Hernández (1910-1942). Un Vicente Aleixandre generoso que sintió un amor embelesado y sin límites por el poeta de Orihuela que no se conocía hasta hoy, y al que llamaba “Miguelillo de mi corazón”,
Esa bella y secreta oscuridad es iluminada en un legado único: De Nobel a novel. Epistolario inédito de Vicente Aleixandre a Miguel Hernández y Josefina Manresa (Espasa), en edición de Jesucristo Riquelme. Hace año y medio se dio noticia de esta correspondencia al ser adquirida por la diputación de Jaén. Son 309 cartas escritas del puño y letra de Aleixandre, 26 de las cuales son a Hernández, entre 1935 y 1938, y el resto a su esposa Josefina Manresa, hasta el año de su muerte en 1984.

Versión íntegra en castellano actual del Quijote

Andrés Trapiello publica una versión de la novela cervantina que moderniza las palabras arcaicas, adapta algunos tiempos verbales y sustituye los refranes en desuso

  • Don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes. Puesto en castellano actual íntegra y fielmente por Andrés Trapiello. Prólogo de Mario Vargas Llosa. Destino. Barcelona, 2015. 1.040 páginas. 23,95 euros.

Ilustración de F. Vicente
PREGUNTA. En su prólogo dice que el que pueda leer el original, que lo haga. ¿A quién se dirige un libro así? ¿El Quijote ya no se entiende?
RESPUESTA. Ha dejado de entenderlo la inmensa mayoría. El que quiera entender el original tiene que leerlo con notas, que distraen. He tratado de devolver el Quijote al habla, de donde salió. Es una novela hablada que había pasado a ser solo estudiada.
P. ¿No hay en este trabajo algo de melancolía por lo que se pierde?
R. Muchísima, pero también hay alegría. Aunque aparentemente nuestra lengua no está tan lejos de la de Cervantes, nadie habla como en el siglo XVII y a veces casi ni la entendemos por escrito. Muchas cosas nos resultan fatigosas: los hipérbatos, por ejemplo, o los tiempos verbales, sobre todo los subjuntivos, que ya no manejamos con aquella riqueza.
P. ¿No está parte de la gracia del Quijote en lo lejos que nos queda?
R. El problema es si entendemos o no. Si no entendemos, hay que traducirlo. La pátina tiene la gracia de lo arcaico, pero si nos suena bien y no lo entendemos, se queda en prosa sonajero. 
P. El arranque no lo ha tocado.
R. La gente sabe ya que lugar es pueblo, pero no que “de cuyo nombre no quiero acordarme” significa que no puede acordarse. Yo lo dejo porque las 12 palabras primeras del Quijote son como el Partenón, no puedes restaurarlo. 
P. ¿Debemos adaptar los lectores al Quijote o el Quijote a los lectores?
R. Es un viaje doble. Lo ideal es que el lector, después de leer esteQuijote, acuda al original porque va a ganar mucho. Mi versión son unas buenas muletas para caminar con soltura, que es como se deben leer las novelas. Si queremos seguir hablando la lengua de Cervantes, don Quijote tiene que hablar nuestra lengua. Si no, el Quijote será un libro para especialistas. Mucha gente cree que lo ha leído porque sabe de qué va.

domingo, 17 de mayo de 2015

Todas las voces del español

El idioma español es la suma de las maneras de hablarlo, como dejó escrito el filólogo mexicano Antonio Alatorre. Pero ¿conocemos todas sus variedades?

La inmensidad del léxico hispano y su distribución por zonas tiene pendiente todavía un trabajo enciclopédico: el ‘Diccionario del español universal’. Algunos están ya en ello



La lengua española goza de una gran unidad, casi nadie lo pone en duda. Dos hispanohablantes de cualquiera de los países que tienen este idioma como oficial y que acaben de conocerse se entenderán sin problema, a pesar de que de vez en cuando surjan en su diálogo tres tipos de palabras conflictivas (en muy diferente grado):

1. Las que uno de los dos no reconoce como parte de su léxico pero entiende perfectamente, sobre todo porque es capaz de deducir sus cromosomas: un español no se bañará en una “pileta”, pero sabrá a qué se refiere su interlocutor argentino cuando le proponga nadar un rato en ella.
2. Aquellas otras que se desconocen por completo: ¿qué querrá decir un mexicano que se refiere a su achichincle? (ayudante de poca monta).
3. Los términos que se conocen pero no significan lo mismo en según qué sitio (huiremos del verbo que surge de inmediato, pero podemos hablar de la “polla” –apuesta– o de la “cola” –trasero–; o recordar que cuando un venezolano “exige” algo, sólo está rogándolo encarecidamente).

Desponchador: Recauchutados, en México
En cualquier caso, se trata de pequeñísimas dificultades que se suelen superar con el contexto. De todas formas, ¿no estaría bien elaborar un Diccionario internacional de la lengua española que contuviese todas las palabras del español general (las que entiende cualquier hablante) y además el término más común o mayoritario en los distintos países y, aparte, los casos en que se dan divergencias entre ellos? ¿Y podría llamarse Diccionario del español universal?
Pues bien, ese proyecto existe. Desde 1997, y coordinado por el prestigioso lingüista mexicano Raúl Ávila, participan en él 26 universidades de 20 naciones (en España, las universidades de Alcalá y de Almería), algunas de ellas de países que no tienen el español como lengua oficial; pero nadie sabe cuándo se podrá terminar. El proyecto va caminando, y consiste en que esos centros académicos promuevan líneas de investigación que encajen con él.

El empeño se denomina oficialmente Difusión del Español por los Medios (DIES-M), un título modesto: ante la imposibilidad de abarcar con un sentido científico el vasto mundo del idioma, los filólogos involucrados se han dedicado a analizar el vocabulario de los medios de comunicación de todos los países, para extraer sus afinidades y sus divergencias. De momento, ya han comprobado que más de un 90% del léxico forma parte del “español general” (esas palabras como mesa, silla, soñar, dormir…). Y que también se dan divergencias, por supuesto; escasas, pero que acarrean sus problemas.

Escultura de León Ferrari
Ese futuro diccionario que ahora parece más bien un sueño contendrá algún día el listado de las miles y miles de palabras comunes (“cabeza”, “zapato”, “bosque”, “casa”…) y también el de las variantes con mayor número de usuarios cuando se den distintas opciones para un mismo concepto; pero se cruzará este último dato con la dispersión del vocablo (es decir, con el número de países donde se emplee, pues no se considera suficiente con ganar por cantidad de hablantes, que para eso México se bastaría en la mayor parte de los casos). Por ejemplo, entre las variantes “acera”, “vereda”, “andén”, “sendero” o “banqueta” (todas las cuales nombran lo mismo), la ganadora sería “acera”, como se dice en España y otros países. Sin embargo, tanto España como México, que suman más de 144 millones de hablantes, perderían la batalla ante las opciones “ordenador”, “computador” y “computadora”. Ganaría “computador”, que no se oye ni en México ni en España.

En España se dice “coche”. Pero “carro” en México, Guatemala, Costa Rica, Panamá, Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, Colombia, Venezuela y Perú. En Cuba usan “máquina” (también en la República Dominicana y Puerto Rico), mientras que “auto” se oye con mucha frecuencia en Argentina, Chile y Uruguay. Ahora bien, en todos esos países se conoce como equivalente general la palabra “automóvil”. Ésta sería, por tanto, la voz adecuada para un texto que aspirase a ser recibido como natural por el 100% de los hablantes, aunque sólo a un 35,5% le brote su uso en una conversación.

El proyecto, en resumen, pretende abarcar el estudio de las principales variantes del idioma, jerarquizadas por su grado de difusión internacional, nacional y regional a través de los medios. De tal modo, quienes fueran capaces de usar ese “español internacional” en la comunicación verían reducidas las barreras léxicas para sus proyectos, ya fueran editoriales, periodísticos o tecnológicos.


miércoles, 13 de mayo de 2015

¿Qué hay en una cabeza que no lee?

< Hace años que me intriga saber qué hay exactamente en la cabeza de una persona que no lee. ¿En qué se apoya un cerebro así para perdurar en el tiempo y sobrellevar las 24 horas del día, durante una existencia entera? ¿De qué están hechos sus muros? ¿Cómo se alimenta? Una vez le escuché decir a Fernando Savater que la cabeza de alguien que no lee, o que apenas lee, debe ser algo muy parecido a «un desván vacío», en el que en silencio y lentamente se deposita un polvo espeso y anochecido. Tal vez >
El texto completo en ctxt.es



Juan Tallón (Ourense, 1975) es periodista y escritor. En la actualidad colabora en El País, El Progreso, la Cadena Ser, Ctxt y Jot Down. Licenciado en filosofía por la Universidad de Santigo, es autor de las novela 'El váter de Onetti' (2013) y 'La pregunta perfecta' (2011). En el ámbito del ensayo, ha publicado 'Libros peligrosos' (2014) y 'Manual de fútbol' (2014)​.