Foto de Jesús Alberto Pérez Castaños https://www.facebook.com/jesusalberto.perezcastanos |
A Enrique Luzuriaga Martín
En este hotel de soledades invernales, trashumantes
camino del páramo, un paso inevitable hacia el sur, buscaban refugio de las
tormentas exteriores, lluvia y frío que encogían los cuerpos y los zarandeaban
con tiritonas.
Regresaban siempre, pasados los meses o los años, justo a
tiempo de presenciar el comienzo de la primavera y atender la recogida de la
cosecha que la tierra daba, generosa a veces, tantas paupérrima.
Una liviana prosperidad a un lado y otro del páramo dejó
en el valle a quienes se procuraron cabaña y finca, y en el sur a quienes
abrieron venturosos comercios.
El hotel cerró podrido de humedades y deudas.
Cuando se
intercambiaban las visitas, los trashumantes de antaño nunca paraban en el
hotel, porque les recordaba las necesidades pasadas, la generosidad que jamás
correspondieron y, en invierno, veían en la olmeda el espejo de sus almas
arrasadas por tormentas interiores para las que nunca encontraron refugio.