- Los giros retóricos exageran el número de inmigrantes y los pintan como hostiles
JUAN CARLOS VELASCO 28 MAR 2014
La forma en que se piensan y se tratan los actuales
movimientos migratorios es, en gran medida, cosa de metáforas. Las migraciones
se nos presentan con frecuencia enmarcadas en torno a determinadas figuras
metafóricas, a veces implícitas y otras manifiestas. Para ello resulta
sumamente ilustrativo el análisis del modo en que en la esfera pública se
abordan las noticias relacionadas con la cuestión migratoria, de cuál es el
enfoque elegido, el diseño de presentación y las estrategias discursivas.
Las metáforas más recurrentes a la hora de referirse a las
migraciones son, sin duda, las hídricas. Las migraciones se asemejan a flujos,corrientes y olas.
Y cuando se alude a ellas de manera amplificada y se quiere denotar que la
situación se encuentra desbordada, entonces toman el carácter de oleadas, mareas, avalanchas, aluviones y riadas.
Y más recientemente, incluso se recurre al nuevo y desgraciadamente famoso
término tsunami, resaltándose con ello el carácter incontenible de
la llegada de migrantes.
Sabemos que el lenguaje humano está modelado por metáforas
que con el tiempo tienden a convertirse en expresiones literales que acaban
conformando nuestra forma de pensar. De este modo, lo que empieza concibiéndose
como si fuera una desgracia natural, un nuevo tipo de inundación o de huracán,
acaba percibiéndose efectivamente como una desgracia natural. Las migraciones,
en vez de ser identificadas, por ejemplo, como movimientos que se estructuran
dentro de un sistema internacional de producción, son equiparadas a una
manifestación de la naturaleza. La asociación más o menos explícita con la noción
de catástrofe parece así inevitable, cuando no con un fenómeno bélico, al que
aluden términos como desembarco, infiltración y,
sobre todo,invasión, al que además se le añade adjetivos como masiva,
incontrolada o desbordante. En correspondencia con ello, las fronteras
ofrecerían agujeros y se presentaban como coladeros. Y este es, básicamente, el
marco conceptual y semántico en el que se llevan a cabo con frecuencia los
procesos de percepción, interpretación y valoración social de los complejos
procesos migratorios.
[…]
La colonización del lenguaje
mediante metáforas hostiles al fenómeno migratorio no facilita el
establecimiento y menos aún la consolidación de una sociedad democrática
integradora. En una democracia las palabras deben ser objeto de un cuidado
exquisito, pues la democracia se caracteriza precisamente por el Gobierno
mediante la palabra. Las palabras han de ser precisas y claras, de modo que no
induzcan a engaño. Distorsionar el lenguaje es extraordinariamente grave en
política, pues, a diferencia de lo que se sucede, por ejemplo, en el mundo
académico, ciertas palabras pueden arruinar la vida de muchas personas. El
lenguaje empleado predefine la forma en que evaluamos las migraciones y, lo que
es sin duda más importante, las propuestas que podamos formular para convivir
con ellas. Leer más
Juan
Carlos Velasco es
investigador del Instituto de Filosofía del CSIC. El
azar de las fronteras es
el título de su próximo libro