- Surgido en los años setenta, el calificativo derivado de progresista ha resucitado en España con un renovado tinte peyorativo
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Un póster del Guernica o la icónica foto del Che eran inevitables en un piso de progres |
Ignacio Vidal-Folch
Una de las particularidades retóricas llamativas de esta
campaña electoral y de los debates a los que ha dado pie en conversaciones de
familia o de cafetería ha sido la definitiva decantación del calificativo
progre hacia su acepción más peyorativa y denigratoria. A menudo se pronuncia
esa palabra con enorme desprecio agresivo, que en ámbitos privados puede
recalcarse con el predicativo “asqueroso”, “casposo”, “de mierda”, “de salón” o
con neologismos como pijoprogre, que
aluden a la filiación burguesa, pasada por la universidad, del insultado. Sí,
en esta campaña el apelativo de marras solía echarlo a la cara del adversario,
en un arrebato de gran hastío y exasperación, alguien -generalmente de
derechas, pero también podía ser un “rojo”, de izquierda más radical o
proletaria- que tenía ya agotados los depósitos de su paciencia.
-¿Ese? ¡Un puto progre! ¡Un
progre de mierda!
Es significativo que la
palabra progre siempre ha de ir reforzada por un adjetivo. Señal de que como
invectiva es floja.
Otras veces, en cambio,
convertida en adjetivo, viene a reforzar el concepto: “la dictadura progre” (de
valores, de moral, de lenguaje). Y a veces deriva en algún neologismo. Por
ejemplo, ¿se habla de ecología, de
igualitarismo, de lenguaje inclusivo, de laicismo, de eutanasia?
—Es la típica prograda.
(A este neologismo en
concreto no le veo mucho futuro por culpa de su exceso de incómodas erres).
Veremos qué es lo que
resulta tan exasperante, tan detestable en el o en lo progre. Pero ya
adelantamos que esa belicosidad contra el progre -término que en los años
setenta se refería a cierto pasotismo desdeñoso, descreído, algo fumeta,
resumible en el lema “que pare el mundo que yo me bajo”, y que ahora se asimila
más bien al prototipo del socialdemócrata- es en vano. Porque en el fondo la
palabra en sí se refiere a un concepto universalmente positivo, que es, por
supuesto, el del progreso, y a una voluntad de superación, de mejora. Continúa