viernes, 17 de agosto de 2018

La estrella de Lorca nunca se apaga


  • La fascinación que provoca el poeta rebasa modas y fronteras. Al cumplirse 82 años de su fusilamiento, su figura y su obra mantienen su inagotable atractivo


Javier Rodríguez Marcos
La muerte condena a muchos escritores a un limbo del que, con suerte, salen convertidos en clásicos. Pasan entonces a ser objeto de estudio más que de lectura, dejan de entrar en la vida de la gente para entrar en el examen de selectividad. Federico García Lorca es una excepción. Aunque mañana, 18 de agosto, se cumplen 82 años de su fusilamiento -oficialmente falleció “a consecuencia de heridas producidas por hechos de guerra”- , su figura parece más viva que nunca.

La versión de Stone fue uno de los éxitos de la cartelera de Nueva York
la pasada primavera
Por el lado del Lorca-símbolo, al debate sobre la conveniencia de volver a buscar sus restos en el barranco de Víznar se le ha sumado en los últimos meses la petición de que se le conceda, a título póstumo, el Premio Nobel de Literatura. Por el lado del Lorca-escritor, el centro que lleva su nombre en Granada recibió en junio más de 4.000 objetos y documentos hasta ahora depositados en la sede madrileña de su fundación, alojada en la Residencia de Estudiantes. Poco antes, la editorial Debolsillo rescataba Cielo bajo, un libro inacabado de suites que su autor quiso publicar en 1926 junto a Canciones y poema del cante jondo.

Su presencia internacional sigue siendo, además, muy notable. Hasta el día 20 puede verse en el Centro Pompidou de Metz, en Francia, una exposición que en octubre viajará al Barbican de Londres: Parejas modernas. Junto a dúos creativos y sentimentales como Dora Maar y Picasso, Camille Claudel y Auguste Rodin o Frida Kahlo y Diego Rivera, la muestra dedica uno de sus apartados a la relación entre Lorca y Dalí. Esta exposición se abrió poco después de que la Fundación Jan Michalski clausurara en Montricher (Suiza) otra titulada Lorca en escena. Que su trabajo como dramaturgo mantiene toda la vigencia lo demuestra el hecho de que uno de los grandes éxitos de la cartelera primaveral neoyorquina fuera la Yerma dirigida por Simon Stones, que sacó a la protagonista del campo andaluz para convertirla en una moderna ejecutiva londinense ahogada por la imposibilidad de tener hijos. La obra llegó a Estados Unidos después de dos años de éxito en la capital británica.

El fusilamiento de Federico García Lorca en agosto de 1936 produjo una ola de indignación a la altura de su prestigio. Compañeros de generación como Luis Cernuda o maestros como Antonio Machado escribieron versos para llorar a un poeta al que el exigente Juan Ramón Jiménez calificó de hombre “de cinco razas”. Pero la muerte no fue, ni mucho menos, el detonante de su fama. Ya era un autor de éxito cuando lo mataron. Un año antes, durante la feria del libro de Madrid, Lorca estaba “muy de moda”. La expresión es de su biógrafo, Ian Gibson, que recuerda que en mayo de 1935 ya estaba en la calle la quinta edición del Romancero gitano, acababa de salir el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, el Retablillo de don Cristóbal se representaba en la propia feria y la prensa reseñaba la aparición en Nueva York del primer estudio global sobre su obra. Aún no había cumplido 37 años.

En 1933, además, había sido testigo durante una gira por el Cono Sur del éxito de Bodas de sangre en Argentina, donde superó las 100 representaciones la temporada de su estreno. Continúa en El País

miércoles, 8 de agosto de 2018

Los celos que destruyeron la amistad entre Lope de Vega y Miguel de Cervantes


Santiago Roncagliolo
Alguna vez, Lope de Vega y Miguel de Cervantes fueron amigos. Incluso se admiraron mutuamente. Pero solo al principio. Antes de la peor traición que un escritor puede cometer contra otro.

SR. GARCÍA
Los dos genios se conocieron en 1583 en la calle de Lavapiés, en casa de Jerónimo Velásquez, quien en términos actuales sería considerado un productor de teatro. Lope tenía un affaire con la hija casada de Velásquez. De hecho, tuvo affaires con casi todas las mujeres de la Península. A su muerte, el dramaturgo dejaría firmadas más aventuras que libros.

Documentadas: dos esposas -una de ellas raptada-, seis amantes, catorce hijos y al menos dos procesos judiciales asociados a sus amoríos. A pesar de sus múltiples distracciones, Lope era un autor talentoso y muy prolífico. Por su parte, Velásquez -productor, al fin y al cabo- no tenía muchos escrúpulos. Según Eduardo Haro Tecglen, el señor le vendió al dramaturgo el amor de su hija a cambio de unas 20 comedias para su compañía.

Cervantes tenía un carácter muy diferente. Aunque 15 años mayor que Lope, no visitaba a Velásquez en condición de consagrado, sino de aspirante. Lope arrollaba con su personalidad. Cervantes se mostraba más reservado. Lope brillaba en los salones de los nobles. Cervantes pasaba penurias económicas. Lope era la gran estrella del teatro popular, se lucía en todos los géneros literarios y escribía decenas de piezas simultáneamente, incluso apócrifas. Cervantes, obligado por la necesidad de trabajo, pasaba largas temporadas sin escribir una línea, y se daba por satisfecho con colocar alguna de sus comedias en la cartelera de su anfitrión.

En el fondo, ambos escritores encarnan el gran conflicto esencial del arte moderno: romanticismo o mercado, expresar el mundo interior o satisfacer al público.

A pesar de todo, esos personajes tan dispares hicieron amistad. Vivieron mucho tiempo en el mismo barrio y se cruzaban con frecuencia. Intercambiaron públicas manifestaciones de aprecio: Cervantes en La Galatea, Lope en La Arcadia. La última evidencia de una buena relación data de 1602, cuando Lope incluyó un soneto de su colega en La hermosura de Angélica.

Contra lo que cabría esperar, no se interpuso entre los dos amigos una mujer. Ni un poderoso rey. Ni sus diferentes concepciones del arte. Quien acabó con su conexión fue un personaje mucho más temible, invencible y feroz: un tal don Quijote de la Mancha. Continúa en El País Semanal